AIRE96FM

25/12/2025

Mons. Manuel Ruiz: “Pedimos a los files a que abran sus casas a Dios, no ignoren su mensaje y vivamos en paz y armonía”

Equipo de redacción: Stella Maris

SANTO DOMINGO ESTE.  El Obispo de la Diócesis Stella Maris, en Santo Domingo Este, monseñor Manuel Ruíz de la Rosa, envió este jueves en la homilía del 25 de diciembre, fecha en que se celebra la Natividad, que la vida de hoy tiene mucha prisa, con muchas distracciones y lo principal, lo fundamental está en atender el llamado de Jesús que se expresa de diversas maneras.

Hablando ante cientos de fieles congregados en la Catedral Stella Maris, afirmó que cuando Dios llegue a tu casa, favor abrirle las puertas, evitar todo tipo de distracción en estos tiempos. “En el pasado lo hizo a través de pasajes históricos, hoy tiene mil maneras de comunicarse y lo hace a través de su hijo”.

Dijo Monseñor Ruiz de la Rosa que: “La carta a los Hebreos recoge la historia de la revelación y la conduce a su cima: «Dios habló muchas veces… pero ahora nos ha hablado por el Hijo«.

Y abundó:  El Hijo es resplandor de la gloria del Padre, imagen perfecta y heredero universal. La Navidad proclama esta verdad: Dios no envió solo palabras; se entrega en persona. La Palabra eterna se hace carne en María para elevarnos y hacernos hijos en el Hijo.

En el prólogo de San Juan revela el misterio desde la eternidad: el Verbo de Dios se hace carne y acampa entre nosotros. La luz vence a la noche, la gloria se hace visible, la gracia toma rostro humano. La Navidad no narra sólo un nacimiento: revela un amor singular que se acerca para divinizar lo humano.

Dijo que muchas veces Dios envía mensajes a las personas y estos no los escuchan.  Jesús habla de muchas maneras y hay familias que no se dan cuenta cuando Dios los está orientando y brindándole su palabra.

Apuntó que la luz llegó a este mundo, fue a tu casa, pero la tiniebla y la familia, no la escuchó y no la recibieron.

“Traten que sus familias no estén en esa lista de los que no escucharon a Jesús, vamos a recibirlo para que Jesús viva para siempre en tu casa, para que éste lo oriente, los guie, vamos a abrirle el corazón para que siempre reine en nuestras familias”, opinó Mons. Ruiz de la Rosa.

Sostuvo que Dios hace muchos esfuerzos para comunicarse con la gente, envía mensajes por escrito y no lo entienden, lo mismo que el maestro cuando pone un video a los alumnos, pero esos no lo asimilan. Su cerebro está concentrado en sus redes sociales y no en la palabra de Dios.

“Vamos a evitar las distracciones que tiene las sociedades de hoy, muchas veces los cerebros se ponen en automáticos y muchas veces se colocan una media en los dos pies o tratan de subir a un vehículo que no es el suyo en una plaza comercial, es hora de concentrarnos y mirar a Jesús y su Padre”, agregó el Mons. Ruiz.

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NAVIDAD: POBREZA QUE SE VOLVIÓ RIQUEZA

P. Luis Alberto De León Alcántara Email: albertodeleon_011@hotmail.com

Jesús nace en el frío, en la soledad de la noche, en la oscuridad de la vida. Su Encarnación se efectúa, desde el punto de vista de la naturaleza, en el tiempo donde los árboles se quedan desnudos a causa del otoño y de la llegada del invierno. El Hijo del Rey del Universo, el primogénito de todo lo creado, en el cielo y en la tierra, crece en la humildad, en un pequeño pueblo de Nazaret de Belén, en un corral de animales.  

Dios nos sorprende a todos, nos deja sin palabras con sus acciones, y su lógica no es entendida por la nuestra. Pues, ante el nacimiento de Jesucristo, aparecen muchas preguntas que merecen respuestas: ¿cómo es que Dios siento el Todopoderoso, permite que su propio Hijo nazca en la miseria?, ¿por qué no nació Jesús en un palacio real o en una cuna de oro?, ¿a qué se debe la persecución que sus padres, María y José, tuvieron que vivir a lo largo de sus primeros años de su niñez?, ¿qué buscaba Dios, cuando permitió que su Hijo naciera en la pobreza y no en la riqueza, como lo esperaban los judíos?

