26/12/2024

ENVUELTO EN PAÑALES Y ACOSTADO EN EL PESEBRE

 Por P. Wilkin Castillo, San Juan de la Maguana

En esta noche especial de navidad, el pasaje del Evangelio de Lucas que la Iglesia nos regala envuelve una serie de detalles que llaman poderosamente la atención, lo primero es ver como en Dios se van dando las cosas de manera ordenada y en el momento justo y preciso, fue necesario que el Emperador Augusto ordenara por medio de un decreto hacer un censo a la población. José y María tuvieron que subir desde Nazaret a Belén para empadronarse o registrase en dicho censo, sin importar ni ver como una imposibilidad el poder hacerlo, por el hecho de que María estuviera embarazada.  

Que Diocidencia, mientras estaban allí le llegó el tiempo del parto a María y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en la posada.

Envuelto en pañales es una imagen que provoca en mi un sentimiento de ternura y al mismo tiempo describe a profundidad un cuidado especial por parte de María Madre del niño Dios y de José su padre. Aquellos padres que en ese momento sólo tenía el amor en abundancia y el buen deseo a favor de su hijo se encontraron desolado y con pocas posibilidades para escoger, por no decir con ninguna posibilidad.  

María lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en la posada. Que triste no tener ni encontrar un lugar un sitio en un momento como este de vulnerabilidad y sensibilidad por parte de María, por estar en cinta. Pero en ese mismo orden es justo reconocer y resaltar que esta mujer tiene junto a José su esposo una gran resiliencia, tanto así que ambos fueron capaces de mantener la calma y la confianza en Dios que no abandona ni defrauda a sus elegidos.

“En aquella región había unos pastores que pasaban la noche al aire libre, velando por turno su rebaño. Y un ángel del Señor se les presentó: la gloria del Señor los envolvió de claridad y se llenaron de gran temor.”

Que interesante estos pastores que pasaban la noche al aire libre velando por turno su rebaño es a ellos precisamente que la gloria de Dios los envolvió de claridad y se llenaron de temor ante aquel acontecimiento. Es una muestra para que veamos que lo insignificante para el mundo es grande ante los ojos de Dios.

El ángel les dijo: “No teman, les traigo la buena noticia, la gran alegría para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor. Y aquí tienen la señal: encontrarán un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre. De pronto en torno al ángel, apareció una legión del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo: Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que Dios ama.”

Quiero que en esta noche 24 de diciembre del 2024 nos preguntemos si realmente Jesús tiene un sitio un espacio en mí vida, en mi corazón, o, por el contrario, estoy lleno de cosas materiales y no me queda espacio en mi para él. Reflexionar si el sitio que se supone debo reservar para él otro, otra lo ocupa, o peor aún, tengo sitio, pero no es para Jesús. Pregúntate, ¿Los sitios y los espacios en tu vida quienes lo ocupan?

Es necesario que nuestra alegría sea grande y autentica, para poder decir con el estribillo del salmo: “Hoy nos ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor.” Tener la valentía de decir con el Profeta Isaías: “El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande, habitaban tierras de sombras, y una luz les brilló”.

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