30/04/2020
ORACIÓN POR EL CESE DE LA PANDEMIA
FIELES CATÓLICOS DE TODO SANTO DOMINGO SE UNEN DESDE SUS CASAS EN ORACIÓN POR EL CESE DE LA PANDEMIA TRAS BENDICIÓN ESPECIAL CON EL SANTÍSIMO SACRAMENTO
A PROPÓSITO DEL PEREGRINO
Por P. Domingo Vásquez Morales
Me presento con temor y temblor ante este tema tan
complicado, como lo es la presencia de este personaje, llamado Vildomio Adames,
conocido como el Peregrino de Villa Altagracia. Hablamos de la MANIFESTACIÓN del Peregrino.
Foto externa |
La manifestación del Peregrino es un acto personal de
fe de un individuo que va buscando darle cumplimiento a una promesa, a título
personal, y quiero hacer énfasis en esto: a título personal.
Con una fe básica y animista, es decir, una fe que va
por los ánimos y por el conocimiento. En
la revolución se nos enseñó que la falta de conocimiento no te exime de
responsabilidades.
Estamos ante una fe que responde a buscar salida. Hay mucha gente que anda buscando sanación,
pero sin ningún compromiso.
2.- A mi humilde juicio, aquí se dan 2
manifestaciones:
Ira.- Estamos encerrados, por un buen rato y eso no ha
llevado a querer buscar salidas un tanto no correctas, podríamos decir en
nombre de la fe.
2da.- Evidentemente la falta plena de una catequesis
cristiana y una formación espiritual sólida en nuestra población. Ya que
sabemos que la fe entre por los oídos, se desarrolla en la práctica y se hace
vida en una comunidad.
3.- La desesperación de la población la llevó a buscar
una salida poco analizada.
Una periodista me preguntó que yo entendía que podría
surgir un milagro de esto y yo contesto lo siguiente: “Tu me preguntas que si
puede surgir un milagro. Yo te respondo,
claro que sí. El milagro que puede surgir
y que yo le pido al Dios de Jesús es que todas las personas que imprudentemente
participaron en esa manifestación no sean contagiadas.
Y que aún en medio de la desobediencia de un pueblo,
Dios nos ama con un amor eterno, porque es eterna su misericordia.
Tu y yo debemos ser obedientes y el mejor aporte que
podemos dar es quedándonos en casa.
Nosotros, usted y yo, somos peregrinos en esta tierra,
vamos peregrinando en búsqueda de un mundo más humano y más fraterno, donde
imperan la justicia y el amor.
Me despido, dando las gracias por la invitación a
prestada.
29/04/2020
Juventud y pandemia: Entre trampantojos y compromiso ciudadano
Este artículo fue publicado originalmente en Acento,
lo hemos copiado para reproducirlo aquí, en Hechos que son Noticias.
Luego de las fallidas elecciones
municipales del pasado 16 de febrero de 2020, muchos jóvenes dominicanos se
apostaron frente a la Junta Central Electoral para exigir una explicación a lo
sucedido. Se convocaron por las redes sociales y se coordinaron para tener una
protesta creativa, pacífica y cívica. Algunos se referían a este momento como un
«resurgir de la conciencia ciudadana» o como el «despertar de la juventud
dominicana». No faltaron críticas y ataques. Algunos quisieron desautorizar las
manifestaciones. Decían con desdén que eran fruto de un entretenimiento
pasajero de los popis (jóvenes
de clase social elevada) y se preguntaban dónde estaban los wawawa (jóvenes de los barrios
marginados). Algunos hablaban de que las manifestaciones eran fruto de la
oposición política y los jóvenes fungían como simples títeres de los poderes de
siempre. Cada quien evaluó, como solemos hacerlo todos, desde su posición
ideológica y perspectiva existencial.
Lo cierto es que, gracias a esa
protesta, se volvió a mirar a una población constantemente olvidada por las
políticas públicas nacionales y pobre en oportunidades. Sorprende esa actitud,
siendo que, según la Oficina Nacional de Estadística (ONE) de la República
Dominicana, el país cuenta con un total de 3,661,115 personas entre los 18 y
los 39 años de edad. Si a esto sumamos los 3,446,440 de niños y adolescentes
entre los 0 a 17 años, junto a los jóvenes, representan casi el 70% de la
población dominicana. Tenemos una edad mediana de la población general de unos
27.83 años. ¡Somos un país joven! La situación sanitaria que atravesamos a raíz
de la pandemia del COVID-19 es una nueva oportunidad para que los jóvenes
asuman un rol de liderazgo, de manera que, uniendo talentos y voluntades,
puedan trabajar por la salud y los derechos de la población en general.
El Ministerio de la Juventud se ha
propuesto la elaboración de un Plan
Nacional de Juventudes 2030. Para ello, toma como
puntos de referencia internacional el Consenso
de Montevideo (2013), los Objetivos
de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas
(2015) y el Pacto
Iberoamericano de Juventud (2016), que a su vez
remite a la Convención
Iberoamericana de Derechos de los Jóvenes (2005).
En dichos acuerdos los Estados firmantes se comprometen a garantizar la
existencia de mecanismos de participación efectiva de adolescentes y jóvenes en
el debate público y en la toma de decisiones. Hoy, en medio de esta pandemia
que afecta a la humanidad, la República Dominicana debe contar con su activo
más abundante: los jóvenes. En las juventudes dominicanas hay una fuerza
transformadora, profesional y creativa capaz de vislumbrar, proponer y ejecutar
soluciones viables a esta situación sanitaria para el beneficio de todos.
