30/04/2020

ORACIÓN POR EL CESE DE LA PANDEMIA

FIELES CATÓLICOS DE TODO SANTO DOMINGO SE UNEN DESDE SUS CASAS EN ORACIÓN POR EL CESE DE LA PANDEMIA TRAS BENDICIÓN ESPECIAL CON EL SANTÍSIMO SACRAMENTO

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A PROPÓSITO DEL PEREGRINO

Por P. Domingo Vásquez Morales

Foto externa
Me presento con temor y temblor ante este tema tan complicado, como lo es la presencia de este personaje, llamado Vildomio Adames, conocido como el Peregrino de Villa Altagracia.  Hablamos de la MANIFESTACIÓN del Peregrino.

La manifestación del Peregrino es un acto personal de fe de un individuo que va buscando darle cumplimiento a una promesa, a título personal, y quiero hacer énfasis en esto: a título personal.
Con una fe básica y animista, es decir, una fe que va por los ánimos y por el conocimiento.  En la revolución se nos enseñó que la falta de conocimiento no te exime de responsabilidades.
Estamos ante una fe que responde a buscar salida.  Hay mucha gente que anda buscando sanación, pero sin ningún compromiso.

2.- A mi humilde juicio, aquí se dan 2 manifestaciones:
Ira.- Estamos encerrados, por un buen rato y eso no ha llevado a querer buscar salidas un tanto no correctas, podríamos decir en nombre de la fe.
2da.- Evidentemente la falta plena de una catequesis cristiana y una formación espiritual sólida en nuestra población. Ya que sabemos que la fe entre por los oídos, se desarrolla en la práctica y se hace vida en una comunidad.

3.- La desesperación de la población la llevó a buscar una salida poco analizada.
Una periodista me preguntó que yo entendía que podría surgir un milagro de esto y yo contesto lo siguiente: “Tu me preguntas que si puede surgir un milagro.  Yo te respondo, claro que sí.  El milagro que puede surgir y que yo le pido al Dios de Jesús es que todas las personas que imprudentemente participaron en esa manifestación no sean contagiadas.
Y que aún en medio de la desobediencia de un pueblo, Dios nos ama con un amor eterno, porque es eterna su misericordia.
Tu y yo debemos ser obedientes y el mejor aporte que podemos dar es quedándonos en casa.
Nosotros, usted y yo, somos peregrinos en esta tierra, vamos peregrinando en búsqueda de un mundo más humano y más fraterno, donde imperan la justicia y el amor.
Me despido, dando las gracias por la invitación a prestada.

29/04/2020

Juventud y pandemia: Entre trampantojos y compromiso ciudadano


Este artículo fue publicado originalmente en Acento, lo hemos copiado para reproducirlo aquí, en Hechos que son Noticias.


