Yeuris Mael Solano
Rosario
“Bendito
el hombre que confía en el Señor y pone su
confianza
en él. Será como un árbol plantado junto
al agua, que extiende sus raíces hacia la
corriente;
no
teme que llegue el calor y sus hojas están siempre
verdes.
En época de sequía no se angustia y nunca deja
de
dar fruto” (Jr 17, 7-8).
"Él, nos ayude a seguir dando frutos en medio de esta pandemia que todavía nos adolece a todos por igual"
Yeuris Mael Solano Rosario |
La
misericordia y el amor infinito de Dios es algo que alcanza a todos los pueblos
y a todas naciones, sin importar la época o las adversidades. Si Dios fue capaz
de salvar al pueblo de Israel del yugo y de la esclavitud de los egipcios, y
guiarlo hacia la tierra prometida en medio de las tribulaciones, también a
nosotros sus hijos nos ha de salvar y acompañar ante estos momentos de crisis
que vivimos a causa de la Pandemia del Covi-19.
En
algún momento de nuestra vida podríamos llegar a pensar, que, por ser
cristianos, eso nos hace invulnerables a experimentar las pruebas y
tribulaciones que vive nuestro mundo. Pero, aunque suene un poco
contradictorio, cuando más estamos aferrados a la fe y a la confianza en Dios,
ahí es cuando llegan más las pruebas a nuestra vida. Si bien recordamos el
pasaje bíblico de Job, un hombre perfecto y recto de corazón, temeroso de Dios
y apartado del mal, en el momento en que fue tentado por Satanás y despojado de
todos sus bienes, y de sus seres más queridos como lo era su familia, Job ante
tanto dolor y desilusión hizo lo que quizás nadie hubiera hecho, rasgar su
manto y postrarse en tierra a adorar y a bendecir a Dios por todo lo que le
había pasado. La fe y la confianza en Dios por parte de Job, en medio de las
tribulaciones, hicieron que Dios le restituyera su anterior felicidad con más
del doble de lo que había tenido (ver texto en Job 1, 1-22; 42, 17).
Hay
personas que cuando llegan a experimentar algún tipo de prueba o tribulación en
su vida, no saben qué hacer y a dónde acudir en su angustia, e incluso algunas
veces llegan hasta el punto de cuestionar el poder misericordioso de Dios, pero
he aquí donde los cristianos debemos con más fervor adorar y venerar a Dios.
Porque es de las grandes pruebas, y de las grandes tribulaciones, de donde salen
los grandes hombres y mujeres de fe. Otro ejemplo bíblico de esto, es la prueba
por la que tuvo que pasar Abraham cuando Dios le dio la orden de ofrecer en
sacrificio a su único hijo, a lo que Abraham accedió y en el momento en que ya
iba sacrificar a su hijo, el poder de Dios hizo que abortara lo que le había
ordenado, pero desde ese momento el Patriarca Abraham pasó a llamarse el Padre
de la fe, porque en el momento más difícil de su vida no dejó de creer en Dios (ver
texto en Gn 22, 1-24).
Por
otra parte, quiero compartir una frase que les he escuchado decir a grandes
amigos de la vida cristiana, la cual en particular desde el momento en que la
escuché me hizo mella, y creo que también lo hará con ustedes los lectores. Esa
frase a la cual me refiero es la siguiente: “El tiempo de Dios es perfecto”. Si como cristianos pensamos que
estamos viviendo tiempos de Dios, y que cada día, cada amanecer es realmente de
Dios, entonces debemos de sentarnos y reflexionar qué nos quiere decir Dios a
nosotros sus hijos en medio de esta tribulación. Qué quiere Dios que haga por mi
vida, por mi familia, por mi vecino, por mi amigo o amigoa, por mi país. Estas
son algunas de las preguntas que Dios quiere que nos hagamos antes de apaciguar
nuestra fe y confianza en Él.
La
fe que el Señor nos dio debe ser ejercitada y crecer cada día, es por eso que
las pruebas y tribulaciones nos ayudarán. Pero ese crecimiento en la fe, tiene que
ser en calidad no en cantidad. Porque no se trata de cuanta fe se tiene, sino
más bien cuan buena es nuestra fe para poder interpretar los signos de los
tiempos. Por eso, cuando los discípulos le dijeron a Jesús: “auméntanos la fe”. Jesús dijo: “Si tuvieran fe como un grano de mostaza,
podrían decir a este árbol: arráncate de raíz y plántate en el mar, y les
obedecería” (Lc 17, 5-6). Los discípulos pensaban que se trataba de tener
mucha fe, pero para Jesús sólo bastaba que los discípulos tuvieran un poquito de
fe, aunque una fe firme y verdadera.
Dios
que es rico en misericordia no nos deja ni nos dejará desamparados, así estemos
pasando por los momentos más difíciles de nuestra vida. Nosotros los cristianos
no estamos solos, y eso es parte de lo que hizo Jesús antes de partir de este
mundo, dejarnos su Espíritu Santo para que seamos protegidos y guiados por Él:
“Y yo rogaré al Padre y os dará otro
Consolador, para que esté con ustedes para siempre” (Jn 14, 16).
Queridos
hermanos y hermanas en la fe que la paz y al amor de Dios, junto al Espíritu de
la verdad nos acompañen siempre en nuestro caminar, protegidos de todos los
males y de todos los peligros que nos asechan, y que, por nuestra fe y
confianza en Él, nos ayude a seguir dando frutos en medio de esta pandemia que
todavía nos adolece a todos por igual.
¡Bendiciones!.
El
autor es Licenciado en Filosofía y Teología
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