Las respuestas a esas preguntas anteriores se encuentran de manera general en lo expresado en el libro del Isaías 55, 8 cuando el profeta afirma: “Porque no son mis pensamientos vuestros pensamientos, ni vuestros caminos son mis caminos”. En otras palabras, el plan de Dios no depende de nuestros criterios humanos; no hay necesidad y tampoco debe serlo, de que Jesús tuviera que venir como nosotros lo imaginábamos. Además, recordemos lo que dice la santa Teresa De Jesús: “Dios escribe derecho con renglones torcidos”. Es decir, es capaz de utilizar lo que humanamente es imposible o difícil de creer y hacer maravillas ante nuestros ojos.

Ahora bien, la gran enseñanza de todo esto es el hecho mismo de ver más allá de lo puramente observado desde lo material, y enfocar nuestra mente en lo sublime de Dios. Pues, el gran valor del nacimiento del Hijo de Dios es justamente que teniéndolo todo, decida nacer sin nada y se someta a las leyes humanas, e incluso, todavía más, tomar la decisión de habitar en el pecado sin ser pecador.

Dios ha cambiado nuestra lógica con su lógica de amor. Lo esperábamos con un espectáculo, anunciado con bombos y platillos, entre luces y fuegos artificiales, pero prefirió nacer en el anonimato, sin llamar a la atención; fue esperado por unos pocos e ignorado por muchos. Sin embargo, al final, nos ha enseñado a valorar lo mucho en su nada, nos hizo ser agradecidos con lo que tenemos cuando se presentó en nuestro mundo carente de lo básico para vivir. Por eso, con su pobreza, nos ha enriquecido; ha hecho que elevemos nuestras miradas al cielo y seamos capaces de reconocer que para tenerlo todo, hay que quedarse sin nada, para luego encontrarse con Dios, que es nuestro todo, en medio de nuestra nada.

ENTRE LUCES Y LAS SOMBRAS NACERÁ EL SEÑOR

ESPERANDO AL QUE NACERÁ

ADVIENTO: ESPACIO PARA LLEGAR A LA NAVIDAD

LA PRIMERA SIEMPRE VA PRIMERO

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24/12/2025

NAVIDAD CONTAMINADA

Todos los clérigos hacemos muchos reproches a la Navidad, la nuestra, no a la de Jesús.

La gente ya no felicita la Navidad, nos desea unas Felices Fiestas, fiestas de invierno, fiestas sociales, fiestas gastronómicas…pero sin protagonista predeterminado, sin Jesús.

Acabo de visionar una felicitación de un buen ex -alumno, un corto vídeo en el que desea Felices Fiestas en veinte idiomas mientras dos personas van decorando dos árboles de Navidad. Nada invita a pensar en la Navidad de Jesús. Felicitación para paganos, no para creyentes.

Todo lo que tocamos los hombres lo contaminamos y así la Navidad se comercializa, pierde el sentido original y religioso y se vive sin la pasión de Dios por el mundo y los hombres.

Los cristianos, nosotros los aquí reunidos, los que no hemos perdido aún la memoria pasamos de la guerra de la Navidad contaminada y nos centramos en la Navidad de Jesús.

“El lugar de Dios es el mundo” dice el P. Chenu. Y cuando llegó el momento culminante Dios pronunció una palabra, sólo una, Jesucristo. Y esta palabra llena la Navidad, la primera, la de Belén, la del gran escándalo del amor de Dios, y todas las Navidades que celebramos a lo largo de la historia.

Dios quiere estar entre nosotros y se hizo presente no por medio de una carta anónima o de un representante insípido, sino que vino en persona, en Jesucristo.

Es el misterio de la Encarnación. Hacerse carne, la nuestra, y nació de María. Dios necesitaba y quería tener un cuerpo.

Dios quiso demostrarnos que ser humano, con todas las limitaciones que conlleva, bien pensado no es tan malo.

