Por P. Wilkin Castillo, San Juan de la Maguana
Hoy es el Tercer Domingo de Adviento (Gaudete) y la Iglesia nos convoca a todos a reunirnos como familia cristiana en asamblea gozosa, pues es necesario manifestar y vivir la alegría entre nosotros, así daremos testimonio de que el Dios de la alegría habita en mí y puedo transmitir esa alegría y contagiar a otros.
En la primera lectura del libro de Sofonías se nos invita a que junto a Sion nos regocíjenos, que gritemos de júbilo junto a Israel; que nos alegremos y gocemos de todo corazón con Jerusalén.
En ese mismo orden en la segunda lectura de la Carta del Apóstol San Pablo a los Filipenses: se nos aconseja que estemos siempre alegres en el Señor y nos lo repite el Apóstol, estén siempre alegres. Que su mesura la conozca todo el mundo.
Es decir, que las lecturas contienen ese espíritu de alegría y jubilo desbordante estando acorde con lo que celebramos este domingo tercero que es el domingo de la alegría.
En el Evangelio encontramos que, en aquel tiempo la gente preguntó a Juan: “¿Entonces qué hacemos?” Él contestó: “El que tenga dos túnicas, que se las reparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo.” Hoy que celebramos el domingo de la alegría y precisamente el compartir es un signo preclaro de lo que significa la alegría en nuestra vida, es por ello por lo que Juan nos manda a ser solidarios.
Vinieron también a bautizarse unos publicanos y le preguntaron a Juan: “¿Maestro, ¿qué hacemos nosotros?” Él les contestó: “No exijan más de lo establecido.” Es decir, no cobrar más del impuesto establecido, cobrar más es injusticia y robo y donde hay injusticia y robo no hay espacio para la alegría.
Unos militares le preguntaron: “¿Qué hacemos nosotros?” Él les contestó: “No hagan extorsión a nadie, ni se aprovechen con denuncias sino conténtense con la paga.” Es el mismo consejo que da a los publicanos de no violentar el orden establecido. El pueblo estaba en expectación, y todos se preguntaban si no sería Juan el Mesías; es decir, que Juan hacia su pastoral con tanta vocación y entrega que llegaron a confundirlo con Jesús, es por esta razón que él tomó la Palabra y dijo a todos: “Yo los bautizo con agua; pero viene el que puede más que yo, y no merezco desatarle la correa de sus sandalias.”
El los bautizará con el Espíritu Santo y fuego; tiene en la mano la horca para aventar su parva y reunir su trigo en el granero y quemar la paja en una hoguera que no se apaga.” La sinceridad y la entereza de Juan el Bautista es incomparable, un verdadero hombre de Dios y añadiendo otras muchas cosas, exhortaba al pueblo y le anunciaba la Buena Noticia.
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