Hace unos días, a raíz de que publiqué
un artículo en
Acento, fui invitado a un diálogo virtual con los jóvenes que participan de la
Escuela de Formación Sociopolítica que está surgiendo al alero del Instituto Superior Pedro Fco. Bonó.
Entre ellos había jóvenes procedentes de diferentes sectores de Santo Domingo y
San Cristóbal, de distintos niveles socioeconómicos y con una rica diversidad
de áreas profesionales. Les hacía confluir en esa reunión una profunda
preocupación por los problemas nacionales, el deseo de buscar formas para
incidir en la toma de decisiones políticas y de aportar soluciones a los males
que afectan a muchos dominicanos, especialmente a los que son más vulnerables
en medio de esta pandemia. Es decir, estos jóvenes, al igual que otros muchos
en nuestro país, buscan ejercer una ciudadanía responsable y, en medio de esta
coyuntura sanitaria, hacerse cargo de los deberes que esto conlleva. Esta
conversación me proporcionó muchas luces que procedo a compartir.
El ejercicio de una ciudadanía
responsable supone el reconocimiento de derechos y deberes por parte de los
miembros de un Estado. Esto convierte al ciudadano en un actor político dentro
del marco del «Estado de derecho» sostenido por la constitución del país. En
este sentido, ejercer una ciudadanía responsable conllevaría, además de
defender los derechos fundamentales de todos los miembros de un territorio,
cumplir con las obligaciones necesarias para la buena convivencia y el
bienestar de todos. ¿Cómo podrían ejercer los jóvenes dominicanos hoy, en su
diversidad y riqueza, el rol de ciudadanos responsables ante esta pandemia? De
antemano digo que las sugerencias que siguen no pretenden ser exhaustivas, hay
muchas otras maneras y de seguro los jóvenes mismos podrán formularlas de forma
más creativa y lúcida. Mi intención es motivar a que ellos mismos las compartan
por los medios que consideren más idóneos.
El primer modo que deseo destacar es el
no caer en trampantojos.
La palabra trampantojo viene de «trampa ante ojo». Significa «trampa o ilusión
con que se engaña a alguien haciéndole ver lo que no es». Es también una
técnica pictórica que magnifica y hace brillante la realidad, disimulando así
sus defectos y carencias. Existen muchas maneras en las que se nos invita a
mirar la realidad, entre ellas algunas que intentan ocultar todo lo feo, lo
marginado, lo poco atractivo, lo que no gusta o tiene poco brillo. Los
trampantojos suelen ser aliados muy fieles de la aporofobia, esa palabra
introducida por la filósofa Adela Cortina, que
significa «fobia a las personas pobres o desfavorecidas». Cortina lo identifica
con el deseo de vivir bien que hace que nos arrimemos preferentemente a
aquellos que nos pueden favorecer, alejándonos de los que consideramos que no
tienen nada que aportar. En este sentido, el pobre queda fuera de nuestra
referencia vital. Hoy, ser revolucionario, contracultural, original y único,
pasa también por ser inclusivo y defensor de los derechos de las personas que
quedan marginadas por la exclusión social, la desigualdad y la pobreza.
Hoy necesitamos más que nunca el
espíritu crítico de los jóvenes, su sagacidad para intuir las injusticias que
intentan taparse con muros o con finas capas de corrupción silenciadora.
Necesitamos que, a los que posiblemente hemos caído en el conformismo de lo
«que siempre ha sido así», nos ayuden a identificar y desafiar las estructuras
y los obstáculos que impiden que las oportunidades lleguen a todos. Los
jóvenes, con su creatividad y originalidad, son agentes indispensables para la
transformación de las contradicciones que perjudican a los de siempre y para el
derribo de los prejuicios que relegan la vida de muchos.
Me permito un ejemplo. Pregunté a una
joven qué era eso de los lives por
Instagram que estaba haciendo un músico urbano, porque en los periódicos veía
que generaba opiniones contrarias. Ella fue tajante: «no estoy de acuerdo, ni
apoyo esos lives». Inmediatamente
agregó: «no quiero ni pensar que uno de esos mal llamados ‘empresarios del
entretenimiento’ estén aprovechando la fama de ese músico para exhibir como
mercancía a alguna migrante a la que le tiene retenidos sus documentos». Esa joven
no entró en debates morales sobre el modo en que debemos de entretenernos o
sobre la libertad para exhibir o no el cuerpo. Su punto era no apoyar algo que
le generaba sospecha de injusticia con una situación tan grave como la trata de
personas. El pensamiento crítico desarticula conformismos, desnuda injusticias
ataviadas de trampantojos y articula voluntades.
Hablando con los jóvenes de la Escuela
de Formación Sociopolítica me compartían iniciativas que iban surgiendo. Me
hablaron de un grupo de ingenieros que estaban en el proceso de fabricación de
respiradores con las impresoras 3D de su universidad. Una diseñadora gráfica se
identificó como aquella que está colaborando en el diseño del manual para el
ensamblaje de dichos aparatos. Una psicóloga habló de cómo un grupo de
profesionales jóvenes de la salud mental estaban organizándose para dar
atención gratuita a aquellos que necesitaran asistencia. Lo mismo están
haciendo los jóvenes maestros en el compartir de materiales didácticos y en dar
apoyo a los maestros que no son muy avezados con las tecnologías. Otros
hablaron de cómo en su comunidad están tratando de identificar y ayudar a
personas de la tercera edad o con alguna condición que les pusiera en mayor
riesgo ante el virus para brindarles apoyo. Más de uno identificaba la
necesidad de traducir a un lenguaje llano y accesible las indicaciones de
prevención y el uso adecuado de los implementos de higiene, quizás a través de
campañas por las redes sociales. Otros mencionaban la posibilidad de crear sistemas
de información para localizar a las familias que estén experimentando hambre o
violencia intrafamiliar. Si los jóvenes se organizan, como han demostrado muy
recientemente que tienen capacidad, se transforman en los agentes del cambio
social que tanto anhelamos en República Dominicana.