Al compartir nuestra vida, lo sepamos o no, lo queramos o no, introdujo en el mundo un espíritu nuevo, un programa nuevo.

En una ocasión un cura visitaba a una familia y al abrir el ascensor encontró un niño de siete años con su mochila sentado en el ascensor.

¿Qué haces ahí sentado? Es que no doy el peso, contestó el niño. Entonces el cura cayó en la cuenta de que hay ascensores que no funcionan con un peso menor de 25 kilos.

El cura pulsó el ascensor y ambos subieron a sus casas.

Esto es también la Navidad. Los hombres no damos el peso para ascender a lo alto, para subir hasta Dios. La Navidad es Dios que baja hasta nosotros para que juntos podamos ascender hasta la casa de Dios.

Dios con nosotros en esta Navidad de la crisis nos invita a vivir la religión de Jesús, su Año de Gracia, su amnistía de todas nuestras deudas.

Todos hemos contaminado la Navidad de Jesús con la superficialidad de nuestras ideas raquíticas, nuestros ritos sensibleros, nuestras felicitaciones vacías…

Hoy es la noche y el día de recordar, acoger y meditar la única palabra pronunciada por Dios desde el principio: Jesucristo.

 (Parroquiadelmundo.org)

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Un tiempo para alojar y desalojar

Ángel Gomeraangelgomera@gmail.com

La navidad es un tiempo de expectativas y esperanzas; una oportunidad para reajustar las emociones y tomar la decisión valiente de enriquecer o empobrecer tu existencia; es también una época para alojar o desalojar cosas de la posada interior, si así te lo propones.

Por tanto, esta temporada trae consigo una serie de efectos en nuestras vidas que pueden ser tanto positivos como negativos, que van más allá de las luces brillantes de colores, de las casas bien decoradas, de encuentros familiares, de muchos gastos, endeudamientos, de ruidos y felicitaciones por doquier, de calles entaponadas y degustaciones culinarias.

Es que la navidad posee un potencial dual interesante; por ser un catalizador impresionante y mágico para el cambio positivo, la innovación y el crecimiento, impulsando la superación personal y la mejora continua desde la profundidad del alma. Sin embargo, también dependiendo de cómo se asuma o decida vivir esta época, puede conllevar el riesgo de generar discordia, sufrimiento o lamentaciones, si no se maneja con prudencia, humildad y una perspectiva constructiva hacia la supremacía del bien.

Cabe preguntarnos ¿Qué debemos desalojar de nuestras vidas en esta navidad? 

Existen personas que se sienten hundidas y pérdidas en un laberinto existencial y no encuentran soluciones a sus problemas. Viven atrapadas en un mundo de apariencias y se dejan cautivar por la corriente del consumismo y la inmediatez: el aquí, el ahora, lo fácil y el camino más corto o buscar atajos para llegar a un fin. Entienden que la avaricia por el poder y el afán desmedido por el dinero es el camino; pero resulta ser la desgracia.

Asimismo, están dispuestos a cualquier cosa y ser protagonistas de cualquier escándalo con tal de ser influencers o tener un poco de fama, de likes o ser ¨popular¨. Esa búsqueda afanosa y desmedida lo explica muy bien San Juan Enrique Newman, cuando se refiere a un ídolo con tanta vigencia en este tiempo: ¨la notoriedad, el hecho de ser reconocido y de hacer ruido en el mundo; el cual ha llegado a ser considerada como un bien en sí mismo, un bien soberano, un objeto de verdadera veneración¨.

Y esto dicho con anterioridad, impulsa a caer en el juego de la posfelicidad, una mutación de la verdadera felicidad. El problema es que esta nueva concepción de la posfelicidad, como muy bien lo explica José Carlos Ruiz en su libro ¨Incompletos. Filosofía para un pensamiento elegante¨, condena a la persona a la búsqueda constante de una felicidad que nunca podrá darse en la individualidad narcisista – hedonista de quien se siente desligado de todo deber, y a la vez depende patológicamente de la opinión de los demás. Porque la posfelicidad no permite una evaluación en manos del propio sujeto, sino que necesita ser reconocida por la comunidad.

