Padre Manuel Antonio García Salcedo. Arquidiócesis de Santo Domingo
El pasado martes 1 de octubre celebramos la memoria obligatoria de Santa Teresita del Niño Jesús y de la Santa Faz. Muy popular en generaciones pasadas que por si mismas requerían de profundidad espiritual, sencillez y humildad de vida, y un rostro alegre en medio de las adversidades tan dramáticas y comunes que viven todos los seres humanos privilegiados. Adversidades creadas en nuestra mente y corazón, no compartidas por guardar apariencias.
La proclamación del Magisterio de Santa Teresita como universal se efectúa por parte del Papa Polaco en el aniversario 100 de su entrada al Cielo. «Divini Amoris Scientia» se llama la Carta apostólica del Papa San Juan Pablo II con la que proclamo a Santa Teresita como Doctora de la Iglesia Universal y para todos los tiempos por su especialización en la ciencia del amor divino. Dicha ciencia parte de la experiencia de la misericordia del Padre en Jesucristo por el Espíritu Santo dada a los humildes y sencillos. Esta es la esencia misma de la Madre Iglesia. Los pequeños de corazón pueden acceder a las profundidades de Dios. Toda la Iglesia ha de recibir estos dones para poder descubrir los signos de los tiempos y dedicar su servicio a los pequeños de todas las partes de la tierra y de todos los tiempos.
En clara continuidad con San Pablo Apóstol, Santa Teresita refiere al Misterio de Dios y sus designios de luz que nos permite descubrir el Maestro Divino. El carisma particular y la experiencia personal de la gracia, mediante la oración, ha fecundado en ella como ciencia del amor.
Poco tiempo llevo su proceso de canonización. Apenas unos trece años fueron mas que suficientes para que los Papas San Pio X, Benedicto XV y Pio XI la elevasen a los altares y en respuesta a las peticiones de Obispos y fieles de todo el mundo fue declarada patrona de las misiones junto a San Francisco Xavier.
El camino evangélico de santidad para todos es llamado por la tercera doctora de la Iglesia: «pequeño camino». La Santa de Lisieux y su obra es estudiada en todos los estamentos académicos y de espiritualidad que se precien de excelencia.
El primer paso para iniciarse en el conocimiento de la doctrina espiritual de la más joven de los 37 Doctores de la Iglesia es el adentrarse en la obra titulada Historia de un alma. Se trata de su autobiografía, redactada durante sus últimos tres anos de vida. Tras su publicación al año siguiente a su muerte, a la fecha, se ha traducido en más de cincuenta idiomas.
Una de las razones de proclamar su doctrina como universal es la ayuda que ha prestado a tantos hombres y mujeres de toda condición para conocer y a amar a Jesucristo, a su Evangelio y a la Iglesia.
María Francisca Teresa, sus nombres de bautizo, proviene de un entorno católico activo y de profunda vida de fe y virtuosidad. Razones estas por la que sus padres Louis Martin y Zélie Guérin han sido canonizados por el Papa Francisco. Igual proceso de santidad han recorrido sus hermanas, todas religiosas de clausura.
La Virgen María cura a la jovencita Teresa de una particular enfermedad psicosomática a causa de la muerte de su madre. Particular importancia para ella fue su experiencia sacramental en torno al día de Pentecostés, fecha que le permite tomar conciencia de la importancia del Espíritu Santo por mediación de la Iglesia. Luego la Navidad será su referencia para la conversión, camino de perfección a tomar desde el Nino Jesús.
Sus hermanas Paulina y María abrazaron la vida contemplativa en el Carmelo de Lisieux. Por mediación al Papa Leon XIII entra al Carmelo a los 15 años de edad. Después de profesar como religiosa en la fiesta de la natividad de la Virgen Maria, emprende la labor de seguir los pasos espirituales de su fundadora Santa Teresa de Jesús.
Las extremas labores en el monasterio son asumidas por ella como camina hacia la santidad centralizada en el amor. Su estilo y modo es la infancia espiritual en el misterio de la Iglesia Católica como amor de Cristo, su Esposo, Cordero de Dios, desde su vocación apostólica y misionera.
El 30 de septiembre de 1897 entra Teresita en la vida, después de dos años de fuerte enfermedad y cuidada por sus hermanas, quienes transcriben sus experiencias espirituales.
En Historia de un Alma, Santa Teresita narra su camino espiritual desde los primeros años de la infancia, resaltando su primera comunión y confirmación, adolescencia, entrada en el Carmelo y su primera profesión. En un segundo manuscrito llamado B o el corazón de su obra presenta el sentido de su vocación en la Iglesia, Esposa de Cristo y Madre de las almas. Poco antes de morir, narra sus recursos de lo vivido en el Carmelo como prueba de la fe o gracia de purificación, larga y dolorosa noche oscura, confiada en el amor misericordioso y paterno de Dios.
San Juan Pablo II compendia las ensenazas de la autobiografía de Santa Teresita en:
El abandono confiado en las manos de Dios,
La unidad entre el amor a Dios y el amor al prójimo,
La vocación misionera en la Iglesia.
Además de la Historia del Alma, se conservan unas 266 cartas a sus cercanos, 54 poesías inspiradas en la Sagrada Escrituras, en especial el Cantar de los Cantares y el camino de la Virgen María según el Evangelio, y ocho composiciones poéticas y treatales, y unas 21 prieres oraciones, así como una colección de las palabras pronunciadas por ella durante los últimos meses de su vida conocidas como Novissima verba.
La Iglesia ha reconocido en ella un particular carisma de sabiduría, expresado en una doctrina de clara coherencia, armónica al conjunto los dogmas de la fe cristiana como doctrina de verdad y experiencia de vida.
La Infancia espiritual consiste en la contemplación del amor de Dios y realizar todas las labores, tal como la hacen los pequeños, con una finalidad misionera y apostólica. En la Iglesia seré el amor.
El próximo viernes 19 de octubre celebraremos aquella proclamación que hace 27 anos, en el 1997, la Iglesia nos lego para que de una vez por todas vivamos en la sencillez y humildad del Evangelio.
«Dios mío, exclamé desde el fondo de mi corazón, ¿sólo tu justicia aceptará almas que se inmolen como víctimas…? ¿No tendrá también necesidad de ellas tu amor misericordioso…? En todas partes es desconocido y rechazado…» «¡Oh, Dios mío!, tu amor despreciado ¿tendrá que quedarse encerrado en tu corazón? Creo que si encontraras almas que se ofreciesen como víctimas de holocausto a tu amor, las consumirías rápidamente. Creo que te sentirías feliz si no tuvieras que reprimir las oleadas de infinita ternura que hay en tí… Si a tu justicia, que sólo se extiende a la tierra, le gusta descargarse, ¡cuánto más deseará abrasar a las almas tu amor misericordioso, que se eleva hasta el cielo…!». » Jesús mío, que sea yo esa víctima dichosa. ¡Consume tu holocausto con el fuego de tu divino amor…! (Santa Teresita de Jesús, Ms A, 84r, 246).
En Castellano,
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En portugués.
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