En medio de esta pandemia los jóvenes
están llamados a vivir desde una responsabilidad solidaria y desde una
solidaridad responsable. Una responsabilidad solidaria supone reconocer que,
aunque corren menor riesgo de agravamiento a causa del virus, en términos
estadísticos, deben cuidar de no contagiarse, no solo para cuidarse ellos, sino
también para evitar el contagio a personas vulnerables y de alto riesgo. Esto
supone que se deben evitar comportamientos temerarios e imprudentes que pongan
en riesgo a sus familias y comunidades. No es tiempo de omnipotencias ni de
acciones medalaganarias. Responsabilidad hoy significa mantenerse informados
para ayudar a otros a comprender las normas de higiene y distanciamiento. También
hace referencia a que es tiempo de austeridad, de disminución del consumismo,
es decir, de renuncia al gasto superfluo y, en consecuencia, es tiempo de
ahorro y planificación, pues si ya el sector juvenil llevaba sobre sí el peso
de la precariedad laboral, los tiempos que se avecinan no serán mejores.
Responsabilidad solidaria es ir activando la creatividad para tomar iniciativas
comunitarias, de trabajo, de emprendimiento y de diversión sana para el tiempo
de cuarentena y después del mismo.
La solidaridad responsable presupone el
impresionante poder movilizador de los jóvenes dada la interconectividad con la
que viven sus relaciones, si se sacuden con audacia de las dimensiones
alienantes de las redes sociales. Es tiempo de redes que nos levanten de nuestros
asientos, a todos, y los jóvenes pueden inspirarnos. Habrá que generar redes de
voluntariado —con las debidas medidas de precaución para no contraer la
enfermedad ni ser transmisores de la misma—, de apoyo emocional, de
reforzamiento de la educación, de mejora en uso de los servicios de salud, de
una mayor articulación para la seguridad ciudadana, para la protección de los
ancianos, para el resurgir de la economía. La solidaridad responsable supone
salir de nosotros mismos y de nuestras comodidades o conformismos para ponernos
al servicio de otros. Más que momentos puntuales de ayuda, es asumir la
disponibilidad para el servicio como estilo de vida. No es necesario gestos
demasiado grandes o riesgos desproporcionados. Es que si sabe matemáticas (o
cualquier otra materia), por ejemplo, tomar el temario de su hermano pequeño y
grabar videos creativos y bien explicados para hacer reforzamiento de clases a
los niños de un curso determinado, eso ya es un gesto invaluable. Viralizar hoy
la solidaridad, la información veraz, la generosidad y el compromiso con los
más vulnerables es algo que los jóvenes nos pueden regalar.
Antes mencionaba los acuerdos
internacionales sobre juventudes. En dichos acuerdos se expresan los derechos
de los jóvenes. Conocerlos es importante. Esto ayudará a definir las tareas de
incidencia política, de organización de la juventud como actores de cambio
social y generadores de un país más justo y solidario para el tiempo
pospandemia. Invertir el tiempo de cuarentena en articular y fortalecer las
redes de solidaridad e incidencia política nos permitirá mantener viva la
búsqueda del mejoramiento del sistema educativo nacional, la lucha contra la
corrupción y la impunidad, la búsqueda de mejora del sistema de salud para que
sea accesible y de calidad para todos, la defensa de los trabajadores y de los
derechos de los migrantes, la búsqueda de soluciones creativas para mejorar la
política de vivienda, de defensa al campesinado, de lucha contra la violencia
intrafamiliar, contra la mujer o cualquier tipo de abuso que vaya en contra de
la dignidad humana. Hay muchas redes que están generando vida y esperanza en
estos días de pandemia. Viralizarlas, hacerlas visibles, puede sumar voluntades
y mantener viva la esperanza. Los jóvenes en ello, a mi modo de ver, tienen un
rol protagónico, hoy y para el futuro, y desde ahí pueden desplegar su
compromiso ciudadano.
Hechos que son Noticias
Covid-19 o el desvelador silente
Cristian
Peralta, SJ
Anuncian al arzobispo Freddy Bretón como ganador del premio nacional Feria del Libro
Ramón Urbáez
Santo Domingo, República Dominicana
Monseñor Freddy Bretón Martínez |
Monseñor Freddy Bretón Martínez,
arzobispo de Santiago de los Caballeros obtuvo el Premio Nacional Feria del
Libro Eduardo León Jimenes 2020 con su obra “Los entresijos del viento”,
una novela “intencionalmente eólica”, como la define su autor, que presenta en
esta nueva narración su autoficción o ficción autobiográfica, según los
miembros del jurado.
La obra del prelado santiagués,
publicada el pasado mes de enero, fue seleccionada como ganadora de manera
unánime, luego que los miembros del jurado, compuesto por los intelectuales y
literatos Ylonka Nacidit Perdomo, María José Rincón y Juan Carlos Mieses,
leyeran y deliberaran sobre cincuenta y cinco obras literarias enviadas por sus
autores.