Para no divagar, respondiendo a la pregunta, para poder desalojar hay que combatir con todos esos sentimientos o comportamientos contrarios al verdadero sentido de la navidad, como el desaliento, el resentimiento, la depresión, el miedo, las dudas, el pesimismo, el desánimo, entre otros; los cuales son tristes peregrinos que merodean y buscan hospedaje en nuestra casa interior; queriendo demostrar que la felicidad no existe.

Aquí la conclusión que debemos arribar en esta navidad es trabajar el ¨yo¨. Ese ¨yo¨ que ve a los demás como planetas dando vueltas en torno a sí. Como decía un sociólogo, todo lo que rodea a ese individuo es como si fueran prótesis. Vale en tanto en cuanto le ayuda. Cuando eso que le rodea no ayuda ni favorece el bienestar del “yo”, sencillamente lo tira.

Por tanto, está en cada uno de nosotros aprovechar esta época para reflexionar y así poder identificar en lo particular esas cosas negativas que debemos sacar de nuestro diario vivir; que este proceso sea realizado desde la honestidad y no desde la imposición.  Si eso que estás haciendo no resulta en beneficio directo y tangible de la calidad de tus relaciones con los demás; si esto lo haces solo para sentirte bien tú, eso no es correcto. Es tiempo de desalojar esa actitud.

Es bueno hacer una parada por un momento, es oportuno abrir espacio para ti y tu familia, los problemas no se van a ir, las preocupaciones allí seguirán, pero por lo menos si te decides, recargarás fuerzas para seguir adelante como peregrino de esperanza. Hay que recordar que “La esperanza no defrauda”: no se trata de “no hacer nada”, es de ponerse en camino. Es tensión entre lo ya experimentado y lo que falta por recorrer.

¿Y qué debemos alojar en nuestras vidas en esta navidad?

Para responder a esa pregunta, necesariamente debemos situarnos primero en el siguiente texto bíblico: “Y mientras estaban allí le llegó el tiempo del parto y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en la posada.” (Lc 2,6-7).

Impresionante leer como San Lucas describe el nacimiento de Jesús; nos mueve a imaginar cada situación o escena que nos pudieran completar los hechos en perspectiva: el trajín del viaje, el sudor atiborrando los poros por tan larga travesía, el polvo del camino, el paso de una mujer embarazada, un peregrinaje muy agotador y para el colmo no encontrar alojamiento para descansar.

Figurar como crecía en ese momento la incertidumbre, la angustia con cada portazo que recibían en Belén; ver en José y María el cansancio agarrado de la mano con la perturbación que se acrecentaba en cada instante; y entonces tuvieron que irse a un establo; aquí cabe suponer el silencio de las últimas escenas del parto, el aroma no agradable de aquel lugar; sin embargo, el rey del universo nace entre los animales, porque en el pueblo de Belén, no hubo espacio para Él. Aún así, aquel lugar da acogida a la esperanza que no muere; se vistió de hermosura divina y de grandeza en la humildad.

Si regresamos a este tiempo, al ahora, al aquí, luego de realizar ese ejercicio imaginativo; creemos que la respuesta de que debemos alojar o quien debemos alojar en nuestras vidas en esta navidad, está a nuestro alcance: Jesús, el que le da el verdadero sentido a la navidad. Solo basta en convertirnos en pesebres vacíos puramente necesitados de darle a Él alojamiento y así se nos instale dentro y llene nuestras carencias. Si Cristo nace en nuestros corazones; entonces nuestras vidas, tendrá un nuevo comienzo. Hay que recordar que Él no despreció un establo ni un pesebre, tampoco va a despreciar nuestros corazones.

San Agustín nos comparte una frase oportuna para alojar al Niño Jesús: «Debes vaciarte de aquello con lo que estás lleno, para que puedas ser llenado de aquello de lo que estás vacío». A veces nos llenamos de tanto y lo más importante se queda fuera. Navidad es tiempo para abrir espacio para lo más importante y tiene mucho que ver con aprender a estar y vivir juntos en la solidaridad, abnegación y la participación en causas mayores más allá de nuestro mundillo egoísta.

