AIRE96FM

06/12/2025

“EN EL DESIERTO ESTÁ DIOS”

Por P. Wilkin Castillo, San Juan de la Maguana

Estamos en el segundo Domingo de Adviento, tiempo para preparar el corazón y para esperar al Rey que viene como luz y como esperanza a mi vida.  El Evangelio de hoy es iluminador y nos sitúa en el desierto, ese lugar que muchos conocemos y que parece vacío, pero es allí donde la voz de Dios adquiere una fuerza sorprendente. En este desierto aparece Juan el Bautista, un hombre especial, austero, vestido de penitente y profeta, que no busca aplausos ni comodidades, sino que se convierte en la voz que despierta un pueblo dormido, la voz que prepara el camino de Dios en la historia humana.

Juan proclama: “Conviértanse, porque el Reino de los cielos está cerca”. Esta frase no es una advertencia moralista, ni una amenaza que ha de generar miedo. Es, más bien, una invitación amorosa a redescubrir la belleza de Dios que viene a nuestro encuentro. Convertirse no es simplemente “portarse bien”, sino abrir el corazón a la intervención de lo divino. Es permitir que Dios enderece en nosotros lo torcido, sane las heridas, caliente lo frío, y alivie lo cansado.

En un sentido teológico y profundo del texto: Juan es la voz; Cristo es la Palabra. Juan señala el camino; Cristo es el Camino. Juan bautiza con agua; Cristo bautiza con Espíritu Santo, es decir, nos sumerge en la vida misma de Dios, nos transforma desde dentro, nos purifica con un fuego que no destruye, sino que renueva, ilumina y fortifica.

El fuego del Espíritu no quema para arrasar, sino para despertar la santidad dormida, para limpiar la mirada, para hacer arder nuestro corazón con amor verdadero.

La imagen del trigo y la paja es fuerte, pero profundamente esperanzadora. No significa que Dios quiera destruirnos; significa que Dios, con su amor purificador, quiere liberarnos de todo aquello que nos impide ser plenamente trigo, plenamente hijos, plenamente luminosos.

El este Evangelio se nos invita a entrar en el escenario del desierto, donde la tierra es árida, el silencio es profundo y el corazón se vuelve más sensible a la voz de Dios. Allí surge la figura imponente y humilde de Juan el Bautista, un hombre que no busca brillar, sino reflejar la luz que viene, un hombre cuya vida entera es un dedo apuntando hacia Cristo.

Juan hace una invitación, en fin, un llamado, que no es un reproche; es un abrazo anticipado. Dios no pide conversión para condenar, sino para hacernos capaces de recibir su amor. Convertirse significa volver a la fuente, regresar a la verdad, dejar que el corazón se limpie para que pueda latir al ritmo de Dios.

Juan no predica en la ciudad, sino en el desierto. Allí donde nadie esperaría encontrar una palabra, allí donde las voces del mundo no llegan. El desierto es símbolo de nuestro interior cuando pasamos por sequedades, vacíos, pérdidas o cansancios. No temas tus desiertos: son los lugares donde Dios siembra esperanza.

Y Juan anuncia: “Viene el que es más fuerte que yo.”
Con estas palabras nos enseña algo precioso: la vida espiritual comienza cuando dejamos de mirarnos a nosotros mismos y empezamos a esperar al que viene. Juan sabe que él sólo prepara; es Cristo quien transforma. Él sólo señala; es Cristo quien salva.

El bautismo de Jesús con Espíritu Santo y fuego es una imagen de amor purificador. El fuego de Dios no destruye; purifica lo que estorba y enciende lo que está apagado. Quemará nuestra soberbia, pero encenderá nuestra humildad. Quemará nuestros miedos, pero hará arder nuestra fe. Quemará nuestras tristezas, pero encenderá en nosotros una esperanza nueva.

La imagen de separar el trigo de la paja no habla de condena, sino de restauración: Dios quiere quedárselo todo de nosotros, menos lo que nos roba la vida. Quiere que seamos trigo limpio, corazones libres, almas llenas de luz.

El tiempo de conversión no es de miedo, sino de belleza; no de castigo, sino de renacimiento. Juan anuncia un Dios que viene a buscarnos, que viene a iluminar nuestros desiertos, que viene a reconstruirnos desde dentro.

Que esta Palabra despierte en nosotros el deseo de preparar un corazón abierto, humilde y disponible. Y que cuando Cristo venga como agua que limpia y como fuego que renueva encuentre en nosotros un lugar donde pueda descansar.

