P. Luis Alberto De León Alcántara Email: albertodeleon_011@hotmail.com
Es Pascua de Resurrección. Jesucristo ha salido de la
tumba y nos ha devuelto la esperanza que habíamos perdido por causa del pecado
de Adán y Eva. Dios no se olvida jamás de sus hijos, por eso, a pesar de las situaciones
en la que nos encontramos los cristianos: dolor, guerras, sufrimientos…
seguimos celebrando el acontecimiento más grande de la humanidad. Tanto es así,
que la historia se ha divido en un antes y un después de Jesucristo.
Mostrándonos con esto, la grandeza de la dicha que tenemos al acercarnos al
misterio del hijo de Dios.
Pero esta vez, la resurrección se ha conmemorado en un
mundo enfermo y que lentamente muere, en una sociedad que va perdiendo el
sentido común, la empatía, y el agradecimiento divino, y que no es consciente
del verdadero significado que tiene la vida nueva que nos regala el Maestro.
Pues, la mirada está enfocada en las realidades banales; llevando
paulatinamente a que nuestro espíritu vaya desvaneciéndose con el tiempo.
Jesucristo ha resucitado, pero para muchas personas
que no tienen horizontes, esto no tiene ningún valor, sino que lo consideran simplemente
un recuerdo de los cristianos para engañarse y consolarse a sí mismo, como un
modo de no pensar en la muerte. Es decir, como el ser humano experimenta y
visualiza sufrimiento y muerte, y no resurrección, se le hace muy difícil creer
y asumir la resurrección de Cristo, como meta y fin en su vida.
A pesar que estamos rodeados de una cultura de muerte,
en una sociedad que ha perdido el sentido de la vida misma, es preciso recordar
y actualizar, que la última palabra de Dios, no es muerte, sino vida. Que
mientras la lógica humana es de sufrimiento, resignación y fracaso, Dios es
toda bondad, amor y misericordia, y que su intención última con la humanidad es
que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad. En otras
palabras, nos quiere felices, pero con los pies en la tierra, dispuesto siempre
a comunicar a otros la buena noticia que viene del cielo.
El mundo muere, pero Él viene a darnos la vida. Nos
regala la Pascua en su triple dimensión: el paso de la muerte a la vida, de la
esclavitud hacia la libertad, de la oscuridad a la luz. Por tanto, hay que
renovar lo que somos, la intención primera que tuvo el creador con nosotros. Tenemos
que darnos la oportunidad de creerle a Dios, sin importar las vicisitudes que
enfrentamos en nuestro diario vivir.
En definitiva, aunque la realidad sea caótica e
indiferente, y que nuestro subconsciente nos diga que no vale la pena
detenernos ante un pensamiento espiritual y/o subliminal, dicha actitud no
sería perder el tiempo, tampoco una ingenuidad de nuestra parte, porque el ser
humano nos puede fallar, traicionar, provocar… pero Dios, jamás.
No hay comentarios:
Publicar un comentario