“A través del desplazamiento por la
cartografía vital del escritor, hallamos su dispositivo narrativo que envuelve
tiempos, espacios e identidades donde entrelaza imaginarios y organiza
cronológicamente lo vivido”, dice el jurado en un breve documento publicado en
los medios de prensa escrita.
El Ministerio de Cultura, la Dirección
General de la Feria del Libro y la Fundación Eduardo León Jiménez habían
anunciado el pasado día 1 de abril la posposición del acto de entrega del
Premio, debido al aplazamiento de la vigésima tercera Feria Internacional de
Libro y la cultura de Santo Domingo por la emergencia en que se encuentra el
país por el coronavirus.
Por la misma razón, el anuncio y la
entrega del Premio Nacional de la Feria del Libro se realiza sin la celebración
del acto formal que estaba previsto. El ganador recibirá un premio consistente
en un millón de pesos y un certificado.
Sobre la obra ganadora, el jurado
afirma, además, que “reminiscencias fantásticas y oníricas se fusionan con
viajes y el desarrollo de sus tareas profesionales, mientras el autor construye
comunidades afectivas, examina y expone con gracia el contexto social y
cultural que concurre en cada experiencia, tejiendo lazos de solidaridad
espiritual.
Sobre Monseñor Bretón
Freddy Bretón Martínez es actualmente
arzobispo metropolitano de Santiago y gran canciller de la Pontificia
Universidad Católica Madre y Maestra (PUCMM), Nació en 1947 en Canca la Reyna,
Moca. Ordenado sacerdote el 10 de septiembre de 1977, ejerció su ministerio en
varias comunidades de las provincias de Puerto Plata y Santiago, dedicó unos 10
años de su carrera a la educación y la enseñanza, Fue vicerrector del Seminario
Santo Tomás de Aquino.
Realizó estudios de Filosofía y Teología en el Santo Tomás y la
Universidad Católica Madre y Maestra. En Roma fue sacerdote residente del Pontificio
Colegio Pio Latino Americano y se licencio en Teología Bíblica “magna cum
laude” en la Pontificia Universidad Gregoriana. Habla, además, inglés, francés,
italiano y latín. Antes de ser instalado como Arzobispo Metropolitano de
Santiago, fue 17 años obispo de la diócesis de Baní.
La obra de monseñor Bretón es
varia y diversa. Sus títulos abarcan poesía, cuentos, relatos, ensayos,
genealogía, filosofía, teología, didáctica, biografías y novela, entre los que
se destacan el Libro de las huellas (Sobre la Marcha), Bandera de algún viento,
Voces del Polvo, La Máscara del Tiempo, el Apellido Bretón en la República
Dominicana, Entre la Voz y el Fuego, Pasión Vital, La Siesta del lagarto verde
(Redición de la Máscara del tiempo), Cuerdos y Recuerdos (Memorias), Hilachas y
Retazos, Mis amigas las Palabra y Obra Selecta.
Hechos que son Noticias
Covid-19 o el desvelador silente
Cristian
Peralta, SJ
IGLESIA IMPARTIRÁ BENDICIÓN DESDE HELICÓPTERO PARA TODO SANTO DOMINGO
Santo Domingo, D.N.- Mons. Francisco
Ozoria Acosta, Obispo Castrense de la República Dominicana y Arzobispo
Metropolitano de Santo Domingo, enviará a dos sacerdotes, desde la Base
Naval 27 de Febrero, este jueves 30 de abril a las 10:00 A.A. a impartir una
bendición especial con el Santísimo Sacramento desde un helicóptero a toda la
ciudad de Santo Domingo.
El Obispo Castrense dirigirá unas palabras a todo el país y
caminará en procesión junto a los capellanes con el Santísimo Sacramento desde
el atrio de la Iglesia de la Base Naval 27 de Febrero hasta el Helicóptero.
El recorrido del helicóptero con el Santísimo Sacramento se
realizará por los litorales Sur, Oeste, Norte y Este de la ciudad de Santo
Domingo.
Al escuchar el helicóptero por tu sector te invitamos
a quedarte en casa y desde ahí eleva una oración y dispón tu corazón para
recibir esa bendición.
Esta actividad es auspiciada por la Diócesis Castrense y la
Fuerza Aérea Dominicana.
La consigna será ¡Viva
Jesús Sacramentado!
#BendicióndesdeLoAlto
#VivamosLaPascua
#SantisimoSobreRD
#Arquidiocesisd #VicariaSDOeste
Hechos que son Noticias
Covid-19 o el desvelador silente
Cristian
Peralta, SJ
23/04/2020
Jorge Mario Bergoglio cumplió ayer 47 años de su profesión en la Compañía de Jesús
Jorge Mario Bergoglio cumplió ayer 47 años de su profesión en la Compañía
de Jesús. El 22 de abril es la fecha tradicional en la que los jesuitas
pronuncian sus votos definitivos, ya que ese día de 1542 hizo lo propio san
Ignacio de Loyola. En esta fecha especial para el papa Francisco, Vida Nueva
recuerda algunos de sus mensajes a sus hermanos jesuitas y yo quiero reproducir
en este blog, ese trabajo de Vida
Nueva.
1. Los refugiados, lugar teológico
Durante su viaje apostólico a Tailandia en noviembre de 2019, Francisco
tuvo un encuentro con un grupo de 48 jesuitas del área del Sudeste Asiático.
