P. Luis Alberto De León Alcántara Email: albertodeleon_011@hotmail.com
Es tan importante ir al significado de la palabra renovación que en la Biblia, “renovar” se refiere a cambiar algo a un estado nuevo y mejor. En griego, la palabra “renovar” es anakin, que es una palabra compuesta que significa kainoo, es decir, moverse de un estado presente a uno mayor. En hebreo, la palabra «renovar» es לחדש, que también significa “innovar” o “modernizar”. Es decir, a partir de la renovación, Dios nos quiere nuevos, mejores y purificados. En otras palabras, el Creador se preocupa para que seamos auténticos cristianos, hijos amados. Seres humanos capaces de optar siempre por centralizar a todo lo que somos en lo espiritual y en las realidades trascendentales.
Por eso, la renovación implica todo un proceso de oración, conversión, perdón, comprensión, entre otras realidades espirituales, que a la medida que uno se abre a la gracia divina, va experimentando y reconociendo su valor. Esto quiere entonces, que solo quien permite que Dios vaya colocando cada cosa en su lugar, se le hace posible comenzar a mirar todo desde la perspectiva de Dios. Pero si se cierra en sí mismo, no es capaz de permitir, como dice Benjamín Buelta, “Dejar a Dios, ser Dios”, se hace entonces imposible descubrir los dones y carismas que Dios les tiene preparado a sus hijos.
Siempre hay cosas que renovar, cambiar, colocar en otro lugar. Y si nos fijamos, eso es justamente lo que hacen las personas en estos tiempos. Claro, es más notorio en el exterior. De aquí el afán por pintar la casa, cambiar los muebles, decorar la sala, cocina y habitaciones. El estrés por comprar la ropa y los adornos navideños que hacen falta en el hogar. En fin, existe todo un movimiento de renovación en el ser humano cuando observa la culminación de un año.
Entonces, tengamos presente que la Navidad se aproxima, que ya pronto nacerá el Hijo de Dios. El vendrá a vivir entre nosotros. Se hará presente y pesebre en nuestro día a día. Tendrá la oportunidad de experimentar el frío, el calor; los días grises y azules, como nos toca a nosotros. De aquí que, mientras llega, renovemos todo nuestro ser, dinamicemos nuestras voluntades, hagamos realidad que Dios pueda encontrar un espacio limpio, digno y habitable en nuestro corazón. Pongamos de nuestra parte para recibir con humildad y sencillez, a Jesucristo, nuestro Salvador.
En resumen, que nuestro tiempo de renovación y cambio no se quede solo en lo exterior y pasajero, que seamos prontos en priorizar nuestra interioridad. Que nuestra paz, armonía interior y nuestra relación con Dios, no sea dejada a un segundo plano. Porque si renovamos la vida, veremos el nacimiento del Emmanuel (Dios-con-nosotros), y le encontraremos sentido a todo lo somos y tenemos. Tendremos esperanza y fortaleza para continuar luchando por un mundo diferente y habitable. Ya no viviremos de lo superficial, no centraremos la existencia en lo momentáneo y volátil, sino que nuestra mirada y nuestros pensamientos ya no serán a blanco y negro, sino a color. Sentiremos la dicha y el privilegio de ver a Dios nacer en nuestro corazón.
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