La conversión no es una carga; es una gracia. No es un castigo; es una oportunidad. No es mirar atrás con culpa, sino mirar adelante con esperanza.

Que Juan Bautista nos enseñe a preparar el corazón para Aquel que viene. Y que cuando llegue Jesús a nuestras vidas con su Espíritu Santo y su fuego encuentre en nosotros un terreno fértil, dispuesto, confiado, deseoso de ser transformado por su amor.

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05/12/2025

La Virgen de Guadalupe: Patrona de América

Por Leonor María Asilis Elmudesi

¡Qué inmensa alegría siento al hablar de Nuestra Señora de Guadalupe! Como hija de la Virgen me complace tanto hablar de la ternura, esperanza y fortaleza de la Morenita del Tepeyac. Veamos juntos su bella historia junto a la figura humilde y obediente de San Juan Diego, el indio a quien la Virgen se le reveló, quien fue canonizado por San Juan Pablo II.

Este gran acontecimiento sucedió en el año 1531. México, recién conquistado, era una tierra dividida: por los indígenas y los españoles conquistadores, y un abismo cultural que parecía insalvable. En medio de esta oscuridad, Dios envía a su Madre. El 9 de diciembre, el indio Juan Diego Cuauhtlatoatzin caminaba hacia Tlaltelolco para asistir a Misa. De repente, en el cerro del Tepeyac, un lugar sagrado para los aztecas, donde antes se adoraba a la diosa Tonantzin–, escucha una voz celestial: «Juanito, Juan Dieguito». Es la Virgen María, morena como los indígenas, vestida con estrellas y rayos de sol, hablando en náhuatl, la lengua del pueblo.

Ella le pide que vaya al obispo fray Juan de Zumárraga y le diga que construya un templo en su honor. Juan Diego, con su sencillez, obedece. Pero el obispo, prudente, pide una prueba. La Virgen, en su cuarta aparición el 12 de diciembre, le indica a Juan Diego que suba al cerro en pleno invierno y recoja rosas frescas. ¡Milagro! Allí brotan rosas de Castilla, inexistentes en esa tierra. Juan Diego las lleva en su tilma (una manta de maguey, pobre y frágil) al obispo. Al abrirla, las rosas caen… ¡y aparece la imagen de la Virgen, impresa milagrosamente en la tela!

Esta tilma, conservada hasta hoy en la Basílica de Guadalupe, desafía la ciencia: no hay pigmentos conocidos, la tela debería haberse deshecho hace siglos, y los ojos de la imagen reflejan figuras humanas como un ojo vivo. ¡Es un milagro viviente!

¡Hablemos un poco de San Juan Diego! Este indio representa la pureza del Evangelio.

San Juan Pablo II, lo canonizó el 31 de julio de 2002 en la Basílica de Guadalupe, ante millones de fieles. El Santo Padre lo llamó «el mensajero fiel» y «el indio que vio a la Virgen».

Guadalupe es llamada también «Emperadora de América». Su imagen unió a indígenas y españoles: los aztecas vieron en ella a la verdadera Tonantzin, «Nuestra Madrecita», y millones se convirtieron al catolicismo. ¡Nueve millones de bautismos en una década! Millones aún peregrinan al Tepeyac. Es la patrona de México, de América Latina y de los no nacidos.

En tiempos de secularismo y crisis, Guadalupe nos grita como a Juan Diego: «¡No estoy yo aquí, que soy tu Madre?». En mi vida, he sentido su intercesión en pruebas personales: ¡Cuántas gracias he recibido rezando el Rosario ante su imagen!

La Iglesia, tras rigurosas investigaciones (como el Nican Mopohua, documento náhuatl del siglo XVI), lo reconoce como auténtico. Científicos ateos, al estudiar la tilma, se convierten. ¡Es milagro puro!

Sigamos el ejemplo de San Juan Diego: humildad, obediencia, fe. Canonizado por San Juan Pablo II, él nos invita a ser «guadalupanos» en el mundo: defensores de la vida, unidos en la Eucaristía, devotos de María.

¡Madre mía de Guadalupe, ruega por nosotros! Que tu estrella ilumine América y el mundo. ¡Amén!

Habrá una misa en su honor el día de su fiesta, 12 de octubre a las 6:00 P.M. en la Catedral Primada de América (Templo jubilar).

