04/09/2024

ATRAPADOS POR LA RUTINA DE LA VIDA

 P. Luis Alberto De León Alcántara Email: albertodeleon_011@hotmail.com

Los afanes de la vida nos persiguen. Desde que sale el sol hasta que se oculta, el ser humano está en constante ocupación. La economía ha centrado su atención. Ahora trabaja y vive para pagar los servicios básicos, para atender las emergencias en su quehacer cotidiano, y todo esto implica tiempo y dinero. Lo que esto quiere decir, en resumidas cuentas, es que la existencia misma lentamente está inmersa en muchas cosas a la vez…

Por eso, nos alcanzó la rutina, el aburrimiento, la acción sin destino. Poco a poco, los medios de comunicación, las propagandas modernas: comida, dieta, estética, bienestar personal, entre otras cosas, nos fueron llevando hasta quedar atrapados en la rutina, presos en cosas que, aparentemente, sirven de escape al ser humano, pero que en el fondo solo son bola de humo, placeres momentáneos que se desvanecen en unas cuantas horas.

La rutina inició cuando optamos por la apariencia, por lo fácil, cómodo y rápido. Cuando la libertad fue cambiada por la seguridad, cuando nos daba igual lo bueno y lo malo. Cuando, comenzamos a dejar de creer en nosotros, en la familia y en la humanidad. La rutina llegó cuando ya no vivíamos para lograr metas, planes o proyectos, sino para extender el ocio, para aprovechar la moda y los entretenimientos que viven ofreciendo los controladores de conciencia y los manipuladores de emociones…

Nos atrapó la rutina, y nos fue quitando aire y deseo de vivir. Hizo que nuestro cuerpo se volviera pasivo, decaído y sin ganas de tener espíritu de voluntad y decisión para aspirar a cosas mayores. Dejamos que la lógica de lo mínimo condujera nuestra vida, nuestras decisiones y nuestro destino. En otras palabras, la vida se redujo a comida, diversión, redes sociales y pasatiempos favoritos. Es decir, los sueños, los ideales y las grandes aspiraciones humanas, se quedaron en la mente de algunas personas, en “ayeres” que una vez se pensaron y que ya solo son pensamientos que se llevó el viento. En definitiva, la rutina nos ha enredado, nos está consumiendo en lo que hacemos. La rutina nos ha anestesiado. La esperanza de un mundo mejor, fue sustituida por el pesimismo, por el desánimo y por la idea sostenida de vivir solo para “estar vivo y encontrar con que saciar nuestra hambre física cada día”. Pero que no se nos olvidó: la rutina apareció en el camino, no nacimos con ella. Quien nos creó, nos formó libres, con dones, carismas, y con la capacidad de levantarnos cada vez que la propia existencia nos tira al suelo, derrotados y con deseos de quedarnos ahí mismo. Lo que significa, que, así como la rutina nos atrapó, también podemos salir, porque la última palabra que debe salir de nuestro corazón no es derrota, sino triunfo y constancia para lograr vencer todos los males que destruye nuestro verdadero yo.

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