Por P. Wilkin Castillo, San Juan de la Maguana
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Seguimos avanzando en esta experiencia de Dios, hoy séptimo (VII) Domingo del Tiempo Ordinario, sin dudas un privilegio poder profundizar, interpretar, meditar la palabra de Dios, aquella que engendra vida en nosotros y nos da un aliento eterno y renovador.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “A los que me escuchan les digo: Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian, bendigan a los que los maldicen, oren por los que los injurian.” Este mandato evangélico es difícil de digerir, en un mundo en donde muchas veces devolvemos lo que recibimos de los demás, amar a los enemigos es para personas maduras, con autoestima alta, sin ningún tipo de orgullo, personas tocadas profundamente por el Espíritu Santo.
“Al que te pegue en una mejilla, preséntale la otra; al que te quite la capa, déjale también la túnica.” Es de valiente asumir una actitud semejante y tan exigente, como presentar la otra Melilla, en un mundo caracterizado por la violencia y el desquite en el amplio sentido de la palabra. “A quien te pide, dale; al que se lleve lo tuyo, no se lo reclames.” En un ambiente marcado por tantas necesidades es una bendición el encontrar personas solidarias que saquen tiempo para pensar en los demás y mas aun que sean capaces de compartir lo que tienen con estos que no tienen nada por diferentes circunstancias de la misma vida.
“Traten a los demás como quieren que ellos los traten.” Yo parafraseando un poco diría que a los demás debemos tratarlos como nos gustaría que nos traten a nosotros, pues por lo general nos gusta que nos traten bien y reconozcan la dignidad que tenemos como hijos de Dios.
“Pues, si aman sólo a los que los aman, ¿qué mérito tienen? También los pecadores aman a los que los aman. Y si hacen bien sólo a los que les hacen bien, ¿qué mérito tienen? También los pecadores lo hacen.” Es decir, que la vida cristiana es romper los esquemas tradicionales de cómo se ven las cosas y como se han llevado dichos procesos tradicionales.
“Y si prestan sólo cuando esperan cobrar, ¿qué mérito tienen? También los pecadores prestan a otros pecadores, con intención de cobrárselo.” El mérito y la confianza están en prestar a aquellos que no siempre saben cómo van a pagar, ya que viven del día a día y de lo que la divina providencia les dispare en el devenir de su propia existencia.
“Amen a sus enemigos, hagan el bien y presten sin esperar nada; tendrán un gran premio y serán hijos del Altísimo, que es bueno con los malvados y desagradecidos.” El premio y la recompensa no lo debemos esperar de los demás, es esperarlo todo de Dios, aquel que nos da lo que realmente necesitamos y merecemos.
“Sean compasivos como su Padre es compasivo; no juzguen, y no serán juzgados; no condenen, y no serán condenados; perdonen, y serán perdonados; den, y se les dará: les verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante”. Que la compasión de Dios la abracemos y la manifestemos con aquellos que más nos necesitan y que quizás son los que menos la merecen. “La medida que usen, la usarán con ustedes.” Usemos una medida justa, ya que esa misma la usaran con nosotros.
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