AIRE96FM

19/06/2025

SEÑOR, DANOS SIEMPRE DE TU PAN

 P. Luis Alberto De León Alcántara Email: albertodeleon_011@hotmail.com

El jueves corpus la Iglesia Católica nos recuerda que Jesucristo está presente en la Eucaristía, vivo entre los cristianos. De aquí que las palabras de Lucas 22, 19-20 son claras al decir: “Después tomó pan y, dando gracias, lo partió y se lo dio diciendo: «Esto es mi cuerpo, que es entregado por ustedes. Hagan esto en memoria mía.» Hizo lo mismo con la copa después de cenar, diciendo: «Esta copa es la alianza nueva sellada con mi sangre, que es derramada por ustedes».

Dios se hace comida, nos alimenta y se queda con nosotros. Como vivimos en un mundo hambriento, vacío y con ansias de llenar el interior, por eso Jesús se hizo pan y se ofreció en su cuerpo y en su sangre. Hoy, al igual que ayer, tenemos que recibir la comida espiritual, para no tener huecos en nuestra vida. Es decir, si buscamos a Jesucristo en la eucaristía, lo vamos a encontrar y quedará saciado nuestro corazón. Ya lo dice Juan 10, 10 cuando afirma: “Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia”. Y esa vida solo se encuentra cuando recibimos al Maestro en nuestros corazones.

Vivimos en una sociedad que trabaja por el alimento que perece. Existe una preocupación constante por las realidades pasajeras, rápidas y cómodas. Esta es la razón por la que no nos puede extrañar observar en la actualidad como hay un afán por todo lo superfluo, un afán desproporcionado en saciar el estómago, tener ropa de marca, lograr estar con el último celular del mercado, cuando debería ser todo lo contrario. De aquí que la invitación de Jesús en el evangelio es la siguiente: “Trabajen, no por el alimento de un día, sino por el alimento que permanece y da vida eterna. Este se lo dará el Hijo del hombre; él ha sido marcado con el sello del Padre”. (Jn 6, 27).

También es interesante analizar el pasaje del camino de los discípulos de Emaús, cuando el texto nos recuerda que reconocieron a Jesús al partir el pan (Lc 24, 31). Dejando dicho con esto, que solo quien comparte su alimento corporal puede luego tener la base para encontrarle sentido al pan espiritual. Porque alimentarse de Dios es humanizarse, colocar al otro en el puesto de la bondad, en la caridad y sobre todo valorando su dignidad.

En definitiva, nadie puede pasar hambre donde está Dios. La conmemoración del Cuerpo y la Sangre del Señor, es la solemnidad donde actualizamos la gracia de tener a Jesucristo entre nosotros. Es la dicha y el privilegio de gozar de la compañía del Todopoderoso, hecho carne por la salvación de nosotros. En otras palabras, nadie puede llenar el interior del ser humano que no sea Dios. No existe otro camino, otra vía. Ya lo dijo Pedro en una ocasión: “Señor, ¿donde quién vamos a ir? Tú tienes palabras de vida eterna”. Entonces, ¿quién alimenta tu vida?

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