¡Todos estamos invitados!

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II Domingo de Adviento. Ciclo A

 


7 de diciembre del 2025

Lecturas: II Domingo de Adviento. Ciclo A

Moniciones: II Domingo de Adviento. Ciclo A

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Homilía 2: II Domingo de Adviento. Ciclo A

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03/12/2025

“El sentido de darnos tal y como somos”

Por Welington Galván Castillo

Frase iluminadora:

Soy de opinión que en la vida hay mayor satisfacción en dar que en recibir, ¿por qué será que nos cuesta tanto enseñar, transmitir, dar debidamente lo que sabemos, las habilidades y estrategias que practicamos en nuestras vidas, no sabiendo que no estaremos en la tierra para siempre? ¿Será por miedo a ser reemplazados, destronados de aquel comodín en el que nos encontramos? Cuán difícil se hace entender que ciertamente somos aves de paso. 

Dice la palabra de Dios en el Evangelio de Mateo 25, 14-30, que quien habiendo recibido dones-talentos y lo pone en práctica, o por el contrario se lo guarda sabe a lo que se atiene, a las consecuencias que acarrea, “porque al que tiene, le será dado, y tendrá más; y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado” (Mt, 25,29) Entiendo que este relato no puede dejar indiferente a nadie. Su mensaje es demasiado evidente y poderoso como para no agitar conciencias. ¿Qué estoy haciendo con los dones y/o talentos que he recibido? Los talentos son las cualidades que Dios nos ha dado a cada uno. Estoy más que seguro que todos hemos recibido y éstos tiene sus fines, ponerlos en práctica para culminar nuestra misión en la vida con la satisfacción del deber cumplido y si por el contrario nos los guardamos, nos atenemos a las consecuencias manifestadas en la Palabra de Dios.

Transmitir los conocimientos es parte de aquel que sabe recibir con amor. Es una acción que requiere entrega total, a su vez imprime grandes retos y desafíos: hacerlo consciente, tener claridad de por qué y para qué lo hago (fin último), ser creativo, tratar de ofrecerlos en su justa medida, es decir ofrecerlo paulatinamente hasta haberlo entregado todo, pues poner de manifiesto este gran valor, es menester echar de lado la mediocridad y enseñar todo, las personas mueren, más no las ideas. ¿Cómo pretendo darme a conocer, que se conozca lo que siento y pienso si tengo enterrado eso o aquello que se? Esto es ser egoísta.

Aplaudo de buena manera el rol que desempeñaron los grandes exponentes en el mundo y desarrollo, en el ser y quehacer de la filosofía antigua, medieval, moderna y contemporánea, nos hemos preguntado ¿Por qué conocemos de ella y a qué se debe el desarrollo de las demás ciencias humanas? Por la gallardía de hombres y mujeres que, empoderándose de su rol, con responsabilidad, expusieron sus ideas y aportaron un granito de arena a la causa. La historia no se detiene, sigue su curso, y si estos actores creadores de diversas líneas de pensamientos entendieron cuál era su misión, dejar un legado en la sociedad, de igual manera hemos de hacerlo nosotros. Somos compromisarios de dejar huellas. Bien nos invita Emmanuel Kant, a actuar de tal manera que nuestro comportamiento, se convierta en norma de vida para los demás, para ello es necesario dar a conocer la receta. Recordemos, conocemos de un ser llamado Jesús porque enseño con su vida, es un gran paradigma a seguir, dijo lo que sentía, vivió como pensaba y enseño con su vida, entregándolo todo.

Entiendo que no hay mejor escuela que la propia vida, ella nos da las pautas a seguir en nuestro desarrollo de humanización, ¿Qué estoy haciendo con y por ella, te dejas guiar por ella, te has preguntado por qué estás aquí (espacio donde te encuentras viviendo, trabajando, compartiendo la vida), ¿Cuál es la razón de haber nacido en la familia a la que perteneces?, ¿Cuál es tu misión en la vida? ¿Dar a comer el pastel que te quedó tan bueno o enseñar la receta para que a otros le quede bueno también?

