Por P. Wilkin Castillo, San Juan de la Maguana
Después de estos días cargados de actividades, muchas celebraciones tanto a nivel de familia como en el ámbito religioso, sin dudas una dinámica muy activa, muchas movilizaciones, compromisos en diferentes aspectos, unos días en donde detenemos un poco el trabajo cotidiano, una oportunidad para hacer cosas diferentes a las que en todo el año estamos acostumbrados a realizar. Ahora todo vuelve a su ritmo habitual y con esta Fiesta del Bautismo del Señor culminamos el tiempo de navidad.
El Bautismo del Señor es la puerta abierta para Jesús dar inicio a su vida pública, es como empezar un plan pastoral, con mucha ilusión en donde ya hay muchos elementos definidos para poner en ejecución dicho plan.
Por esta razón ya desde la primera lectura del Profeta Isaías se nos presentan unas series de habilidades y gracias recibida por Jesús para poder dar respuestas a todo lo que se le había confiado, sobre él posa la fuerza del Espíritu del Padre, sin la posibilidad de quebrarse ni apagarse en su misión con una voluntad férrea y sin vacilar ante el deseo claro de implantar el derecho y la justicia en toda la tierra como una luz, dando la vista a los ciegos, liberando a los cautivos y sacando de la oscuridad a todos los que viven en pecado.
Con el Bautismo de Jesús en el Jordán se da comienzo a la vida pública de Jesús, es la presentación hecha por su Padre, proclamándolo como su Hijo, el Amado, el Predilecto, aquel que ha venido como Mesías a cumplir la misión del Padre, de ser luz para quienes viven en tiniebla, devolver la libertad a los oprimidos e instaurar el reino de paz.
Esta acción amorosa de Dios encuentra sentido y respuesta en el salmo cuando en él se nos dice: “El Señor bendice a su pueblo con la paz.” Para darle fuerza al argumento que nos trae el salmo, en la segunda lectura del Libro de los Hechos de los Apóstoles se nos enfatiza que: “Dios envió su Palabra a los israelitas, anunciando la paz que traería Jesucristo, el Señor de todos.”
En el Evangelio de Lucas se pone de manifiesto que en el tiempo en el cual se bautizó Jesús todo el pueblo se preguntaba si no sería Juan el Mesías; ante esta gran confusión fue necesario que el mismo Juan con gran determinación y humildad dijera a al pueblo: “Yo los bautizo con agua; pero viene el que puede más que yo, y no merezco desatarle la correa de sus sandalias.” Él los bautizará con Espíritu Santo y fuego.
Finalmente me llama poderosamente la atención y es lo típico de Jesús y a lo que nos tiene acostumbrado y es el hecho de que él se bautizara en un bautismo general, podía haber pedido sin más a su primo Juan un bautismo privado y más íntimo, pero no eligió un bautismo general, que hermosura la manera de actuar de Jesús, hoy da tristeza que muchos de nosotros todavía no logramos entender por dónde deben ir las cosas.
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