P. Luis Alberto De León Alcántara Email: albertodeleon_011@hotmail.com
Es una maravilla el mundo tecnológico. Ahora mismo se ha convertido en el refugio de las personas, tanto es así, que sin darnos cuenta hoy se suele pasar más tiempo con el teléfono y en las redes sociales, que con la propia familia. El internet se volvió nuestro hábitat “natural”, nuestro lugar de escape, nuestro rincón existencial. Y, de entrada, no es que este del todo mal, porque el ser humano busca seguridad y tranquilidad, pero nunca se nos puede olvidar que la tecnología es un medio, no es un fin en sí mismo.
Sabemos que lo virtual se ha vuelto una moda, un estilo de vida. Incluso, las personas de la tercera edad, ya muchas de ellas, viven inmersas en este espacio cibernético, ya lo decía una señora: “sube una foto mía en las redes para que sepan que yo existo”. Es decir, en la mente de ella y de otros, lo digital es lo real y lo que real, da la impresión que es lo digital. Pero en ocasiones la gente ignora, que la realidad no depende de nuestra percepción, no es el resultado de lo que mi imaginación fabrique para se ve venda, sino que hay realidades que no depende de nosotros para tener su valor…
Las redes sociales se volvieron un abrigo perfecto para “llenar” los vacíos existenciales de las personas; se han convertido en el nuevo ídolo del siglo XXI, el espacio perfecto para crear el mundo imaginario deseado. Pues, si nos fijamos, lo tecnológico está diseñado a imagen y semejanza del ser humano, ya que sus deseos, caprichos y fantasías más oscuras son encontrados aquí. Inclusive, la misma plataforma cuenta con un algoritmo que detecta los gustos y deseos de los seres humanos para ofrecérselo de manera rápida y directa.
Sin embargo, seamos realistas, porque a la medida que lo asimilemos, viviremos más y sufriremos menos: la tecnología no llena vacíos existenciales, no cubre los huecos interiores e íntimos de cada persona, porque solo es una herramienta de ocio, un consuelo para quien llega cansado y no encuentra que hacer en su hogar. De aquí entonces, que tengamos presente que lo humano solo se llena con realidades humanas, jamás cibernética, aunque nos encontramos en la época más avanzada de la historia.
Por eso, hagamos una parada, para que miremos el tiempo gastado en la tecnología. Saquemos balance para sopesar si lo que hemos estado buscando en las redes, en YouTube, ha logrado su objetivo en nosotros. Porque al final de día, podemos divertimos, sentirnos “bien”, pero si nuestra vida sigue igual o peor, significa que vamos en retroceso, solo estamos malgastando nuestra vida, y en palabras de Byung Chul Han, un filósofo de Corea del Sur, estaríamos sumergidos y “viviendo un tiempo sin aroma”, sin sentido y dejando que una máquina intente llenar lo que solo puede lograr Dios y otro ser humano de carne y hueso.
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