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ADVIENTO: ESPACIO PARA LLEGAR A LA NAVIDAD

P. Luis Alberto De León AlcántaraEmail: albertodeleon_011@hotmail.com

No hay Pascua sin Cuaresma, como tampoco no existe la Navidad sin Adviento. Todo en la Iglesia es un proceso de enseñanza, un sendero de purificación y conversión. Cada cristiano debe tener presente que, en los diferentes tiempos litúrgicos, Dios va guiando la vida espiritual de sus fieles, nos va introduciendo lentamente a la vida de fe. De aquí, que es oportuno vivir y dejarse interpelar por los acontecimientos que vamos experimentado en las diferentes etapas de nuestra madurez cristiana.

El Adviento es esa una mirada confiada hacia la encarnación del hijo de Dios que se aproxima, que decide mudarse a nuestro mundo, a formar parte de nuestra humanidad. Pero es una mirada activa, no pasiva. Mientras nos encaminamos a su encuentro, vamos organizándonos y preparando nuestro corazón, enderezando lo que este torcido y allanando lo montañoso. En otras palabras, Adviento es colocar en su sitio la realidad de nuestro interior; devolverle al corazón la pureza y la santidad primera con la que Padre nos creó. Es recordar que nuestra condición humana, no es el pecado, sino la vida vivida en Gracia.

Ahora bien, cuando no hay conciencia del tiempo de Adviento, la desesperación lleva a las personas a colocar en sus casas desde ya, el arbolito, poner canciones navideñas, bailar, alegrarse con sus amigos; y no está mal, porque es parte de nuestra cultura. Ahora bien, no olvidemos que todavía no estamos en Navidad. Pues, no podemos saltarnos los procesos humanos y espirituales, ya que como dice el refrán popular: “La desesperación es parte del fracaso”. Además, si celebramos desde ahora la Navidad, no le encontraremos sentido al nacimiento del Salvador.

Esta es la razón, por la que aprendamos a mirar la pedagogía de Dios, a captar desde la misma naturaleza el tiempo de Adviento. Por ejemplo, el otoño, temporada en la que se les caen las hojas a los árboles, nos enseña que todo es pasajero en la vida, que, para renovar la misma existencia, hay que despojarse de lo viejo, lo que no sirve, lo caduco, para luego puedo resurgir lo nuevo y lo renovado. De igual manera, el frío de este último mes del año nos hace valorar el calor, el refugio, el hogar, la necesidad que tenemos todo de tener familia para apoyarnos unos a otros.

En concreto, es justamente en Adviento, donde anhelamos la esperanza, el momento donde aguardamos con paciencia y con actitud vigilante la llegada del Mesías. Y lo hacemos con la certeza de saber que Nuestro Creador no nos abandona, que Dios siempre tiene un plan y un proyecto para cada uno de nosotros. Eso es lo que nos conforta a seguir esperando, a no dejar que los afanes de la vida, los ruidos del mundo y los desencantos existenciales apaguen la luz que poco a poco vamos encendiendo a lo largo del Adviento. Luces, que al final del camino, son las que nos darán el gozo y la dicha de reconocer la presencia del niño Dios que viene a campar con nuestros.

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02/12/2025

León XIV se despide de Líbano: “Las armas matan; la negociación, la mediación y el diálogo edifican”

Por Rubén Cruz. Fuene: Vidanuevadigital.com

“Esperamos que todo Oriente Medio se comprometa con el espíritu de fraternidad y de esfuerzo por la paz, incluso quien hoy se considera enemigo”, ha dicho el Papa antes de subirse al avión de vuelta a Roma.

“Que cesen los ataques y las hostilidades. Que nadie crea que la lucha armada conlleva algún beneficio. Las armas matan; la negociación, la mediación y el diálogo edifican. ¡Elijamos todos la paz como camino, no solo como meta!”. Con estas palabras se ha despedido el papa León XIV de Líbano, en un emotivo discurso desde el Aeropuerto Internacional de Beirut, antes de subirse al avión de vuelta a Roma.

En su discurso, ha mostrado su alegría por haber podido realizar “el deseo de mi amado predecesor, el papa Francisco, que tanto hubiera querido estar aquí”. “Él, en realidad, está con nosotros, camina con nosotros junto a otros testigos del Evangelio que nos esperan en el abrazo eterno de Dios; somos herederos de aquello que han creído; de la fe, la esperanza y el amor que los han animado”, ha recalcado.

Como ha reconocido Robert Francis Prevost, “durante estos pocos días, he visto muchos rostros y he estrechado muchas manos, recibiendo de este contacto físico e interior una fuerza de esperanza”. “Ustedes son fuertes como los cedros, los árboles de sus hermosas montañas, y están llenos de frutos, como los olivos que crecen en la llanura, en el sur y cerca del mar”, ha subrayado.

