Por P. Wilkin Castillo, San Juan de la Maguana
Hoy estamos justo en el V Domingo del Tiempo Ordinario y el Señor continua su plan de salvación con cada uno de nosotros de manera particular. Es una oportunidad celebrar la Trigésima Tercera (XXXIII) Jornada Mundial de Oración por los Enfermos. Los enfermos en el ministerio pastoral de Jesús ocuparon un lugar preponderante, hasta el punto de que en todo momento estaba curando y al lado de los enfermos, es decir que las enfermedades siempre han estado, pero también ha estado Jesús medico por excelencia.
Nos dirá el Evangelio. “En aquel tiempo, la gente se agolpaba alrededor de Jesús para oír la Palabra de Dios, estando él a orillas del lago de Genesaret; y vio dos barcas que estaban junto a la orilla; los pescadores habían desembarcado y estaban lavando las redes.” Que interesante cuando escuchamos que la gente se agolpaba alrededor de Jesús para oír la palabra de Dios, qué motivaba y cautivaba a esta gente para aglomerarse en masa a escuchar al Maestro, qué fuerza tenía este hombre en su palabra y en su discurso para movilizar la multitud y atraerlo hacia él.
“Subió a una de las barcas, la de Simón, y le pidió que la apartara, un poco de tierra.” Aquí hay un elemento teológico interesante y que tiene mucho significado, es el hecho de que Jesús subió a la barca de Pedro, esta barca simboliza la Iglesia, recordemos en palabras de Jesús que llegó a decir textualmente: “Tú eres Pedro y sobre ti edificaré mi Iglesia.” Pudo haber elegido otra barca y subir a ella, pero no, subió a la de Pedro, aquel que es y representa los Papas y su pontificado por toda la eternidad.
“Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente.” Que es lo mismo que enseñar desde la Iglesia, sin olvidar que la Iglesia es madre y maestra, como madre cuida y como maestra enseña.
Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: “Rema mar adentro, y echa las redes para pescar.” Esta invitación nos deja entender que la fe entra por los oídos, una vez las personas están convencidas de lo que creen por medio de la predicación es más fácil que se comprometan a colaborar y a ser parte del rebaño, que es la comunidad de los santos.
Simón contestó: “Maestro, nos hemos pasado la noche bregando y no hemos cogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes.” Simón Pedro presenta su argumento humano, pero la fe y la confianza puesta en Jesús es más fuerte que la duda que se quería engendrar en él y anidar en su corazón y este hombre de un golpe tira las redes en nombre de Jesús.
“Puestos a la obra, hicieron una redada de peces tan grande que reventaba la red.” Cuando lo que prima en la vida nuestra es la obediencia, confianza, fe en aquel que todo lo hace posible, el resultado nos sorprende, nos deja sin palabras.
“Hicieron señas a los socios de la otra barca, para que vinieran a echarles una mano. Se acercaron ellos y llenaron las dos barcas, que casi se hundían.” Aquí podemos ver que la abundancia en Dios es algo desbordante, no hay límites.
Al ver esto, Simón Pedro se arrojó a los pies de Jesús diciendo: “Apártate de mí, Señor, que soy un pecador.” Esta actitud de Pedro trae a mi cabeza la actitud de Tomás cuando dijo: Ver para creer y es que el asombro se había apoderado de él y de los que estaban con él, al ver la redada de peces que habían cogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Jesús dijo a Simón: “No temas; desde ahora serás pescador de hombres.”
Con estas palabras sella el Maestro con Simón Pedro el proyecto que gradualmente venia colocando en las manos de este hombre de fe. Esta actitud de Pedro fue la motivación final para que los demás discípulos se decidieran de una vez por todas a seguir a Jesús. “Ellos sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron.”
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