Partiendo de la labor del Servicio Jesuita a los Refugiados, Francisco señaló
que la Compañía de Jesús ha transformado su trabajo con ellos en “un verdadero
lugar teológico”. “Siempre ha habido refugiados en el mundo, pero hoy en
día el fenómeno es más conocido debido a las diferencias sociales, al
hambre, a las tensiones sociales y, sobre todo, a la guerra”, explicó
Francisco.
2. No perder la memoria
En su visita a Japón, segundo país de su gira asiática el pasado noviembre,
Francisco celebró una eucaristía con los jesuitas. “A los que el Señor nos
llamó y permitió que camináramos con él por el camino de la vida nos pide no
perder la memoria”, dijo durante la homilía. “Cuando uno pierde la
memoria de dónde lo sacaron, pierde la capacidad de fidelidad. Y se transforma
en juez de los demás. El encuentro de cada día, como jesuitas, cuando venimos a charlar con
él tiene que estar cargado de memoria, de memoria agradecida”, apostilló. “No
perdamos la memoria de todo lo que hizo con nosotros, con cada uno de
nosotros”, animó a los jesuitas, “no perdamos la alegría que da la consolación
continua y la paz del corazón en el futuro”. “Y tengamos el corazón abierto
para las condiciones que nos va poniendo en el presente de cada día, para que
nuestra fidelidad sea mejor fraguada”, añadió.
3. Un apostolado social
El congreso mundial que se celebra en Roma, Del 4 al 8 de noviembre, los
jesuitas conmemoraron el 50º aniversario de su Secretariado de Justicia Social
y Ecología. Los más de 200 participantes fueron recibidos en una audiencia privada por
el papa Francisco. Bergoglio animó a los jesuitas a seguir fieles a esa esencia anclada en
el Evangelio: “En los pobres habéis encontrado un lugar privilegiado de encuentro con
Cristo. Ese es un regalo precioso en la vida del seguidor de Jesús: recibir el
don de encontrarse con él entre las víctimas y los empobrecidos”.
4. Parte de la revolución cultural
En el mismo discurso, el Papa señaló que un mundo como el nuestro, en el
que “subsiste la trata de personas, abundan las expresiones de xenofobia, la
búsqueda egoísta del interés nacional o la desigualdad entre países y en
el interior de los mismos”, donde “hemos maltratado y lastimado nuestra Casa
común” como nunca “en los dos últimos siglos”, al mismo tiempo, es un tiempo
ideal “para generar creatividad apostólica” en clave de “hondura”. Un reto que,
a juicio del Papa jesuita, la Compañía de Jesús puede afrontar de un modo
integral, siendo parte activa de “una verdadera revolución cultural”, nacida de “una
transformación de nuestra mirada colectiva, de nuestras actitudes, de nuestros
modos de percibirnos y de situarnos ante el mundo”.
5. Ayudar a la Iglesia a discernir
En una clave muy jesuítica, Francisco aprovechó también el mismo encuentro
para apelar al discernimiento: “Algunos de vosotros y otros muchos jesuitas que
os antecedieron pusieron en marcha obras de servicio a los más pobres; obras de de
educación, de atención a los refugiados, de defensa de los derechos humanos o
de servicios sociales en multitud de campos. Continuad con este empeño
creativo, necesitado siempre de renovación en una sociedad de cambios
acelerados. Ayudad a la Iglesia en el discernimiento que hoy también tenemos que hacer
sobre nuestros apostolados”.
6. La injusticia social y el sexo
El pasado 5 de septiembre, durante el viaje a Mozambique, el papa Francisco se encontró de
forma privada con un grupo de 24 jesuitas, como acostumbra a hacer en todas sus
giras internacionales. “Una vez un jesuita, un gran jesuita, me dijo que esté
atento al dar la absolución, porque los pecados más graves son los que tienen
más carácter angelical: orgullo, arrogancia, dominio… Y los menos graves son
los que tienen menos carácter angelical, como la gula y la lujuria. Uno se
concentra en el sexo y, después, no se le da peso a la injusticia social, a la
calumnia, a los chismes, a las mentiras. Hoy la Iglesia tiene necesidad de una profunda
conversión en este aspecto. Por otra parte, los grandes pastores dan a la gente
mucha libertad. El buen pastor sabe conducir su grey sin someterla a reglas que
la mortifican. En cambio, el clericalismo conduce a la hipocresía. También en
la vida religiosa”, espetó al ser preguntado sobre la confesión.
7. Valentía para ser mansos
Como ya es tradición, Francisco aprovechó su
visita a Rumanía del 31 de mayo al 2 de junio para conversar con los miembros
de la Compañía de Jesús en el país. Uno de ellos le preguntó sobre las críticas
de las que son objeto los jesuitas. Así le respondió: “En un tiempo de críticas
y de tensiones se requiere verdaderamente la cercanía, una cercanía mansa. Hay
que estar ante todo cerca del Señor con la oración, con el tiempo transcurrido
frente al sagrario. Y después, la cercanía al pueblo de Dios en la vida
cotidiana con las obras de caridad para curar las heridas. La Iglesia está muy
herida, y hoy está también muy herida por tensiones en su interior.
¡Mansedumbre, hace falta mansedumbre! ¡Y de verdad hace falta valentía para ser
mansos! Si uno tiene una duda sincera, se puede dialogar. Pero no responder a
los ataques. En el momento del ensañamiento no se puede hablar. Cuando hay persecución
queda por vivir el testimonio”.