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01/12/2025

El Papa clama desde Líbano contra quienes “especulan sin escrúpulos con la desesperación de quien no tiene alternativas”

León XIV ha mantenido esta mañana un encuentro con los obispos, sacerdotes, consagrados y agentes de pastoral del país

Por Rubén Cruz. Fuente: Vidanuevadigital.com

León XIV ha mantenido esta mañana, como en cada país que visita un Pontífice, su tradicional encuentro con los obispos, sacerdotes, consagrados y agentes de pastoral de Líbano. En el santuario de Nuestra Señora del Líbano, en Harissa, el Papa ha escuchado atento el testimonio de un cura, una catequista, la directora de una escuela católica y un capellán de prisión, de entre los 4.000 asistentes.

Después de la lectura del Evangelio, Robert Francis Prevost ha pronunciado su discurso -en francés-, en el que, recordando los testimonios escuchados, ha indicado que “vemos el rostro de Jesús reflejado en el rostro de los que sufren y de los que cuidan las heridas que la vida ha causado”. Asimismo, ha invitado a la comunidad católica a seguir “construyendo la comunión en la caridad”.

Y esta comunión en la caridad no existe sin oración, esa que “nos da la fuerza para seguir esperando y trabajando, incluso cuando a nuestro alrededor retumba el ruido de las armas y las exigencias propias de la vida cotidiana se convierten en un desafío”, ha señalado el Papa.

En este sentido, ha recalcado que “si queremos construir la paz, anclémonos al cielo y, firmemente dirigidos hacia allí, amemos sin miedo a perder lo efímero y demos sin medida”. Y es que, “de estas raíces, fuertes y profundas como las de los cedros, crece el amor y, con la ayuda de Dios, cobran vida obras concretas y duraderas de solidaridad”.

León XIV, parafraseando a Benedicto XVI durante su visita a Líbano en 2012, ha instado a la Iglesia en el país a “saber convertir nuestro sufrimiento en grito de amor”, pues “es el único modo para no sentirnos aplastados por la injusticia y la opresión, incluso cuando nos traicionan personas y organizaciones que especulan sin escrúpulos con la desesperación de quien no tiene alternativas. Solo así podremos volver a esperar en el mañana, a pesar de la dureza de un presente difícil de afrontar”.

A este respecto, ha dirigido su mirada hacia los jóvenes: “Es importante favorecer su presencia, también en las estructuras eclesiales, apreciando su aportación de novedad y dándoles espacio. Y es necesario, incluso entre los escombros de un mundo con dolorosos fracasos, ofrecerles perspectivas concretas y viables de renacimiento y crecimiento para el futuro”.

Por otro lado, el Papa ha pedido “comprometernos para que nadie tenga que huir de su país debido a conflictos absurdos y despiadados, y para que quien llama a la puerta de nuestras comunidades nunca se sienta rechazado, sino acogido”.

En otro orden, el Pontífice también ha querido hablar de educación. “La Iglesia en Líbano siempre ha prestado mucha atención a la educación. Los animo a todos a continuar con esta loable labor, asistiendo sobre todo a quien pasa necesidad y a quien carece de medios, a quienes se encuentran en situaciones extremas, con decisiones guiadas por la caridad más generosa, para que la formación de la mente vaya siempre unida a la educación del corazón”, ha aseverado.

Antes de entregar la Rosa de Oro al santuario, León XIV ha reflexionado sobre este gesto simbólico: “Es un gesto antiguo que, entre otros significados, tiene el de exhortarnos a ser perfume de Cristo con nuestra vida (Co 2,14)”.

“Ante esta imagen, me viene a la mente el perfume que emana de las mesas libanesas, típicas por la variedad de alimentos que ofrecen y por la fuerte dimensión comunitaria de compartirlos. Es un perfume compuesto por miles de aromas, que sorprenden por su diversidad y, a veces, por su conjunto. Así es el perfume de Cristo. No es un producto costoso reservado a unos pocos que pueden permitírselo, sino el aroma que se desprende de una mesa generosa en la que hay muchos platos diferentes y de la que todos pueden servirse juntos”, ha subrayado, para luego completar: “Que este sea el espíritu del rito que nos disponemos a celebrar y, sobre todo, el espíritu con el que cada día nos esforzamos por vivir unidos en el amor”.

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