Luego de las fallidas elecciones municipales del pasado 16 de febrero de 2020, muchos jóvenes dominicanos se apostaron frente a la Junta Central Electoral para exigir una explicación a lo sucedido. Se convocaron por las redes sociales y se coordinaron para tener una protesta creativa, pacífica y cívica. Algunos se referían a este momento como un «resurgir de la conciencia ciudadana» o como el «despertar de la juventud dominicana». No faltaron críticas y ataques. Algunos quisieron desautorizar las manifestaciones. Decían con desdén que eran fruto de un entretenimiento pasajero de los popis (jóvenes de clase social elevada) y se preguntaban dónde estaban los wawawa (jóvenes de los barrios marginados). Algunos hablaban de que las manifestaciones eran fruto de la oposición política y los jóvenes fungían como simples títeres de los poderes de siempre. Cada quien evaluó, como solemos hacerlo todos, desde su posición ideológica y perspectiva existencial.
Lo cierto es que, gracias a esa protesta, se volvió a mirar a una población constantemente olvidada por las políticas públicas nacionales y pobre en oportunidades. Sorprende esa actitud, siendo que, según la Oficina Nacional de Estadística (ONE) de la República Dominicana, el país cuenta con un total de 3,661,115 personas entre los 18 y los 39 años de edad. Si a esto sumamos los 3,446,440 de niños y adolescentes entre los 0 a 17 años, junto a los jóvenes, representan casi el 70% de la población dominicana. Tenemos una edad mediana de la población general de unos 27.83 años. ¡Somos un país joven! La situación sanitaria que atravesamos a raíz de la pandemia del COVID-19 es una nueva oportunidad para que los jóvenes asuman un rol de liderazgo, de manera que, uniendo talentos y voluntades, puedan trabajar por la salud y los derechos de la población en general.
El Ministerio de la Juventud se ha propuesto la elaboración de un Plan Nacional de Juventudes 2030. Para ello, toma como puntos de referencia internacional el Consenso de Montevideo (2013), los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas (2015) y el Pacto Iberoamericano de Juventud (2016), que a su vez remite a la Convención Iberoamericana de Derechos de los Jóvenes (2005). En dichos acuerdos los Estados firmantes se comprometen a garantizar la existencia de mecanismos de participación efectiva de adolescentes y jóvenes en el debate público y en la toma de decisiones. Hoy, en medio de esta pandemia que afecta a la humanidad, la República Dominicana debe contar con su activo más abundante: los jóvenes. En las juventudes dominicanas hay una fuerza transformadora, profesional y creativa capaz de vislumbrar, proponer y ejecutar soluciones viables a esta situación sanitaria para el beneficio de todos.
Hace unos días, a raíz de que publiqué un artículo en Acento, fui invitado a un diálogo virtual con los jóvenes que participan de la Escuela de Formación Sociopolítica que está surgiendo al alero del Instituto Superior Pedro Fco. Bonó. Entre ellos había jóvenes procedentes de diferentes sectores de Santo Domingo y San Cristóbal, de distintos niveles socioeconómicos y con una rica diversidad de áreas profesionales. Les hacía confluir en esa reunión una profunda preocupación por los problemas nacionales, el deseo de buscar formas para incidir en la toma de decisiones políticas y de aportar soluciones a los males que afectan a muchos dominicanos, especialmente a los que son más vulnerables en medio de esta pandemia. Es decir, estos jóvenes, al igual que otros muchos en nuestro país, buscan ejercer una ciudadanía responsable y, en medio de esta coyuntura sanitaria, hacerse cargo de los deberes que esto conlleva. Esta conversación me proporcionó muchas luces que procedo a compartir.
El ejercicio de una ciudadanía responsable supone el reconocimiento de derechos y deberes por parte de los miembros de un Estado. Esto convierte al ciudadano en un actor político dentro del marco del «Estado de derecho» sostenido por la constitución del país. En este sentido, ejercer una ciudadanía responsable conllevaría, además de defender los derechos fundamentales de todos los miembros de un territorio, cumplir con las obligaciones necesarias para la buena convivencia y el bienestar de todos. ¿Cómo podrían ejercer los jóvenes dominicanos hoy, en su diversidad y riqueza, el rol de ciudadanos responsables ante esta pandemia? De antemano digo que las sugerencias que siguen no pretenden ser exhaustivas, hay muchas otras maneras y de seguro los jóvenes mismos podrán formularlas de forma más creativa y lúcida. Mi intención es motivar a que ellos mismos las compartan por los medios que consideren más idóneos.
