"Todos o
ninguno". Ahora contra el coronavirus. Todos a remar. Imprescindible. Cada
uno en su sitio, con su remo.
"O todos o
ninguno" (B. Brecht). ¡Qué
verdad tan tangible hoy! Porque si hay un solo contagiado de coronavirus, en China, en España,
en Estados Unidos, en Chad, en Chile, todos estamos en peligro. "Todos o
ninguno". Todos seguros, todos vacunados, todos limpios; o todos
amenazados, todos confinados, todos temerosos. Todos en la maldita lista del
virus como su siguiente objetivo fatídico.
"Todos o ninguno"
se traduce todos y cada uno. Cada sanitario que sale a
trabajar, que aplica sus conocimientos, su profesionalidad, su empatía con los
enfermos. Cada transportista que
hace que lleguen mercancías, suministros, alimentos. Cada técnico que asegura el
funcionamiento de las telecomunicaciones, de la red de Internet, hoy
imprescindible. Cada
trabajador que confecciona material sanitario: mascarillas,
batas, respiradores. Cada fábrica que
sigue activa, produciendo medicinas y productos de higiene. Cada tendero y cada cajera que
mantiene la cadena de distribución de los bienes básicos. Cada policía que asegura el
cumplimiento de las medidas y evita el pillaje. Cada
trabajador de la funeraria, que acompaña con respeto y estupor
momentos de una desolación indescriptible, un desconsuelo abrumador en medio de
la impotencia. Cada familia que
se queda en casa, con niños, con abuelos, sin saber cómo pagarán la hipoteca,
las deudas, la alimentación del próximo mes. Cada palabra de consuelo y de
ánimo. Cada lavado de manos. Cada escucha con empatía. Cada cesión en una
convivencia continua, impuesta, aceptada, exasperante por momentos. Cada
oración desde las entrañas compasivas, llenas de nombres, angustias, gritos,
clamores y lágrimas.
Cada político que no piensa en las elecciones, en el rédito, en la ideología
del partido, sino en todos los
ciudadanos. Cada político que dice la verdad, que reconoce los errores
cometidos, que no entra en el insulto y la descalificación, que no se jacta de
haber hecho todo siempre bien y la altura. Cada político que prescinde de
autojustificaciones y ofrece soluciones. Cada político que toma decisiones difíciles, que se deja
aconsejar por los técnicos. Cada político que antepone el bien común a
cualquier ideología partidista, al beneficio de los "nuestros",
frente a los "otros". Cada político que no se encierra en «nuestro
programa», sino que se atiene al sentido común, a la cordura.
Y así diariamente,
interminablemente, cada hora, cada
minuto. Estamos aprendiendo una verdad esencial: «todos o ninguno».
Por eso cada aportación, cada gesto, cada sacrificio, cada granito de arena cuenta, suma.
Suman las donaciones, las transformaciones de las fábricas, las bolsas dejadas
en la puerta del vecino, las llamadas telefónicas, la calma ante el pánico y la
alarma desbocada. Suma seguir en el trabajo en «lo que se puede», con empeño,
con
creatividad, reajustando,
aprendiendo, contribuyendo al conjunto. Suma aportar por estar en la parte que
construye, cuando hay tantas razones para criticar, derribar, protestar y
exigir. Suma imponerse una rutina, suma hacer ejercicio en casa. Suma saber reír y llorar lágrimas de amor y
esperanza.
La sociedad civil, la inmensa mayoría de los españoles están dando
una lección: de humanidad, de responsabilidad, de coraje, de civismo, de
solidaridad, de altura de miras, de capacidad de sacrificio, de ejemplaridad
moral. Y algunos colectivos, como el sanitario, una lección de
matrícula de honor. Porque ellos saben, mejor que nadie, aunque ahora todos los
sabemos "todos o ninguno". Cada día cae esa responsabilidad sobre la
abuela, el adolescente, el niño el enfermo, el contagiado, el que está en
cuarentena preventiva, el empresario que no puede abrir su negocio, el que debe
salir de casa aun a riesgo de exponer, día a día, a los suyos.
No pensemos que el
coronavirus es nuestro problema, el de España, el de la Unión Europea, el de
nuestro entorno, el que pone en jaque nuestro bienestar de primer mundo,
amenazado por la crisis económica
mundial de órdago, día a día más tenebrosa. "Todos o
ninguno". El virus vino de lejos, de muy lejos, de China. Mientras siga
activo, sea donde fuere, no estamos salvados, no estamos seguros, libres de
amenaza. Aunque la pandemia ahora se ceba en Estados Unidos y en Europa,
especialmente en Italia y España, el daño en los países
con menos recursos sanitarios, mayor hacinamiento de la población y
menores condiciones de higiene en los barrios pobres, como son las grandes
urbes de América Latina, de África, de la India, es potencialmente mucho mayor.
"Todos o ninguno". Si Italia no supera la crisis, España tampoco, y
la Unión Europea tampoco. No podemos aislarlos indefinidamente. Pero si América
Latina, África y la India no la superan, Europa, Estados Unidos, todos
seguiremos bajo la amenaza del virus. «Todos o ninguno».
Es la
hora de responsabilidad solidaria. De caer en la cuenta de lo que
significa la unidad del género humano a nivel planetario. No tenemos otro
planeta, limpio de coronavirus, en el que habitar. El planeta es la casa común,
la única barca, en la que navegamos durante toda nuestra existencia. No seamos tan necios como para pensar que una
vía de agua en la popa no nos afecta a los pasajeros de la proa. Que
los pasajeros de primera clase somos inmunes a las enfermedades y desventuras
de la tercera clase. ¡Qué estupidez tan grande! Como pensar que en España no
iba a pasar lo que en Italia, que en Gran Bretaña no iba a suceder lo que en
España, que en Estados Unidos no iba a suceder lo que en Europa.
"Todos o ninguno".
Ahora contra el coronavirus. Todos a remar. Imprescindible. Cada uno en su sitio, con su remo.
"Uno solo no puede salvarse" (B. Brecht).
Gabino
Uríbarri Bilbao, SJ, es profesor de
lacUniversidad Pontificia Comillas y miembro de la Real Academia de Doctores de
España.
(Tomado de Elmundo.es)
Hechos que
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Mons. Francisco Ozoria comparte reflexiones en torno a
al momento de crisis que vive nuestro
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