8. La gracia de la diversidad
“Que un jesuita sea diferente del otro es una gracia. Significa que la
Compañía no anula las personalidades. La pregunta es, después, cómo se gestiona
esta diversidad comunitariamente. Debemos tener unidad de corazones, de
espíritu. Lo importante es el diálogo comunitario y la discusión fraterna que
se prepara con la oración. Agradezcamos a Dios por ser diversos. Sí, a veces la
diversidad es ideológica, y esta hay que combatirla. Cuando es fruto de tomas
de posición ideológicas cerradas, la diversidad no sirve. La diversidad buena
es la que el Señor nos ha dado y que nos hace crecer. Pero las dificultades no
deben bloquearnos nunca. Hay que seguir avanzando siempre. La paz la
encontraremos después más allá…”, respondía a un jesuita rumano que le
preguntaba sobre la diversidad entre hermanos.
9. Llevar adelante el Vaticano II
El papa Francisco respondió a las preguntas que los jesuitas bálticos le
hicieron durante su encuentro privado con motivo del viaje a esas tierras
a finales de septiembre de 2018. Un seminarista le confesó que le
había ayudado en su vida y que había dado “mucho” a la Iglesia. Por eso, le
preguntó de qué manera puede ayudarle en su pontificado. “¡Gracias! No sé qué
pedir”, contestó, para luego añadir: “Lo que hoy hay que hacer es acompañar a
la Iglesia en una profunda renovación espiritual. El Señor está pidiendo un
cambio en la Iglesia. He dicho muchas veces que una perversión de la Iglesia
hoy es el clericalismo. Pero 50 años atrás lo había dicho el Vaticano II: la
Iglesia es el pueblo de Dios. Siento que el Señor quiere que el Concilio se
abra camino en la Iglesia. Los historiadores dicen que para que un concilio sea
aplicado hacen falta 100 años. Si quieres ayudarme, lleva adelante el
Concilio en la Iglesia”.
10. La persona, en el centro
En agosto de 2018, el papa Francisco recibió a un grupo de jóvenes
jesuitas europeos en formación. El Pontífice pidió a esta
treintena de jóvenes religiosos que pongan en un “lugar central” la dignidad
de la persona. Un papel principal que debe se una alternativa a quienes ponen la
economía y las finanzas como clave de todo, algo que el Papa ha definido como
“gran pecado” de hoy. “Poner las finanzas en el centro es cruel” contra las
personas, señaló; a la vez que pidió un diálogo entre “la economía, el
humanismo y la espiritualidad”.
Hechos que son Noticias
Covid-19 o el desvelador silente
Cristian
Peralta, SJ
20/04/2020
Reflexiones bioéticas
Cristian Peralta, SJ
Covid-19 o el desvelador silente
La irrupción de una nueva enfermedad trae consigo incertidumbre y temor,
especialmente si nos encontramos entre los grupos de mayor vulnerabilidad.
Dependiendo de la disponibilidad de insumos médicos y de nuestra
posibilidad/capacidad de protección, la amenaza afectará de manera distinta
nuestro modo de comprenderla y de proponer soluciones. El COVID-19 es una
amenaza que se ceba con los de edad avanzada y los que tienen condiciones de
salud preexistentes (esas que repelen con tanta eficacia los seguros médicos),
pero también juega a la lotería con los más jóvenes: a unos los transforma en
propagadores asintomáticos, a otros les produce malestares leves y a un número
más reducido complicaciones serias o incluso la muerte. No me centraré en este
aspecto del tipo de coronavirus que nos confina en casa, de eso hay ya bastante
literatura. En esta ocasión quiero detenerme en el carácter desvelador de la amenaza
vírica que nos afecta.
Desvelar es descubrir algo oculto, sacarlo a la luz, quitar el velo. El
COVID-19, entre sus tantas características, se presenta como un desvelador
silente de muchas realidades que frecuentemente quedan ocultas en la
cotidianidad de los sistemas económicos, políticos, sociales y culturales en
los que, de una u otra manera, vivimos inmersos. Ha traspasado fronteras que
han ganado en rigidez y vigilancia denunciando con ello políticas xenófobas,
nacionalistas y racistas cuyos discursos se han reducido a la inconsistencia.
Delata con saña a los sistemas sanitarios de los países que, habiendo
descuidado la inversión en salud pública o entregado su administración al
sector privado, hoy no les queda más alternativa que reconocer el valor de un
sistema sanitario de calidad y accesible para todos. El virus pone en evidencia
las preocupaciones reales de los investigadores científicos y de las grandes
farmacéuticas que los financian. Pone de manifiesto la voracidad de un mercado
global que se frota las manos con el ungüento de la especulación.
Este agente infeccioso traiciona la búsqueda de silencio cómplice del
sistema económico que pone al capital por encima del ser humano. Así mismo,
recrimina con dureza los descuidos en los sistemas de educación, de protección
de los adultos mayores, de producción nacional, de derechos del trabajador, de
vivienda, de lucha contra la pobreza extrema y la desnutrición. Reprocha la
falta de liderazgo político y desnuda a sus aliados de siempre. Descubre a los
individualistas, a los acaparadores, a los que buscan pescar en río revuelto a
base de corrupción. Expone la desigualdad de los pueblos, atreviéndose incluso
a irrumpir en los países, contrario a otras epidemias, desde las alturas de las
clases con mayores recursos, esas que pueden viajar. Para utilizar una imagen y
salvando las distancias, el COVID-19 se podría considerar como el denunciante
más eficaz y profético de nuestros tiempos, pero para ello ha utilizado un
método cruel e inaceptable, la muerte de miles de personas. Creo que sería
justo preguntarle a este desvelador eficaz sobre qué saca a la luz del mundo
intelectual contemporáneo a través de las reflexiones que suscita en medio de
su propagación por el mundo.