Para alojar el amor y la plenitud de Dios, primero debemos despojarnos de las cosas banales y vacías que nos convierten en vertederos acumuladores o zombies vivientes y así abrir espacio para que Dios llene nuestro corazón inquieto con su verdadera alegría, gracia y propósito.

El Autor es abogado.

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La deforestación, crónica de una muerte anunciada

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Cuidado con el síndrome de la mecha corta

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22/12/2025

El sentido de las normas morales en la vida del hombre

Por Welington Galván Castillo

A la luz del Evangelio de Lucas 6, 1-11

La reflexión que presentamos a continuación es un claro ejemplo de que pretendemos manifestar que lo propio de cada ser humano a la hora de actuar, sus acciones deben apuntar hacer el bien. Las normas morales nos pueden bien favorecer para ello, pero también pueden convertirse en espada de doble filo, ya que nos podemos empoderar de ellas más para juzgar, señalar, que para comprender y colocarnos en el zapato de los demás.

Para fundamentar nuestra investigación, presentamos un objetivo general y algunos específicos; una justificación de por qué resulta interesante presentar algunos escoyos acerca de las normas morales en la vida del hombre y la mujer. Para hacer más amena la lectura, nos planteamos algunas preguntas, las cuales te ayudarán cuestionarte, pero no queda ahí, brindamos respuestas a dichas preguntas, pero te invitamos a que hagas el ejercicio de interiorizarlas, pensarlas y buscar en ti tus propias respuestas y luego confrontarlas con la que encontrarás más adelante.

Presentar el sentido de las normas morales en el hombre a la luz de la palabra de Dios, específicamente en el Evangelio de Lucas 6, 1-11, tiene un objetivo fundamental, descubrir a quien se debe preferenciar a la hora de hacer el bien. Dicho Evangelio nos brindará grandes luces y descubrir que ciertamente tenemos un referente, a la hora actuar, Jesús es nuestro referente, hoy, mañana y siempre. Es quien no deja de manifiesto quién es más importante el ser humano o la ley-norma moral.

Un aspecto fundamental pretendemos desarrollar:

Profundizar en el concepto de las normas morales y su repercusión en la vida del hombre, teniendo a la base la Palabra de Dios (Evangelio de Lc. 6, 1-11), presentar la importancia en las normas morales en sí misma y determinar ¿qué está primero o qué es más importante, el hombre o las normas o leyes morales? A través del cual preendemos:

  • Ofrecer algunas definiciones sobre el concepto de normas morales y su efecto en la vida del hombre.
  • Leer y extraer las normativas morales contenidas en el Evangelio de Lc. 6, 1-11, y determinar a qué es más lo importante.
  • Presentar consideraciones, argumentaciones reflexivas de acuerdo al tema en cuestión, para fijar mi postura en cuanto a lo que persiguen las normas morales y ciertamente determinar quién es más trascendente, las normas morales o el ser humano. 

Punto de partida

Bien sabemos que las normas morales no estás escritas tácitamente en ningún libro, como las leyes jurídicas, por ejemplo, no hay autoridades específicas que nos obliguen a cumplirlas, pues se cumplen por convencimiento. Cuando obedecemos normas morales, como por ejemplo cumplir la palabra que hemos dado, decir la verdad, aunque duela, y lo hacemos de forma libre y consciente, ¿por qué lo hacemos?, ¿dónde está el origen del convencimiento y el acatamiento de esas normas? Es por tal razón que cuando uno realiza una acción moralmente correcta, por convencimiento propio de que es lo que debe hacer, entonces decimos que esa persona posee autonomía moral. Este tipo de persona, no se guía por meras opiniones personales, sino que racionalmente y, por propia voluntad, asume como propios los valores y normas de la sociedad en la que vive.

Con este trabajo pretendemos enfatizar la importancia, que a la hora de accionar,  importanticemos a la persona humana, actuemos en favor de la vida, realzar la vida. Reconocemos que las normas morales son fundamentales, importantes para humanizarnos en nuestras relaciones con nosotros mismos, con Dios, con la naturaleza y con los demás, pero al momento que se quiera imponer algún comportamiento pierden su razón de ser, su finalidad. Ante la posibilidad de hacer un bien, no han de detenernos las normas.

