21/03/2019

Cuaresma, camino hacia la Pascua

Pbro. Felipe de Jesús Colón Padilla
El autor es, Juez del Tribunal Eclesiástico

El tiempo de Cuaresma es un tiempo de conversión y reconciliación, dos palabras que resuenan cada año en el corazón de los que creemos en el Dios de Jesucristo.
Durante este tiempo veremos los textos evangélicos correspondientes al ciclo C, a saber: Las tentaciones de Jesús en el desierto, su  Transfiguración, la conversión, el hijo pródigo y la mujer adúltera.
En las tres tentaciones de Jesús, nos invitan a reflexionar sobre el desierto como imagen de la cuaresma que hemos iniciado el Miércoles de Ceniza. La cuaresma es ese gran desierto para escuchar el silencio de Dios, es lugar de pobreza, donde el hombre esta privado de lo elemental. “Jesús al abstenerse de alimentos terrenos durante cuarenta días, consagró con su ayuno la práctica cuaresmal, y al rechazar las tentaciones del demonio, nos enseñó a superar los ataques del mal” (cf. Prefacio de Cuaresma, MR). La primea tentación es el peligro que buscar el placer por el placer, Satanás induce a Jesús a convertir la piedra en pan para saciar el hambre. La respuesta es formidable: “No solo de pan vive el hombre”. A seguidas, mintiendo, le propone entregarle todos los reinos del mundo, si se arrodilla. Pero Jesús tiene muy claro que no es el poder mundano el que salva al mundo, sino el poder de la cruz, de la humildad, del amor. Quien se alía a los poderes terrenales, avasalla, ejerce una relación no de conciudadanos, sino de amo y esclavo. Lucifer no se da por vencido, y con la tercera tentación, intuye que Jesús no se resistirá, y le propone que demuestre su poderío lanzándose desde el alero del templo. Y si algo falla, mientras, desciende los ángeles estarían prestos para sostenerte. La respuesta no pudo ser mejor: “No tentarás al Señor tu Dios”. Corremos el peligro de imponerle condiciones al Señor. Obligamos a Dios a intervenir, que obedeciera a una situación de emergencia. Que muestre su poder y fidelidad. Se tienta a nuestros padres cuando no le consultamos decisiones, pero si llegase a fracasar, ellos tendrían que colaborar, pues de lo contrario lo catalogamos como malos padres. En el segundo domingo, la invitación es subir al Monte Santo, para desde allí, bajo un clima de oración, y dejándonos envolver por la nube de Dios, escuchar su voz, y bajar desde allí transfigurados, dispuesto a escucharle, obedecerle y seguirle con alegría. El tercer domingo es la invitación a una conversión sincera, de lo contrario pereceremos. Dios nos da muchos años a sus hijos e hijas para que demos frutos de conversión. El cuanto domingo acentúa el feliz retorno del hijo pródigo y la envidia del hijo mayor, que no vio con buenos ojos el regreso de su hijo menor, y el modo festivo como el padre común lo ha recibido. De suyo todo lo que había en la casa paterna podía usarlo, pero no lo valoraba. El hijo mayor estaba muy cerca del calor divino, pero prefería estar encerrado en su mundo frío, raquítico y egoísta. Finalmente en el episodio de la mujer adúltera, había pecado de impureza, y encontrada en flagrante adulterio. La pregunta a Jesús era una estratagema, si responde en contra de la ley establecida, también correría la misma suerte de la mujer acusada. Su respuesta es sorprendente: ¿Quién esté libre de pecado, que lance sobre esta débil mujer la primera piedra? Nadie se atrevió. Todos eran tan pecadores como la mujer adúltera.Jesús no la condenó, y la invita, en lo adelante,  a no pecar más. Pidamos al Señor, la gracia de vivir es tiempo de salvación, y llegar a la Pascua con el corazón renovado y  lleno de luz.

No hay comentarios:

Publicar un comentario