Aportes de la Iglesia Católica a la Sociedad Dominicana.
Padre Manuel Antonio García Salcedo PhD. Arquidiócesis de Santo Domingo*
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Nuestro objetivo es alcanzar una mirada objetiva a la independencia de la República Dominicana ideada y ejecutada por Juan Pablo Duarte y Diez. De familia comerciante, Duarte es bautizado en la Iglesia de Santa Bárbara en Santo Domingo, 4 de febrero de 1813. Descendiente de españoles y criollos, emigran a Puerto Rico debido a la ocupación francesa de la isla de la Hispaniola. De sus muchos viajes por cuestión de estudios académicos, nace su ideal libertario para su tierra de origen sometida a los invasores haitianos.
Duarte, al retornar a su tierra, se incorpora a la guardia haitiana y a la vez funda la sociedad secreta de la Trinitaria con el fin de terminar con la ocupación haitiana. El lema de esta agrupación, Dios, Patria y Libertad refleja la ideología de dicha agrupación independentista. Aprovechando su influencia en las fuerzas militares haitianas, Duarte logra libertades civiles para la margen oriental de la isla, la restauración del idioma español en la vida pública, la oficialización de la religión católica y la preeminencia de las costumbres hispánicas.
Meses de persecución, exilio y acuerdos hasta proclamar el 27 de febrero de 1844 la independencia de la recién llamada República Dominicana. Pero al iniciar este proyecto de nación entre luchas armadas y confrontaciones entre los diversos sectores libertarios, se demora la puesta en marcha del desarrollo comercial, educacional y cultural autóctono.
La postura del futuro Arzobispo Portes fluctuaría. desde aclamar a Duarte como Padre de la Patria, hasta confrontarlo por su negación al anexionismo y al protectorado del territorio dominicano tanto de Francia como de España. Fue expreso el rechazo hacia la carrera a la presidencia de la República de Duarte mediante la pastoral del 28 de julio de 1844 que amenazaba con la excomunión a todo aquel que se opusiera el gobierno del General Pedro Santana.
A la vez queremos afirmar que, además de intelectual, militar, literato, músico, políglota, cosmopolita y deportista, Duarte tuvo una importante relevancia en la raigambre católica de nuestra nación desde sus orígenes mismos. Su respeto y sometimiento en obediencia a la figura episcopal de la nación fue su convicción y postura en todo momento. Un nuevo exilio le esperaba junto a toda su familia.
Clérigos estuvieron involucrados en la causa por la independencia nacional, pero desde diversas posturas confrontadas. La Iglesia Católica deseaba fortalecer el respaldo de naciones que mantuvieran detrás de la frontera a los anteriores ocupantes de la margen oriental de la Iglesia. Un proyecto personal, sin ningún tipo de respaldo sólido internacional, no tenía mucho futuro. Se necesitaba dicho respaldo para la vuelta de las órdenes religiosas expulsadas y la recuperación de los bienes eclesiales que eran administrados por el Arzobispo Valera en los años previos al 1821. Por causa de la invasión haitiana los sacerdotes quedaron desprotegidos del todo, los conventos expropiados y la Universidad de Santo Domingo dirigida por el clero clausurada debido a las ideas ilustradas de los gobernantes haitianos.
Sucedido por el Arzobispo Portes e Infante, Pedro Valera sale para Cuba en 1930 ante el acoso de los haitianos. Después de la declaración de independencia del 1844, Francia y España ofertaban un protectorado y financiamiento para que se aceptase el anexionamiento.
Dicho planteamiento era incompatible con la ideología de libertad absoluta de Duarte. No fue hasta 1864, durante la guerra de la Restauración que retorna al país, pero vuelve con su familia a Venezuela donde falleció en 1876.
Tras estabilizarse y mantenerse el estado de independencia de la República Dominicana a la fecha, la población católica de la misma, y toda ella en general, reconoce la entrega de Duarte por dicha causa, así como su clara intención de que los símbolos cristianos de la Cruz, las Sagradas Escrituras y el triple lema de identidad nacional permeasen al nuevo estado soberano y libre. El nombre elegido como gentilicio de dominicano o del Señor implica la labor de los sacerdotes dominicos que denunciaron lo inhumano de la esclavitud de los indígenas y los negros traídos del África.
La familia de Duarte entendía al matrimonio de práctica sacramental, la educación religiosa y los símbolos católicos como componentes fundamentales para su quehacer y existir. Sus primeras nociones de religión, filosofía y literatura las recibe el Padre de la Patria del Sacerdote Gaspar Hernández. El juramento trinitario será una oda a la Santísima Trinidad.
Hay que resaltar que Duarte, de profunda práctica religiosa, como intelectual y hombre acostumbrado a la variedad de cultura, viajes, lectura y vida acomodada asumió la libertad de conciencia y la tolerancia a los diversos cultos siempre y cuando estos nos estuviesen enfrentados con las buenas costumbres, la moral católica y la caridad con los desfavorecidos.
La devoción de Duarte a la Virgen María fue inculcada por su madre, Doña Manuela Diez, bajo la advocación de la Altagracia, cuya imagen inspirara los colores y forma de la bandera dominicana de impronta francesa.
Cercano en la infancia a los sacerdotes, el entonces Padre, Tomas Portes e infante, José Antonio de Bonilla quien le enseñó Sagradas Escrituras y portugués, y el sacerdote Santo Gervis, se plantea Duarte dos veces la vocación al sacerdocio, que deja de lado por la ideal de ver a su patria independiente tal como acontecía con el resto de las naciones del continente bajo un régimen republicano.
Tras décadas de debate de un supuesto enfrentamiento entre Duarte y la Jerarquía Católica criolla, la conclusión es que el Padre de la Patria no podía traicionar sus creencias, filiación y devoción por la Iglesia que busca salvaguardar el bien y el desarrollo de la nación, y de toda nación en la que ella se encuentre al servicio de sus ciudadanos y sus mejores valores culturales autóctonos.
Como los hombres grandes, Duarte termina sus días en el anonimato, con un bajo perfil, sacrificando la mayor parte de su vida por el bien de los suyos y con fe católica sencilla y firme en la Santísima Trinidad y la Virgen María, tal como la profesa la Iglesia Católica. *El autor es Licenciado en Teología Histórica, investigador de Historia de la Iglesia Dominicana y Doctor en Teología Católica.
*Doctor en Teología Católica
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