  Queremos motivar, dando algunas pistas que ciertamente no podemos perder de vista a la hora de actuar, hacer el bien sin mirar a quien, a que hagamos uso de los dones que hemos recibido, siendo responsables, compromisarios con la misión que se nos ha encomendado, dar vida.

En el aquí y el ahora, estamos más que convencidos que hablar del sentido de las normas morales y sus repercusiones en la vida del ser humano siempre será de suma importancia, ya que lo propio de cada hombre es transmitir, mediante sus actos y comportamiento, lo mejor de sí. Siempre actuaremos, y con mucha seguridad manifestamos que siempre habrá humanidad que actúe, poniendo en práctica lo que se le ha transmitido. En la persona de Jesús encontramos un claro ejemplo de que en nuestros actos lo más importante es levantar al caído. Jesús es y será un ser-paradigma muy actual, por ello, es la figura referente en el tema en cuestión presentado. Nuestros actos en él se justifica, por ello echar de lado la norma en su nombre para hacer lo correcto, no estaremos equivocados en ningún momento.

Considero importante, antes de profundizar en el sentido que tienen las normas morales en la vida del ser humano, hacernos algunas interrogantes para dilucidar algunas ideas al respecto, que a la vez nos ayudarán a tener mayor claridad en la comprensión del tema en cuestión, tales como ¿Qué son las normas morales?, las características ¿Cuándo surgen las normas morales?, ¿Qué exige?, ¿Qué persiguen?, ¿Cuál es el objetivo de éstas? y de dichas normas.

Como bien sabemos, las normas morales se corresponden a los principios morales, como respeto, tolerancia, solidaridad, no robar, no matar, etc. y su objetivo es la convivencia pacífica y solidaria dentro de la sociedad. Una persona con altos valores morales promoverá el respeto al hombre, la cooperación y comprensión, una actitud abierta y de tolerancia, así como de servicio para el bienestar común. Sigamos profundizando, desglosemos el concepto de: normas morales.

De acuerdo con lo que nos dice José Román Flechala palabra “norma” es antigua, pero apenas se la encuentra en el vocabulario tradicional de la exhortación, la catequesis o la reflexión moral de los cristianos. El lenguaje tradicional cristiano prefería hablar de ley y de mandamientos, o también de vías y de virtudes. De hecho, la palabra norma no ha comenzado a ser empleada de forma constante más que a partir de comienzos del siglo XIX, gracias al idealismo voluntarista kantiano. Son consideraciones que en determinado grupo, al quedar de acuerdo, promueven para sean puestas en práctica a la hora de comportarnos en la sociedad, busca educarnos, normar nuestra conducta. En tanto, el concepto moral o moralidad (del latín mos, moris, costumbre y de ahí moralis relativo a los usos y costumbres) son las reglas, posicionamientos, normas o consensos por las que se rige y juzga el comportamiento o la conducta de un ser humano en una sociedad (normas sociales).

En definitivas las normas morales, son las que expresan el orden imperativo que cuestiona e interpela a la conciencia, y establece la verdad y el valor de las relaciones del hombre consigo mismo, con los demás, con la naturaleza y con Dios. En caso de no ser cumplida de buena manera la acción es cuando acontece el remordimiento. Por ejemplo, ayudar a un ciego a cruzar la calle, dar alimento a un necesitado, decir la verdad, curar un enfermo etc. éstas por su razón de ser, poseen ciertas características:

  • AUTONOMÍA, lo que nos enseña que no es algo impuesto, surge de la persona misma. A diferencia de la NORMA JURÍDICA que sí debe cumplirse o sufrir un castigo o pena.
  • INCOERCIBILIDAD, la norma moral no tiene capacidad de castigo. Lo denominado “sanción moral” es la desaprobación de la conducta por el grupo.
  • UNILATERAL, consiste en que la norma moral implica deber pero no crea derecho. Puede haber consejo, exhortación pero no obligación. La norma jurídica sí implica deber y derecho.
  • NO SON OBJETO DE COMPETENCIA, lo que quiere decir que ningún organismo del Estado tiene competencia en la moral. Surge en la sociedad y puede desaparecer.

