Por Leonor María Asilis Elmudesi

Un día San Agustín paseaba por la orilla del mar dando vueltas en su cabeza a muchas de las doctrinas sobre la realidad de Dios, una de ellas la Santisima Trinidad. De repente, alza la vista y ve a un hermoso niño, que está jugando en la arena, a la orilla del mar. Le observa más de cerca y ve que el niño corre hacia el mar, llena el cubo de agua del mar, y vuelve donde estaba antes y vacía el agua en un hoyo.
Así el niño lo hace una y otra vez. Hasta que ya San Agustín, sumido en gran curiosidad se acerca al niño y le pregunta: «Oye, niño, ¿qué haces?» Y el niño le responde: «Estoy sacando toda el agua del mar y la voy a poner en este hoyo». Y San Agustín dice: «Pero, eso es imposible». A lo que él respondió: más imposible es que comprendas el misterio de la Santísima Trinidad».
Y justamente es la fiesta que celebramos este domingo 15 de junio:
«La Santísima Trinidad», misterio divino e incomprensible, la expresión más profunda del amor de Dios por nosotros.
Un solo Dios en tres personas divinas —el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
Este gran misterio no es para entenderlo, es para asumirlo.
Y al meditarlo se nos invita a vivir en comunión con Dios en sus tres personas y entre nosotros.
El Padre es la fuente de toda bondad, el origen de la creación y la manifestación del amor en su máxima expresión. El Hijo, Jesucristo, se nos revela como el amor hecho carne, cercano a nuestras heridas y nuestras alegrías, quien nos invita a participar en esa misma vida divina. Y el Espíritu Santo, ese consuelo y guía, nos capacita para vivir como hijos de Dios, en comunión y en amor.
Este misterio, luminoso nos invita a mirar con fe más allá de lo visible, a reconocer la presencia de Dios en nuestro día a día y a dejarnos transformar por ese amor comunitario que es la Santísima Trinidad.

Dejémonos envolver por su belleza en la oración, en los sacramentos y en la vida cotidiana. La Santísima Trinidad es la fuente de nuestra alegría, esperanza y misión.
La Santísima Trinidad es uno de los misterios más profundos y centrales de la fe cristiana, motivo de reflexión y adoración a lo largo de los siglos.
La comprensión plena de este misterio excede nuestras capacidades humanas.
San Juan Pablo II profundizó en esta verdad al afirmar que “el amor que Dios Padre tiene por su Hijo y que a su vez es respondido por el amor del Hijo, se comunica en el Espíritu Santo y hace de la Trinidad la fuente de toda vida y amor en el universo.”
Finalmente, el Catecismo de la Iglesia Católica reafirma esta comprensión con claridad: «Dios es uno en su ser y en su vida, en su misericordia y en su amor: es una comunidad de personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo.” (CIC, 251)
La reflexión sobre la Santísima Trinidad nos invita a adentrarnos en el misterio de Dios, que es una comunidad de amor perfecta, y a vivir esa comunión en nuestras propias vidas.
Quiero terminar intentando aplatanar este misterio contemplando y haciendo una analogía del mismo con el coco. Veamos:

El coco, que es una fruta que tiene diferentes partes, y así ayudarte a entender cómo una sola esencia puede estar en tres personas distintas pero unidos en un mismo Dios.
1. La corteza del coco: Es lo que vemos por fuera, la parte externa. Es una capa que cubre todo, y que protege lo que hay dentro. En esta analogía, la corteza representa al Padre, porque es como la fuente, la que envuelve y cuida, siendo la raíz de todo.
2. El líquido del interior (agua de coco) Es lo que está en el interior, y es la sustancia que podemos beber, la parte más valiosa para nosotros. Representa al Hijo, porque es la presencia visible y tangible del amor de Dios hecho carne, en Jesucristo, que vino a mostrarnos cómo es Dios en acción, y que podemos «beber» y vivir ese amor.
3. La carne o la parte sólida dentro del coco*ñ: Es lo que está justo en el interior junto al agua, la parte que se come, todo en total unidad. Esto simboliza al Espíritu Santo, que llena todo ese espacio interno, guiando y acompañando a los creyentes, ayudándonos a vivir en esa misma unión y amor.
¿Y qué nos enseña esta analogía?
– Que, aunque son diferentes en sus funciones y características (corteza, líquido, carne), todos forman parte del mismo coco, del mismo Dios.
– Que cada parte cumple un rol distinto, pero juntas forman un solo ser. La corteza, el agua y la carne no son independientes, sino que están integrados en un solo coco, igual que el Padre, Hijo y Espíritu Santo en un solo Dios.
Y termino con una frase hecha poesía:
«El amor en la unidad es lo que procura siempre la Santísima Trinidad».
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