Por Leonor María Asilis Elmudesi
Jesús nos dijo: «Por sus frutos los conocerán» (Mt 7,16). El cursillo enseña que la cristiandad descansa sobre un bello trípode: piedad, estudio y acción. Hoy nos referiremos a la bella experiencia de la tercera pata del mismo, oseas, la acción.
La Pastoral de la Calle inició hace ocho años con el cursillo #830 de hombres, bajo la dirección del padre Domingo Legua. Esta iniciativa, que surgió como respuesta a las crecientes necesidades de los sectores más vulnerables de la sociedad, se ha convertido en un faro de esperanza para muchas personas que enfrentan situaciones de precariedad y desamparo. Este movimiento no solo ofrece alimentos, sino también el «pan de la palabra», como una forma de alimentar el espíritu y fomentar la comunidad.
Ubicada en la calle Estrelleta, cerca del Parque Independencia, la Pastoral se ha convertido en un punto de encuentro para aquellos que más lo necesitan. Cada semana, personas de distintos contextos llegan con la esperanza de recibir no solo alimento sustancial sino también un mensaje de aliento y compasión. La labor del padre Domingo y de un grupo de cursillistas y colaboradores que se han sumado y los que faltan por sumarse y que siempre serán bienvenidos ha sido fundamental para crear un espacio acogedor donde la dignidad humana es prioritaria.
No solamente ya son tres días a la semana (martes, miércoles y jueves) que la cita en la Estrelleta no falta por darse, sino que también se experimenta en ese lugar cuasi sagrado, la celebración de la Nochebuena.
En efecto, es una de las actividades más destacadas de la Pastoral de la Calle, celebrarles a estas personas desfavorecidas la cena de Nochebuena, un evento que ha crecido en participación y generosidad a lo largo de los años. Este intercambio de amor y solidaridad se sostiene gracias a la invaluable contribución de Chef Tita, quien se ha comprometido a donar alimentos preparados para más de 100 personas cada diciembre. La cena no solo es una oportunidad para compartir un buen plato, sino también para crear lazos entre los asistentes, quienes, a menudo, se sienten solos o marginados en su día a día.
Vale destacar que el esfuerzo de la Pastoral va más allá de brindar alimentos; el grupo de dirigentes se involucra con entusiasmo en la organización del evento. Desde la preparación de jugos y refrescos hasta la logística de mesas y sillas, cada miembro aporta su tiempo y esfuerzo para hacer de aquella noche un momento memorable. La tarima, donde artistas locales se presentan, añade un toque de alegría y creatividad al evento, brindando a los presentes no solo un festín para el paladar, sino también un banquete para los sentidos.
La misión de la Pastoral de la Calle trasciende su labor alimentaria; se convierte en un espacio de inclusión y diálogo. En un mundo donde muchas voces se ven silenciadas, este espacio permite que las personas sean escuchadas, que compartan sus historias y que se enfrenten juntos a los desafíos cotidianos. La interrelación entre los participantes fortalece el tejido social, promoviendo un sentido de pertenencia y comunidad.
A medida que la Pastoral de la Calle continúa su trabajo, el compromiso del padre Domingo y los cursillistas y personas de buena voluntad parece inquebrantable. Las acciones que realizan son un recordatorio de que, en tiempos de incertidumbre y crisis, la solidaridad y el amor a Dios reflejado en el prójimo deben prevalecer. Aunque el camino ha estado lleno de desafíos, la dedicación de todos los involucrados ha demostrado que la unión y la compasión pueden transformar vidas.https://mejoresradioytv.com/es/stations/aire-96-fm/
Mirando hacia el futuro, la Pastoral proyecta seguir expandiendo su labor, buscando nuevas maneras de llegar a más personas. Con la esperanza de colaborar con más donantes y voluntarios, el plan es ofrecer no solo alimentos, sino también oportunidades de desarrollo personal y comunitario.
La Pastoral de la Calle es mucho más que una simple caridad; es un movimiento que celebra la dignidad humana y promueve el respeto y la esperanza. En cada acción, en cada sonrisa compartida, se teje un relato de lucha y resistencia, mostrando que, cuando la comunidad se une, no existen límites para lo que se puede lograr.
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