Por P. Wilkin Castillo, San Juan de la Maguana
Seguimos avanzando como miembros que somos del pueblo llamado y elegido por Dios. Nos encontramos justo en el Domingo XVI del Tiempo Ordinario, veamos el tiempo de Dio, (el Kairós) en nosotros como una oportunidad de cambio y conversión en nuestra vida. El hecho de reunirnos como hermanos a escuchar y a practicar la palabra de Dios, es algo edificante, siempre nos va bien tener los ojos fijos en él, el alma y el corazón en apertura al Creador y a su trascendencia.
Por su parte en el Evangelio encontramos que: “En aquel tiempo, los Apóstoles volvieron a reunirse con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado.” Por lo afirmado más arriba nos damos cuenta de la importancia que tiene pasar balance al trabajo pastoral que realizamos en la parroquia y en las comunidades cristianas, podemos ver como los discípulos se reúnen con Jesús y con alegría le cuentan al Maestro todo lo que habían hecho y enseñado.
Es una especie de evaluación y esto arroja cuales son los resultados en cuanto a éxito o fracaso del trabajo encomendado por Jesús y realizado por los discípulos.
Este ejercicio es necesario hacerlo no solo en un ambiente eclesial, sino también en la familia, en un negocio que estamos llevando a cabo, en una organización que estemos dirigiendo, en fin, es una realidad que se adapta con facilidad a cualquier tipo de proceso humano. Cuando pasamos balance nos damos cuenta donde están los fallos, las fortalezas y esto es un termómetro para darnos cuenta donde hay que hacer algún ajuste en este proceso dinámico. Cuando en el trabajo pastoral hacemos este tipo de ejercicio lo conocemos como ajuste pastoral, para mejorar lo que estamos haciendo con la mayor calidad posible.
Él les dijo: “Vengan ustedes solos a un sitio tranquilo a descansar un poco.” Esto sucede después que los discípulos presentaron el balance del trabajo realizado.
Adaptándolo a nuestra parroquias y comunidades, es necesario y justo que se promueva el descanso, el compartir, el ágape, el convivio entre nuestros agentes de pastoral, que los que estamos al frente del trabajo evangelizador entendamos la importancia que tiene todo esto y promovamos que no todo es trabajo, el colaborador merece también descansar.
“Porque eran tantos los que iban y venían que no encontraban tiempo ni para comer. Se fueron en barca a un sitio tranquilo y apartado.” El sacerdote es un ser humano como todos los seres humanos, un consagrado y elegido por gracia divina, pero esto no lo hace un super-hombre, el que se lo crea pobrecito de él, es decir, que no puede atender a todos a la vez, por eso hay que respetar los procesos y los protocolos realizados en torno al trabajo del sacerdote, todo esto hace más eficaz dicho trabajo ofrecido al pueblo como servicio.
Es necesario de vez en cuando con nuestra gente más comprometida apartarnos a un lugar tranquilo y acogedor, para compartir y dialogar entre nosotros. Bien dice el Evangelio que el obrero merece su salario, no tiene que ser un pago monetario, pero sí que aprendamos a valorar y a reconocer el trabajo que los demás con amor y entrega ofrecen a favor de la comunidad cristiana.
“Muchos los vieron marcharse y los reconocieron; entonces de todas las aldeas fueron corriendo por tierra a aquel sitio y se les adelantaron.” Todo esto nos da a entender que la gente está muy pendiente de nosotros, saben cuándo estamos y cuando nos marchamos, quiere decir todo esto que le importamos a nuestra gente y que en todo momento nos quieren acompañar.
“Al desembarcar, Jesús vio una multitud y le dio lástima de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor; y se puso a enseñarles con calma.” Finalmente, el plato fuerte, vemos a Jesús el experto en humanidad y en resaltar la dignidad del ser humano, como él siente gran lastima, ya que notó en ellos que estaban desorientados y se pone a enseñarles con calma y mansedumbre.
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