15/01/2025

Muchos no quieren la Iglesia, pero usan el calendario que ella presentó al mundo

 

Si bien en otras religiones y culturas tengan otros calendarios, como es el caso de los judíos, los musulmanes o los chinos, la Providencia ha querido que el calendario cristiano sea el que se haya impuesto. Es el que marca el tiempo a escala global. Por mucho que existan textos donde ni siquiera se citen las fechas como “después de Cristo” (dC) sino “de nuestra era”, cabe preguntar: ¿en qué era vivimos? La respuesta lógica es: en la era cristiana.

Aunque en nuestra sociedad moderna se quiera ocultar la figura de Jesús, Él es y seguirá siendo la persona más importante que ha existido en la historia, tanto que marcó la manera de contar los años, y la Iglesia tuvo mucho que ver con este asunto.

Dejar el viejo calendario de Julio César.

Como decíamos, Dionisio el Exiguo, monje y matemático de origen bizantino de finales del siglo V y comienzos del siglo VI, fue quien desarrolló el cálculo del Anno Domini (Año del Señor) para determinar la fecha de la Pascua.

Hasta entonces, en Occidente se utilizaba principalmente el calendario juliano, instituido por Julio César en el año 45 a.C. Este se basaba en introducir un año bisiesto cada cuatro años, lo que hacía que los años tuvieran, en promedio, una duración de 365 días y 25 horas. Además, tenía como punto de origen el 753 a.C., la fundación de Roma.

El paso del calendario juliano al gregoriano se benefició de la autoridad del Papa en países católicos.

El paso del calendario juliano al gregoriano se benefició de la autoridad del Papa en países católicos.

Aunque menos popular que el calendario juliano, el emperador Diocleciano introdujo una versión modificada. Esta consistía en hacer que el comienzo de su reinado, en el 284 d.C., marcara el inicio de una nueva era. ¡Ahí es nada! El propio Diocleciano se arrogó el honor que su figura marcara un antes y un después en los tiempos.

Jesucristo, por el contrario, siendo el Hijo de Dios, no reclamó semejante distinción. Esto no resulta extraño: vino al mundo en un establo, en medio de una familia pobre, y aceptó la muerte más ignominiosa, una muerte de cruz.

Es algo que a muchos les cuesta entender, pero el Reino de Cristo, tal como él mismo dijo, no es de este mundo. Por eso pronunció estas palabras: “Sapan que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. No será así entre ustedes: el que quiera ser grande entre ustedes, que sea vuestro servidor” (Mt 20, 25-26). Y claro, como el mayor servidor, es lógico que Jesús no reclamara ningún honor.

Dejó a los cristianos la decisión sobre cómo organizar sus tiempos, y así, a medida que el cristianismo se fue extendiendo por el Imperio Romano, surgió el interés por establecer un calendario marcado por la figura de Cristo.

Primer objetivo: ¿cuándo celebrar Pascua?

Con todo, el principal objetivo de los primeros cristianos no era fijar el nacimiento de Jesús como el origen del calendario actual. El tema más importante era determinar cuándo celebrar la Pascua de Resurrección, ya que “si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra predicación y vana también es nuestra fe” (1 Cor 15, 14).

En los primeros siglos, las diversas comunidades cristianas seguían diferentes tradiciones para determinar la fecha de la Pascua. En algunos lugares se celebraba en una fecha fija (como el 14 de Nisán, en el calendario judío), mientras que otras la celebraban en un domingo cercano.

En el Concilio de Nicea (325 d.C.) se unificó este evento tan importante. Se fijó la fecha de la Pascua bajo tres condiciones:

1- Debía celebrarse en domingo,

2- Después del equinoccio de primavera (alrededor del 21 de marzo) y

3- En el domingo posterior a la primera luna llena de primavera.

(Tomado de: Iglesia Católica)

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