07/02/2019

Me duele Venezuela

Luis Rosario

Transcurría ya el tiempo postrero de la dictadura a la que, por treinta y un años, se vió sometida la República Dominicana, cuando mi padre emprendió el camino del exilio, buscando protección contra la persecución política, primero en Brasil y luego en Venezuela.
Nunca le habría pasado por la mente a ese hombre de carácter recio, pero tranquilo y de buenas relaciones humanas, que se vería empujado a tomar un arma para hacer práctica de tiros en las selvas costeras, ricas en flora y en fauna, del Choroní tropical de Venezuela.
Me recordaba Mario Read Vittini, integrante del grupo de exiliados, que en ese ambiente de naturaleza virgen generosa, ante la amenaza frecuente de serpientes venenosas que hacen de esa selva su hábitat, mi progenitor desplegaba una brava osadía, dominando con horquetas a los peligrosos reptiles. El grupo lo asumió como incuestionable protector contra los ofidios.
En Venezuela recibió, este grupo de desafectos del régimen, atenciones exquisitas que dejaron una imborrable huella de gratitud al retorno de tan amarga experiencia.
Tan doloroso fue el trauma del exilio, a pesar del apoyo solidario de los venezolanos, que tiempos después, queriendo visitar otra vez la tierra hospitalaria que le sirvió de asilo, mi padre preparó su viaje; pero, apenas llegado al aeropuerto, prefirió abandonar el vuelo y regresar al hogar, deshaciendo de nuevo la maleta.
El cariño por Venezuela perduró durante todos los días de su vida, hasta retomar la maleta de las buenas obras y despedirse, a los cien años de edad,  para hacer el vuelo al encuentro con Dios. Esta gratitud a la tierra de Bolívar, supo transmitirla a nuestra familia.
Hoy los papeles se han invertido y son muchos los venezolanos que, optando por buscar aire diferente  al que se respira en Venezuela, han encontrado acogida en la tierra de Duarte. Ojalá reciban también en nuestra patria solidaridad fraterna y cariñosa ayuda para sobrellevar los sufrimientos del embate de los vaivenes políticos.
Solo quien ha vivido, por fuerza o conveniencia, la experiencia de estar fuera de la tierra que le vio nacer, puede comprender en su justo peso lo que significa la lejanía del propio hogar, familia y ambiente natural en el que están sus raíces.
Me duele Venezuela y siento también el dolor de contemplar la suerte de quienes están pasando el Niágara en bicicleta, fuera de su país, tratando de sobrevivir a situaciones de injusticias humanas que les han golpeado hasta hacerlos sufrir.
Al pueblo venezolano le deseo el mejor de los desenlaces a la pesadilla que les ha tocado vivir. Que en estos momentos tengan el mayor respeto del derecho a la vida, pues también en circunstancias como estas deben ser proclamadas inviolable.
Fuente: listin.com.do

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