P. Luis Alberto De León Alcántara Email: albertodeleon_011@hotmail.com

La vida es un largo camino. En ese recorrido obligatorio, nos encontramos de todo y para todos en el trayecto de nuestro paso por este mundo. De aquí entonces, que vivir sea un menú de situaciones encontramos: algunas hermosas y otras dolorosas; momentos azules y grises, pero aún así, no deja de ser interesante y genial respirar el aire que Dios nos ha permitido ver y experimentar. Pero sabemos que cada ser humano debe decidir cómo mirar y transitar por esta humanidad. Es decir, nos pasamos la existencia maldiciendo o agradecemos lo recibido, incluso aquello que nos resulta incomprensible.
La vida es agradecimiento, por eso quien agradece, se engrandece. Saca lo mejor de todo lo que le ocurre en su cotidianidad, ya lo expresa la frase: “Hay que buscarle el lado dulce, a las situaciones amargas”. En otras palabras, es necesario descubrir y redescubrir el aprendizaje que guarda cada circunstancia que nos brinda la misma vida vivida y asumida, porque si hacemos de los lamentos y de las quejas un estilo personal, entonces perderemos fuerza y ánimo de seguir avanzando en nosotros palabras y proyectos.
El que agradece, se enriquece. Comienza a valorar y a reconocer el valor de los pequeños detalles que vamos encontrando en el día a día. Un ser humano agradecido, no deja pasar ninguna realidad humana por insignificante que parezca para ver las manos de Dios, porque vive con los ojos abiertos y el corazón atento en las realidades humanas. Diferente al que se deja llevar por el materialismo, los afanes de la vida y por las preocupaciones rutinarias en la que estamos sumergidos todos, que siempre tendrá una razón para expresar alguna realidad negativa.
El que no agradece, se empobrece. Inicia desapareciendo en la vida de los demás. Se va quedando solo en la humanidad. Sus amigos, familiares y conocidos, poco a poco se darán cuenta, que solo son importante en su vida, si aportan algún beneficio económico o si son utilizables en alguna ocasión. Pero quien actúa de esta manera, se va quedando literalmente aislado del resto de los seres humanos, porque la vida es don y gratuidad, jamás interés. Quien pretenda desarrollar su felicidad y su paz, aprovechándose siempre en la inocencia, la ingenuidad y la bondad de los demás, tarde o temprano, será descubierto y abandonado.
En definitiva, cada quien decide por donde transitar en este mundo. Cada quien asume desde su corazón ser agradecido o quedarse empobrecido, no ser capaz de admirar la grandiosidad de Planeta Tierra que el Creador no has dejado. Pero claro, esto depende la conciencia y del sentido mismo que le vamos encontrando a las diferencias circunstancias y momentos que la propia existencia nos permita vivir y las conclusiones que sacamos de ellas. Por tanto, está en nuestras manos mirar al cielo y dar gracias, o quedarnos mirando hacia abajo como si nada tuviera razón de ser.
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