Señor mío Dios mio, aquí está mi corazón alabando tu Nombre, hablando contigo el lenguaje del amor, ese que me tienes desde siempre, ese con el que me diste la vida, ese con el que me salvaste de las garras de la muerte, del odio, del rencor. Ahora mi vida es tuya, Señor, te pertenezco, soy posesión tuya. Pertenezco a tu pueblo. Ahora dejo fuera todas las ataduras del mundo, ahora me declaro libre de todo lo que me quita la vida verdadera, hoy soy tuyo, testigo de tu amor, uno que acepta la locura de la cruz, que quiere caminar contigo hacia la vida en abundancia. Hoy acepto el reto de ser como Tú, Jesús, luz del mundo, para iluminar a este mundo que camina en medio de tinieblas, en medio de odios, de desprecios y faltas de solidaridad. Yo quiero ser instrumento en tus manos, de bendición, de plenitud.
Amén.
Por Alberto Linero Gómez✍
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