La filósofa española Patricia
Manrique ha advertido que la reflexión de los acontecimientos
actuales requiere de tiempo. Esto para evitar que nuestra mirada maleada sobre
la realidad le permita a la novedad que deseamos analizar desplegar su ser. Se sostiene
en Lévinas para afirmar que el apresuramiento para decir algo termina
reduciendo la otredad a la mismidad. Resulta
atinada su advertencia. El inusitado flujo de opiniones y razonamientos sobre
la pandemia que va surgiendo desde el mundo intelectual y el modo en que estas
se acoplan al pensamiento previo particular, hablan de premura reflexiva.
Manrique hace hincapié en la necesaria hospitalidad de la otredad que
permite que la ideología y la yoicidad den paso a la novedad
que surge de la realidad que se busca comprender. Es curioso, la prisa
productiva es muy afín al productivismo capitalista al que muchos intelectuales
desean contrarrestar y el afán por llenar los espacios que han quedado vacíos
ante el parón de actividad contrasta con las críticas a la cultura postmoderna
que emergen desde la filosofía, la antropología o la sociología contemporáneas.
Veamos algunas reacciones a la pandemia desde el mundo intelectual.
Giorgio Agamben,
filósofo italiano, no tardó en denunciar lo que ha sido uno de sus temas de
trabajo: el estado de excepción como paradigma normal de gobierno. De aquí que
tildó las medidas de aislamiento como desproporcionadas y se refirió a la
epidemia como una invención conducente a la limitación de uno de los valores
más importantes de Occidente, la libertad. A los pocos días, denunció la abolición del
prójimo ante el paradigma del portador asintomático, que genera
el temor al encuentro y, por tanto, la anulación de la acción política. El
filósofo catalán Santiago López
Petit se unió rápidamente al coro de Agamben denunciando el
virus producido por el capitalismo para normalizar el estado de excepción.
Por otro lado, Slavoj Žižek,
uno de los sociólogos más provocadores del momento, se apresuró a proclamar los
golpes mortales al capitalismo y la reinvención del comunismo que surgirían a
raíz de la pandemia global del COVID-19. Comunismo de la solidaridad, de la confianza,
de la ciencia y del compromiso. Todo gobernado, según su propuesta, por un
organismo regulador económico global. El debate no se hizo esperar. Byung-Chul Han,
no es tan optimista como Žižek, piensa que el capitalismo continuará su curso,
más aún con China como proveedora de vigilancia y acaparadora de la producción
mundial. El capitalismo continuará, según él, porque su desaparición supondría
un cambio radical de los muy asentados estilos de vida y, además, que para ello
se necesitaría la voluntad de transformación de los poderes económicos
mundiales, que en estas circunstancias continúan obteniendo ganancias. Eso sí,
desearía un mundo donde el individualismo pierda centralidad, desde el
encuentro con la negatividad del otro como ha insistido en su
obra. Lo propone desde una mirada más colectivista de la realidad, denunciando
las medidas absurdas como los cierres de fronteras o incluso haciendo un guiño
a la cesión de privacidad, al modo oriental, para el control de futuras
pandemias.
Franco Berardi también
ha sumado su cuota de escepticismo a la caída del capitalismo, más aún,
considera que el neoliberalismo aprovechará esta pandemia para extender sus
tentáculos. Lo hará, dice, apoyado en nuevas formas de control y segregación
poblacional, en otras palabras, cimentado en la biopolítica y el totalitarismo.
En este sentido Judith Butler,
desde la realidad sociopolítica de Estados Unidos, ha insistido en que el virus
no discrimina, pero los seres humanos sí que lo hacemos. De aquí que vea el
entrelazamiento entre el nacionalismo, el racismo, la xenofobia y el
capitalismo como modeladores de las relaciones discriminatorias que puede
suscitar la pandemia, con el nefasto resultado de la ponderación de algunas
vidas como valiosas y otras no. Esta clase de virus discriminatorio que ahora
se puede exacerbar en medio de la amenaza vírica que nos confina en casa, es
también denunciado tangencialmente por el antropólogo David Harvey a
raíz de su mirada sobre las posibilidades de subsistencia del capitalismo
global.
Filósofos como Alain Badiou tienen
una mirada más pesimista sobre la capacidad revolucionaria del virus dada la
aterradora simplicidad de los análisis y de las propuestas que surgen a raíz de
la pandemia. Observa que la complejidad de la situación actual, que entremezcla
determinaciones naturales y sociales, lo económico y lo político, lo local y lo
transnacional, no permite soluciones únicas o demasiado novedosas, pues frente
al miedo nos aferramos a lo conocido para protegernos. Gabriel Markus y Yuval Noah
Harari denuncian lo absurdo del cierre de
fronteras y hacen un llamado a mirar más allá de la pandemia
inmediata y para que pensemos el mundo que deseamos vivir luego que todo esto
pase. Harari coloca para ello las siguientes opciones: o la vigilancia totalitaria
o el empoderamiento de los ciudadanos; o el aislamiento nacionalista o la
solidaridad global. Su temor es una cibervigilancia que limite la libertad. Lo
dice claramente, sin confianza ni solidaridad global la pandemia no podrá ser
contrarrestada con éxito. John Gray,
quien considera que estamos presenciando un adiós a la globalización, ve que
esta biovigilancia a manos del Estado, a los cuales los individuos estarán
dispuestos a ceder terreno para su seguridad, será el modo posliberal de
gobernar.
