P. Luis Alberto De León Alcántara Email: albertodeleon_011@hotmail.com
La vida es una aventura, un desafío, una batalla. Cada uno tiene una imagen creada sobre la vida, la cual es la experiencia y la reflexión sacada de los acontecimientos vividos que van formando nuestra conciencia del significado de la existencia. Es decir, ser pesimista u optimista va depender justamente del análisis hecho de las cosas que tienen sentido en lo más profundo de nuestro ser. Quienes mantenga una actitud positiva, sin importar los tropiezos y errores en su caminar, vivirán con esperanza, mientras quienes hagan lo contrario, siempre permanecerán en la oscuridad, aunque tengan la luz al frente.
Todos estamos inmersos en una sociedad, en un mundo y en un ritmo cotidiano que lo hacen moverse entre la fe y la incertidumbre. En otras palabras, estamos metidos en un columpio de situaciones donde involucramos las emociones, los sentimientos, la razón, nuestros principios humanos; donde salen nuestros instintos, nuestros defectos, etc. Algunos, al no poder manejar muchas cosas a la vez, suelen caer en la incertidumbre, en la desesperación, en el nerviosismo y dejan que todo poco a poco se le vaya cayendo encima. Mientras, los que tienen su confianza en Dios, se apoyan en la fe y guían sus pasos junto al Creador del Universo.
Por eso, cada persona decide la vía que desea transitar, ya sea por la senda de la fe o por el sendero de la incertidumbre. Lo ideal sería que todos tomáramos la ruta de la fe, que fuéramos capaces siempre de confiar en Dios, de no sucumbir ante ninguna prueba o dificultad presentada, pero sabemos que la inmadurez humana, la falta de objetivos, el miedo al fracaso, la concepción pobre de uno mismo, provoca que todo se observe de color gris, cuando sabemos que el mundo está lleno de colores y oportunidades.
Hay que aprender a utilizar la incertidumbre no para hundirse en el caos, sino para encontrar la fe. Debemos comenzar a mirar nuestros errores y desaciertos como el camino de la enseñanza para ir creando la fortaleza que necesitamos para ser realmente hombres y mujeres apoyados en la bondad y en la misericordia de Dios. Pues, a pesar de que esto implica voluntad y decisión, y que también conlleva mucho sacrificio y entrega, todos sabemos que al final del túnel, la felicidad y la paz nos esperan. Que para apreciar el valor de las rosas hay que asumir las espinas.
Es normal que aparezca el pánico ante la incertidumbre, pero debemos recordar lo que dice la palabra de Dios: “El Señor nos dado un espíritu de valentía, no de cobardía”. Si otros han logrado perseverar en la fe, luchar contra toda prueba y tentación, también nosotros podemos hacer lo mismo. Solo hay que darse la oportunidad de abrirse ante la gracia de Dios, confiar y amarse a uno mismo. No temerle al dolor ni las heridas, porque no estamos solos. Además, como dice san Pablo, “Si Cristo está conmigo, quien contra mí”. Anda y sal a buscar la fe que te hará más humano y mejor cristiano.
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