Señor mío y Dios mío, en las mañanas sólo quiero alabarte, bendecirte por siempre, Señor, entregarte mi vida, para hacer tu voluntad todos los días, soy consciente de que sólo así alcanzaré la vida eterna. Sé que hoy renovarás mis fuerzas y me ayudarás cuando más te necesite, confortarás mi existencia y me bañarás en tu amor, así como un jardín floreceré y de mí brotarán buenas acciones, se acercará a mí la gente y yo repartiré lo que has puesto en mi corazón. Pongo mi alegría en Ti, mi Dios, mis deseos en Ti, todo lo que soy es por y para mi Salvador. Gracias, infinitas gracias por esta oración, por este momento de encuentro contigo, por tu presencia que me rodea y me recuerda que nunca estaré solo, porque siempre estás conmigo todos los días hasta el fin (Mateo, 28, 20).
Amén.
Por Alberto Linero Gómez✍
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