05/01/2019

El papa Francisco y la Jornada Mundial de la Paz

Pbro. Felipe de Jesús Colón Padilla
El autor es, Juez del Tribunal Eclesiástico

Con motivo de la celebración de la 52 Jornada Mundial de la Paz (JMP), el papa Francisco nos ha emitido un mensaje titulado: “la buena política está al servicio de la paz”. Contiene siete apartados. Les ofrezco un resumen,  que espero sea de provecho, a mis amables lectores.
Dar La paz esta en el centro de la misión de los discípulos de Cristo: “Paz a esta casa”. Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos su paz; si no, volverá a ustedes  (Lc 10, 5-6).
Ejercer una buena política, constituye hoy un verdadero desafío. La política, la definen algunos como el arte de gobernar bien al pueblo que, mediante el voto,  recibieron el mandato de servir a su país, de proteger a cuantos viven en él y de trabajar a fin de crear las condiciones para un futuro digno y justo. Gobernar mal, es  consecuencia de una mala política, pensada o no. La búsqueda de poder a cualquier precio lleva al abuso y a la injusticia.
La política es un vehículo fundamental para edificar la ciudadanía y la actividad del hombre, pero cuando aquellos que se dedican a ella no la viven como un servicio a la comunidad humana, puede convertirse en un fatal instrumento de opresión, marginación e incluso de destrucción.
El papa Francisco, citando a su predecesor, Benedicto XVI, recordaba que el compromiso por el bien común, cuando esta inspirado por la caridad, tiene una valencia superior al compromiso meramente secular y político (…) La acción del hombre sobre la tierra, cuando está inspirada y sustentada por la caridad, contribuye a la edificación de esta ciudad de Dios universal hacia la cual avanza la historia de la familia humana (Caritatis in Veritate, 2009).
El Romano Pontífice, nos presenta seis acciones que ha de poner en práctica un buen político: la justicia, la equidad, el respeto mutuo, la sinceridad, la honestidad, y la fidelidad.
Cuando estas acciones se quedan engavetadas, afloran los vicios en la vida política restando credibilidad a los sistemas en los que ella se ejercita. Estos vicios socaban el ideal de una democracia auténtica, son la vergüenza de la vida pública y ponen en peligro la paz social: la corrupción- en sus múltiples formas de apropiación indebida de bienes públicos o de aprovechamiento de las personas-, la negación del derecho, el incumplimiento de las normas comunitarias, el enriquecimiento ilegal, la justificación del poder mediante la fuerza o el pretexto arbitrario la “razón de Estado”, la tendencia a perpetuarse en el poder, la xenofobia, y el racismo, el rechazo al cuidado de la Tierra, la explotación ilimitada de los recursos naturales por un beneficio inmediato, el desprecio de los que se han visto obligados a ir al exilio.
Se escucha por doquier: “Dios me libre de meterme a político”, pero resulta ser que si le dejamos la política a los políticos corruptos, al final perdemos todos.  Hemos de buscar estrategias que promuevan leyes para una nueva forma de hacer política, pues una buena política siempre promueve la participación de los jóvenes y la confianza en el otro. Venzamos la tentación de la desconfianza.  La política favorece a la paz, si se realiza, reconociendo los carismas y las capacidades de cada persona.
Fomentemos el dialogo entre los protagonistas del quehacer político. Vivimos en estos tiempos en un clima de desconfianza, y se refleja, en el miedo al otro o al extraño, a perder beneficios personales. Se necesitan artesanos de la paz. No a la guerra ni a la estrategia del miedo. La paz, es fruto de un gran proyecto político. La paz es una conversión del corazón. Hay tres dimensiones inseparables de esta paz interior y comunitaria: la paz con nosotros mismos, con el otro y con la creación.


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