Por P. Wilkin Castillo, San Juan de la Maguana
Seguimos avanzando y creciendo en el conocimiento de Dios, en el compromiso cristiano y en el testimonio que dicho compromiso exige y manda. Hoy estamos celebrando el Domingo Vigésimo Tercer (XXIII) del Tiempo Ordinario y para todos nosotros es una oportunidad para acercarnos a Dios por medio de su palabra y reavivar el gozo ofrecido por él y recibido por nosotros.
Por su parte se nos dice en el Evangelio que: “En aquel tiempo, dejó Jesús el territorio de tiro, pasó por Sidón, camino del lago de galilea, atravesando la Decápolis. y le presentaron un sordo que, además, apenas podía hablar; y le piden que le imponga las manos. “Jesús sigue su recorrido por pueblos, ciudades, aldeas predicando el Reino de Dios y curando todo tipo de enfermedades y dolencias. En su travesía les presentan a un sordomudo que necesitaba de su intervención.”
“Ante la fe de aquella gente y al presentarle el enfermo a Jesús, él inmediatamente lo aparta de la gente a un lado, le metió los dedos en los oídos y con la saliva le tocó la lengua. y, mirando al cielo, suspiró y le dijo: “Effetá”, esto es: “Ábrete.” y al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y hablaba sin dificultad.”
El acto que Jesús realiza en favor de este sordomudo es extraño, inusual e incluso impensable, meterle los dedos en los oídos y tocarle la lengua con su saliva, solo a él se le ocurre. Él utiliza un gesto de fe, miró al cielo, y usa una palabra poderosa para beneficio de este hombre, esta palabra es “Effetá” que significa “Ábrete,” para gloria de Dios se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y hablaba sin dificultad.
Hoy también tu y yo necesitamos tener los oídos abiertos para escuchar la palabra de Dios, especialmente en este mes de septiembre en el cual celebramos el día de la Biblia, pidamos a Dios para que todas aquellas trabas que nos impide predicar sean soltadas para que con libertad y a conciencia demos a conocer las maravillas que Dios ha hecho en mi a muchos hermanos que aún no lo conocen.
Ante este milagro maravilloso el Maestro les mandó a quienes lo presenciaron que no lo dijeran a nadie; pero, cuanto más se lo mandaba, con más insistencia lo proclamaban ellos. Es que la alegría y el asombro ante lo sucedido desborda su capacidad de hacer silencio y guardar este secreto y más aún en el colmo del asombro decían: “Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos.”
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