Y a mi entender tienen un propósito fundamental: Realizar el BIEN, Santo Tomás de Aquino: Manifiesta, que la ley es una ordenación racional encaminada al bien común, promulgada por quien tiene autoridad. Y Según el Catecismo: “El hombre es el único entre todos los seres animados que puede gloriarse de haber sido digno de recibir de Dios una ley: animal dotado de razón, capaz de comprender y de discernir, regular su conducta disponiendo de su libertad y de su razón, en la sumisión al que le ha sometido todo”: La ley moral indica al hombre las reglas de conducta que no le alejan de Dios.

Ahora bien, al momento de pensar cuándo surgen las normas morales, entiendo que surgen desde el mismo momento en que el ser o los seres humanos tienen uso de razón responsable y conscientemente. Con esto, dichas normas persiguen, que se tenga conocimiento de ellas y a su vez se pongan en práctica, pues a mayor conocimiento, mayor garantía en su cumplimiento, por este motivo exigen enfáticamente conocimiento de nosotros mismos, tener claro qué está bien y qué está mal en mis actos, “el conocimiento propio de los actos humanos se completa así con el discernimiento que es obra del Espíritu de Dios (1 Cor 8,3). Ya no se trata de un mero conocimiento teórico, sino de una-relación de familiaridad _y sintonía con el objeto conocido, una relación de amor a los valores éticos que realizan a la persona amada por Dios (cf. Ez 20, 10-20; Os 13, 4; Miq 6,5). Conocer la voluntad de Dios (Hech 22,14; Rom 2,18) o conocer el juicio de Dios (Rom 1,32) es más que un saber teórico (Jn 7,49)”.

El hombre, “es imagen de Dios que desempeña una función de visir y representante ante los animales, las plantas y hasta los astros del firmamento; como imagen de Dios que se encuentra con otros seres humanos, complementarios, cercanos como la propia carne y los propios huesos, pero que son, también ellos, imagen del único Dios”. Y “si el ser humano es y se comporta como imagen de Dios, según queda dicho, ese ser humano merece también el respeto que se debe al que es imagen de Dios”.

Tomando en cuenta lo planteado, ¿Qué es lo más importante, el hombre o la norma o ley? En Jesús está muy claro que la persona humana es imagen de Dios y obviamente está por encima de toda ley normas, es un claro ejemplo lo que nos dice en el Evangelio de Lc. 6, 1-11, cito:

“1 Y aconteció que un día de reposo Jesús pasaba por unos sembrados, y sus discípulos arrancaban y comían espigas, restregándolas entre las manos. 2 Pero algunos de los fariseos dijeron: ¿Por qué hacéis lo que no es lícito en el día de reposo? 3 Respondiéndoles Jesús, dijo: ¿Ni siquiera habéis leído lo que hizo David cuando tuvo hambre, él y los que con él estaban; cómo entró en la casa de Dios, y tomó y comió los panes consagrados, que a nadie es lícito comer sino sólo a los sacerdotes, y dio también a sus compañeros? 5 Y les decía: El Hijo del Hombre es Señor del día de reposo. 

6 Y en otro día de reposo entró en la sinagoga y enseñaba; y había allí un hombre que tenía la mano derecha seca. 7 Y los escribas y los fariseos observaban atentamente a Jesús para ver si sanaba en el día de reposo, a fin de encontrar de qué acusarle. 8 Pero él sabía lo que ellos estaban pensando, y dijo al hombre que tenía la mano seca: Levántate y ven acá. Y él, levantándose, se le acercó. 9 Entonces Jesús les dijo: Yo os pregunto: ¿es lícito en el día de reposo hacer bien o hacer mal; salvar una vida o destruirla? 10 Y después de mirarlos a todos a su alrededor, dijo al hombre: Extiende tu mano. Y él lo hizo así, y su mano quedó sana. 11 Pero ellos se llenaron de ira, y discutían entre sí qué podrían hacerle a Jesús.

