05/05/2019

VER, CREER y HACER. Todos Habían visto lo que hizo Jesús, pero en el fondo de su corazón no terminaban de creer en la acción de su Palabra.


Como en la parábola del “banquete de bodas” (Mt 22, 1-14), los discípulos estaban en la fiesta de Jesús, pero no tenían el traje apropiado.  Les faltaba el vestido de la Palabra y de la fe, pero una fe entendida como adhesión al proyecto de Jesús que implica ver, creer y hacer.  Esto lo confirma Mateo 25, 31-46 cuando quienes son juzgados preguntan “¿cuándo te vimos hambriento y te alimentamos, sediento y te dimos de beber…?” La respuesta es contundente: cuando hicieron algo por los “hermanos menores” (Mt 25,40).
Los discípulos cambian de actitud.  Están llenos de optimismo y de valor.  Proclaman abiertamente a todo el pueblo que al hombre que crucificaron y dieron muerte Dios lo resucitó (Hc 2, 23-24).  La cruz, que era motivo de vergüenza, ahora es objeto de redención.  Las calles, que eran motivo de temor, ahora son escenario de predicación.  Lo que habían visto, ahora lo creen y lo hacen vida.  Por eso Pedro le dirá al paralítico: “No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te lo doy: en nombre de Jesucristo, el Nazareno, levántate y camina.  Y tomándolo de la mano derecha lo levantó.  De inmediato se le robustecieron los pies y los tobillos, se levantó de un salto, comenzó a caminar y entró con ellos en el templo, paseando, saltando y alabando a Dios” (Hc 3, 5-8).
La Pascua es tiempo para ver creyendo y para creer haciendo.  Es tiempo de hacer algo por los demás.  Recojan, que es tiempo de reconstruir las ruinas de una humanidad que tanto necesita la alegría, la esperanza y la vida pascual.
RESURRECCIÓN COMUNITARIA Y MISIONERA.
            Toda la alegría y el optimismo de los discípulos tenía una razón: Jesús se les apareció, los reunió en comunidad y los envió a la misión.  Como hemos estado el padre José Alberto Vargas Salazar, y este servidor de ustedes, junto al diácono Rogelio Cabrera, los seminaristas Franklin Camacho y José Mercedes y los distintos líderes esta Semana Santa en misión en las parroquias Nuestra Señora de América Latina, San Juan Diego y San Martín de Pobres, en Sabana Perdida (Santo Domingo Norte). Diciéndole a los demás que “Dichosos los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen” (Lc 11, 28).
            Las apariciones confirman que el crucificado es el resucitado y, por tanto, que el proyecto de Jesús no ha muerto; su continuidad es tarea de hombres y mujeres, quienes, convocados por Jesús y animados por el Espíritu Santo, podrán a través del lenguaje del amor, la justicia y el respeto a la diferencia, ser escuchados y comprendidos por toda la humanidad (Hc 2, 6-11).
            Las intenciones de Jesús en todas sus apariciones demuestran veladamente, un sentido de comunidad y de misión.  Por eso, todo encuentro con el Resucitado implica comunidad, discipulado y misión.  Para realizar este mandato misionero, la Iglesia no se encuentra sola; es animada por la fuerza del Espíritu (Lc 24, 48-49), la escucha de la Palabra (Lc 24, 13-27, el pan de la Eucaristía (Lc 13, 28-32) y la presencia indefectible de su Señor (Mt 28, 20).

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