Pbro. Felipe de Jesús Colón Padilla
El autor es, Juez del Tribunal Eclesiástico
Cada 27 de febrero, los dominicanos, celebramos con herencia alegre, el día de la Independencia Nacional. Recordar a nuestros patriotas, héroes y mártires de la gesta independentista, es no perder, la memoria genética, grabada en cada corazón, que ondea en su pecho, y con orgullo, la bandera tricolor.
Reviste carácter de urgencia, liberarnos de la debilidad del egoísmo, del deseo desmedido de poder, y de acumular riqueza mal habida. Los valores éticos y morales han sido secuestrados por un puñado de gente que no le interesa la Patria, heredada por el patricio, Juan Pablo Duarte y los trinitarios. Solo le interesa, sin importarle el precio, poder y dinero.
En el pasado logramos con valentía independizarnos del yugo haitiano, ahora en el presente nos reclama la historia, liberarnos de lo que ha permeado, el corazón, la cultura y la vida de nuestros pueblos.
Era inimaginable a los extremos que hemos llegado, pero la cruda realidad tocó a nuestras puertas, y es tiempo de recobrar lo que hemos perdido como nación, libre e independiente, ayer de potencias extranjeras, hoy de potencias nativas, que tristemente, han lacerado nuestras leyes, y sanas costumbres.
La Ley de Partido Políticos, creada como marco legal para garantizar la democracia interna de los partidos, agrupaciones y movimientos políticos, procura fortalecer los liderazgos y la formación de talentos de sus afiliados. Establece, además, para los partidos que alcancen una votación superior al 5%, un grueso apoyo financiero, que ronda la escandalosa cifra de más de 300 millones de pesos al año, para sus actividades como partido político, algo que cumplen muy poco. ¿Y qué hacen el dinero entonces? Eso hace pensar, que detrás de supuestos deseos de servir al país, más bien es aprovecharse de las bondades de esa ley. Ese dinero que sale de los bolsillos y del sudor de los ciudadanos.
Hemos de dejar a un lado el proyecto político personalísimo, y todos apostar a un proyecto de nación, así se evitaría el dispendio económico y el afán de eternizarse en el poder.
La Conferencia del Episcopado Dominicano, con motivo del 175 aniversario de aquel glorioso 27 de febrero, nos ha dirigido un Mensaje, que entronca con lo que estamos postulando. Para nuestros pastores, “Urge un Comportamiento Ético en la Sociedad Dominicana”. Hemos de reconocer que la convivencia esta rota, y hemos descuidado la forma correcta para convivir como sociedad.
El comportamiento ético no se circunscribe para determinados ciudadanos, sino que abarca a todos, la ética es universal, es necesario para todos, creyentes y no creyentes.
Nuestros obispos nos recuerdan diez principios éticos, que viviéndolos, nos ayudarían a liberarnos de todo lo que nos ensombrece, ellos son: La honestidad, vocación de justicia y de servicio, disciplina, probidad, cortesía, decoro, discreción, lealtad y pulcritud.
Hay hechos que nos ensombrecen, y crean una dependencia que ha ido dañando el tejido social de la República Dominicana. La impunidad, por ejemplo, favorece a la pobreza, la violencia y cualquier delito. Los vicios en la política socaban el ideal de una democracia auténtica. La corrupción, es un virus que permea instituciones públicas y privadas. La impaciencia, la falta de cortesía y de diálogo, genera violencia, inseguridad ciudadana y muerte. El cáncer del narcotráfico, la trata de personas y la explotación laboral, es un camino de espinas del cual no podemos ser indolentes. Es una estocada al corazón de la Patria. No todo esta perdido, asumamos la tarea de vivir y educar de acuerdo a la ética, demos continuidad al proyecto de Nación que soñaron los Padres de la Patria: Duarte, Sánchez y Mella.
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