Como podemos observar, hay una preocupación de los pensadores actuales por
las dimensiones políticas, económicas y sociales que podrían amenazar la
libertad de los ciudadanos. Algunos con propuestas desde la izquierda y otros
desde la derecha intelectual. Lo cierto es que aún es temprano para saber
cuáles serán las consecuencias políticas, económicas o psíquicas a las que nos
enfrentaremos. No sabemos si nuestra cultura cambiará radicalmente o pronto se
reacomodará al ritmo anterior. Intelectualmente nos queda la imaginación como
vacuna, como ha indicado David Grossman.
Pero me atrevo a caer en lo que he alabado como crítica en Patricia Manrique y
daré mi opinión.
Considero que, y esto lo digo desde una consciente y osada generalización,
las preocupaciones de la clase intelectual están más ligadas a un imaginario
acomodado que a una mirada profunda de la realidad que vive la gente. Buscando
de manera intencionada, en los tantos artículos que surgen, las palabras:
pobreza, empobrecidos, marginalidad o exclusión social, resultan ser las
grandes ausentes de las reflexiones actuales. Sorprende, pues, que la palabra
vulnerable solo surja en relación a aquellos que podrían sufrir mayores
consecuencias por el virus, es decir, solo tiene una acepción: vulnerabilidad
biológica. En el contexto latinoamericano ha surgido también alguna que otra
reflexión más ligada a los tradicionales temas norte-sur o a los imperialismos
poscoloniales, al menos en el ámbito filosófico, no así el teológico. ¿Será que
en la premura de la opinión nos hemos olvidado de los empobrecidos? ¿Es que se
nos está colando una defensa velada del liberalismo al acentuar tanto las
limitaciones de las libertades individuales y colectivas? No lo sé, tampoco
quiero culpar a nadie. Yo mismo me encuentro escribiendo estas líneas desde una
residencia de profesores en Madrid, donde tengo un enorme jardín y, aunque
tenemos a una persona contagiada con el virus en casa, la amplitud de la misma
nos permite tenerla aislada y resguardarnos del peligro de contagio. Si mirara
la realidad solo desde donde vivo y mis posibilidades, mi mayor incomodidad
sería la de no poder moverme con libertad por las calles. Pero también veo que
aquí mismo, hay personas sin hogar que lo están pasando muy mal, muchos
perdiendo sus empleos o amenazados de que cuando todo esto pase no tendrán dónde
vivir. Hablar de cuarentena a una familia numerosa que vive en una casa de
proporciones inhumanas es todo un tormento. En muchos rincones del mundo los
trabajadores inmigrantes o las poblaciones racialmente discriminadas, están
siendo las más afectadas por el virus que les atrapa sin recursos, sin seguro
de salud y estigmatizados por la exclusión y la desigualdad. Esta realidad está
más bien ausente de muchas de las opiniones actuales.
Si se me permite imaginar una transformación global esta ha de surgir “desde
abajo”, desde la integración de los excluidos de este mundo. Para ello, la
clase intelectual habrá de sumarse a la función desveladora y denunciante del
COVID-19 o simplemente se transformará en un mero apoyo del restablecimiento
del orden anterior, donde los marginados de siempre se volverán nuevamente
invisibles a los poderes fácticos de este mundo. Si el virus está mostrando la
vulnerabilidad de los países ricos y su susceptibilidad, al igual que todos los
seres humanos, a la muerte, no debemos olvidar que esto no es algo nuevo para
los que viven en extrema pobreza en el mundo. Ellos viven con la muerte
merodeando sus alrededores, ya sea por falta de acceso a los servicios básicos
(agua, servicios sanitarios, etc.) o por su vulnerabilidad ante la violencia
sistemática o puntual. No cabe duda que las reflexiones sobre la biopolítica o
la cibervigilancia, la farmacopornografía o la psicopolítica no sean
importantes, pero lo son para una minoría mundial.
El hambre, la desnutrición,
la falta de acceso al agua potable, la violencia de todo tipo, la inseguridad
social y sanitaria, la corrupción, la falta de calidad de los sistemas
educativos, la precariedad laboral y un largo etcétera, son el día a día de más
de la mitad de la humanidad. Esto queda en flagrante evidencia con el COVID-19.
Ya que la pandemia ha afectado con dureza a los países más ricos, ¿cambiarán
las preocupaciones del mundo intelectual al quedar más claro que nunca que
somos iguales? Creo, y quizás caiga en un juego de imaginación, que si se da
alguna transformación cultural en el mundo como fruto de la irrupción de la
vulnerabilidad biológica compartida, será efectiva solo si reconocemos que la
mejora de las condiciones de vida de todos irá en beneficio de la humanidad
entera. Ojalá, comenzando por mí mismo, que no nos olvidemos en nuestras
andanzas filosóficas, de esos que, marginados por los sistemas sociales,
económicos, políticos y culturales, hoy deberían transformarse en centro de
nuestras denuncias proféticas y en eje de nuestras preocupaciones y acciones.
Confío en que eso sí nos humanizará más. ¿Será ese el aporte que podemos dar
desde la reflexión filosófica latinoamericana? Ojalá. Yo, de momento, me
comprometo y pido ayuda para no olvidarme de los pobres.
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