07/03/2019

"La creación, expetante..." Mensaje del Papa Francisco

Pbro. Felipe de Jesús Colón Padilla
El autor es, Juez del Tribunal Eclesiástico

Como cada año,  el papa Francisco, con motivo del Tiempo de Cuaresma, nos envía un mensaje con algunos puntos de reflexión. Esta vez se fundamentó en el versículo de Romanos 8,19: “La creación, expectante, está aguardando la manifestación de los hijos de Dios”. La Cuaresma nos ofrece  un camino de conversión.
Tres capítulos transmiten, según el Santo Padre, el camino hacia la Pascua, que hemos iniciado el pasado “Miércoles de Ceniza”.
El primero: La redención de la creación. El hombre beneficia la creación y coopera con la redención cuando vive como hijo de Dios, si vive como persona redimida, y se deja guiar por el Espíritu Santo (cf. Rom 8,14). En palabras de san Pablo, la creación desea ardientemente que se manifiesten los hijos de Dios, es decir, que cuantos gozan de la gracia del misterio pascual de Jesús disfruten plenamente de sus frutos, destinados a alcanzar su maduración completa en la redención del mismo cuerpo. La redención nos da sentido de esperanza generando armonía, pero hoy y siempre esta amenazada, por la fuerza negativa del pecado.
El segundo: La fuerza destructiva del pecado. El papa nos advierte que quien no vive como hijo de Dios, a menudo cae en comportamientos destructivos hacia al prójimo y demás criaturas. La muerte física y moral hacia una persona, es el resultado que cuando el pecado se instala en el corazón del hombre, lo pervierte de tal manera que viola los límites de la condición humana. Sólo anhelando la Pascua y viviendo el horizonte de la Resurrección, evitaremos que se imponga la lógica del tener todo y ahora, sin medir consecuencias. El pecado interrumpe la comunión con Dios, con los demás y con la creación. El jardín que era muestro corazón se ha transformado en un desierto desamparado, inhóspito y desabrido. El hombre pasa a ser el dios de la creación, a sentirse su dueño absoluto, y a no usarla para el fin deseado por el Creador, sino para su propio interés, en detrimento de las criaturas y de los demás. Cuando se abandona la ley del amor, acaba triunfando la ley del más fuerte sobre el más débil. El pecado lleva al afán por un bienestar desmedido y engendra la codicia insaciable que considera todo deseo como un derecho y que antes o después acabará por destruir incluso a quien vive bajo su dominio.
La fuerza regeneradora del arrepentimiento y del perdón- tercer capítulo-, si el pecado destruye  todo lo que hemos edificado, la gracia, que es la vida divina en nuestra propia vida, restaura nuestro rostro y nuestro corazón.
El que está en Cristo, es criatura nueva. “Lo viejo ha pasado, ha comenzado lo nuevo” (2 Co 5,17).
La Cuaresma, no es un tiempo en sí mismo, sino un camino hacia la Pascua. Es un signo sacramental de esta conversión, es una llamada a los cristianos a encarar más intensa y concretamente el misterio pascual en su vida personal, familiar y social, en particular, mediante el ayuno (evita devorarlo todo), la oración (evita los falso ídolos) y la limosna (evita el egoísmo).
El Romano Pontífice, nos recuerda que la “Cuaresma” del Hijo de Dios fue un entrar en el desierto de la creación para hacer que volviese a ser aquel jardín de la comunión con Dios que era antes del pecado original (cf. Mc 1,12-13, Is 51,3). El papa Francisco desea que nuestra Cuaresma suponga recorrer ese mismo camino, para llevar también la esperanza de Cristo a la creación, que “será liberada de la esclavitud de la corrupción para entrar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios” (Rom 8,21). No dejemos transcurrir en vano este tiempo favorable.
MEsñecial de CUARESMA






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