Está más que evidente que para Jesús, nada que no esté en favor de la vida, así se haga en nombre del mismo Dios, pues de contradecir la opción por la vida. El versículo 5 establece el señorío de Jesús sobre el sábado. Estamos más que claro, que el valor de respetar el día de descanso tiene su valor, Dios así lo hizo luego de haber realizado la creación, de ahí viene esa tradición, pero la cuestión está en cuanto se exagera en dicho respeto al día de reposo estipulado, exaltándolo por encima de la vida, como un ley o norma inquebrantable, la cual ha de ser respetada y cumplida a toda costa.

El señorío de Jesús lo lleva a actuar con toda libertad tanto en el espacio, la sinagoga, como en el tiempo, el sábado. Ahora, esa libertad no combina con la no-libertad en que vive el hombre de su tiempo, completamente paralítico por el rigorismo de una ley que es liberta en su esencia, pero paralizante en su interpretación y práctica. Descansar le hace bien al cuerpo, es un gran valor, ya que nos permite recobrar nuevas fuerzas para continuar en nuestras labores diarias, ahí está su esencia. Es significativo que se resalte la importancia de que hayan normas de convivencia, pues ellas no ayudan a humanizarnos, a compartir entre iguales, al mismo nivel, mejora la comunicación humana, a vivir mejor en sociedad, poniendo en práctica actos comunes, en la búsqueda del bien de todos/as.

Quiero detenerme de manera especial en el capítulo 6, 6-11, por ser allí donde realmente nos confirma Jesús que el ser humano, imagen de Dios, está por encima de toda ley o normas morales de convivencia. Si la primera infracción está relacionada con la necesidad del alimento, esta segunda con la necesidad de la movilidad de todo un cuerpo, como signo también de una libertad de movimiento físico, psíquico y espiritual, cómo no ponerle atención a este ser bajo estas condiciones y echar de lado una norma. El sábado con todas sus retahílas de normas para el correcto cumplimiento, hacía de los contemporáneos de Jesús un cuerpo incapaz de moverse con libertad, y eso principalmente es lo que quiere sanar Jesús. Para quienes vieron las cosas así, Jesús es el Señor de la vida, pero para los rigoristas, es alguien que preocupa, alguien que atenta contra lo establecido. Bien pudo haber esperado Jesús hasta la caída del sol, momento en que termina el sábado para restablecer la mano del hombre; sin embargo, consecuente por la opción por la vida, lo hace ya, porque el Reino ya está operando y porque también el sábado como institución tiene que ser establecido.

 La diferencia con los fariseos consiste en que éstos, en el día de sábado, no actúan en base al mandamiento del amor que es la esencia de la ley. El amor busca hacer siempre el bien. Esta motivación de amor nos invita a reflexionar sobre nuestro comportamiento y a fundamentarlo en el de Jesús, que salva. Jesús no presta atención sólo a la curación del enfermo, sino que está también interesado por la de sus adversarios: corarlos de su torcida actitud al observar la ley; observar el sábado sin reanimar al prójimo de sus enfermedades no está en conformidad con lo que Dios quiere. Para el evangelista, la función del sábado es hacer el bien, salvar como Jesús hace en su vida terrena.

Me queda claro que, el haber profundizado en este interesante tema, me ha dejado claro que ciertamente las normas morales siempre constituirán siendo un reto en la vida de cada ser humano. Ponerlas en práctica correctamente dependerá mucho de nosotros mismos, de que nos dejemos guiar de quien es nuestro ejemplo, nuestro señor Jesucristo.

Claramente notamos que el sentido de las normas morales buscan moldear nuestro comportamiento, para que seamos mejores personas, mejores ciudadanos, a que nos amemos más. No buscan imponerles cargas a nadie, mucho menos a nosotros mismos. Ellas son creadas para una mejor convivencia, para contrarrestar el egoísmo que impera en nuestro interior y no lo dejemos salir. Las normas morales no son un escudo en la que podemos escondernos y provocar situaciones adversas.

Las normas o leyes morales son la expresión formal de un deber permanente, que buscan el que se ponga de manifiesto en el accionar de cada persona en la sociedad, exaltando lo mejor de mí y de los demás para lograr mejores resultados: alegría, regocijo y satisfacción del deber cumplido. Y me queda claro que el valor de la norma ley no reside en sí misma, sino que tiene una finalidad, busca un bien.

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