El primer modo que deseo destacar es el no caer en trampantojos. La palabra trampantojo viene de «trampa ante ojo». Significa «trampa o ilusión con que se engaña a alguien haciéndole ver lo que no es». Es también una técnica pictórica que magnifica y hace brillante la realidad, disimulando así sus defectos y carencias. Existen muchas maneras en las que se nos invita a mirar la realidad, entre ellas algunas que intentan ocultar todo lo feo, lo marginado, lo poco atractivo, lo que no gusta o tiene poco brillo. Los trampantojos suelen ser aliados muy fieles de la aporofobia, esa palabra introducida por la filósofa Adela Cortina, que significa «fobia a las personas pobres o desfavorecidas». Cortina lo identifica con el deseo de vivir bien que hace que nos arrimemos preferentemente a aquellos que nos pueden favorecer, alejándonos de los que consideramos que no tienen nada que aportar. En este sentido, el pobre queda fuera de nuestra referencia vital. Hoy, ser revolucionario, contracultural, original y único, pasa también por ser inclusivo y defensor de los derechos de las personas que quedan marginadas por la exclusión social, la desigualdad y la pobreza.
Hoy necesitamos más que nunca el espíritu crítico de los jóvenes, su sagacidad para intuir las injusticias que intentan taparse con muros o con finas capas de corrupción silenciadora. Necesitamos que, a los que posiblemente hemos caído en el conformismo de lo «que siempre ha sido así», nos ayuden a identificar y desafiar las estructuras y los obstáculos que impiden que las oportunidades lleguen a todos. Los jóvenes, con su creatividad y originalidad, son agentes indispensables para la transformación de las contradicciones que perjudican a los de siempre y para el derribo de los prejuicios que relegan la vida de muchos.
Me permito un ejemplo. Pregunté a una joven qué era eso de los lives por Instagram que estaba haciendo un músico urbano, porque en los periódicos veía que generaba opiniones contrarias. Ella fue tajante: «no estoy de acuerdo, ni apoyo esos lives». Inmediatamente agregó: «no quiero ni pensar que uno de esos mal llamados ‘empresarios del entretenimiento’ estén aprovechando la fama de ese músico para exhibir como mercancía a alguna migrante a la que le tiene retenidos sus documentos». Esa joven no entró en debates morales sobre el modo en que debemos de entretenernos o sobre la libertad para exhibir o no el cuerpo. Su punto era no apoyar algo que le generaba sospecha de injusticia con una situación tan grave como la trata de personas. El pensamiento crítico desarticula conformismos, desnuda injusticias ataviadas de trampantojos y articula voluntades.
Hablando con los jóvenes de la Escuela de Formación Sociopolítica me compartían iniciativas que iban surgiendo. Me hablaron de un grupo de ingenieros que estaban en el proceso de fabricación de respiradores con las impresoras 3D de su universidad. Una diseñadora gráfica se identificó como aquella que está colaborando en el diseño del manual para el ensamblaje de dichos aparatos. Una psicóloga habló de cómo un grupo de profesionales jóvenes de la salud mental estaban organizándose para dar atención gratuita a aquellos que necesitaran asistencia. Lo mismo están haciendo los jóvenes maestros en el compartir de materiales didácticos y en dar apoyo a los maestros que no son muy avezados con las tecnologías. Otros hablaron de cómo en su comunidad están tratando de identificar y ayudar a personas de la tercera edad o con alguna condición que les pusiera en mayor riesgo ante el virus para brindarles apoyo. Más de uno identificaba la necesidad de traducir a un lenguaje llano y accesible las indicaciones de prevención y el uso adecuado de los implementos de higiene, quizás a través de campañas por las redes sociales. Otros mencionaban la posibilidad de crear sistemas de información para localizar a las familias que estén experimentando hambre o violencia intrafamiliar. Si los jóvenes se organizan, como han demostrado muy recientemente que tienen capacidad, se transforman en los agentes del cambio social que tanto anhelamos en República Dominicana.
En medio de esta pandemia los jóvenes están llamados a vivir desde una responsabilidad solidaria y desde una solidaridad responsable. Una responsabilidad solidaria supone reconocer que, aunque corren menor riesgo de agravamiento a causa del virus, en términos estadísticos, deben cuidar de no contagiarse, no solo para cuidarse ellos, sino también para evitar el contagio a personas vulnerables y de alto riesgo. Esto supone que se deben evitar comportamientos temerarios e imprudentes que pongan en riesgo a sus familias y comunidades. No es tiempo de omnipotencias ni de acciones medalaganarias. Responsabilidad hoy significa mantenerse informados para ayudar a otros a comprender las normas de higiene y distanciamiento. También hace referencia a que es tiempo de austeridad, de disminución del consumismo, es decir, de renuncia al gasto superfluo y, en consecuencia, es tiempo de ahorro y planificación, pues si ya el sector juvenil llevaba sobre sí el peso de la precariedad laboral, los tiempos que se avecinan no serán mejores. Responsabilidad solidaria es ir activando la creatividad para tomar iniciativas comunitarias, de trabajo, de emprendimiento y de diversión sana para el tiempo de cuarentena y después del mismo.
La solidaridad responsable presupone el impresionante poder movilizador de los jóvenes dada la interconectividad con la que viven sus relaciones, si se sacuden con audacia de las dimensiones alienantes de las redes sociales. Es tiempo de redes que nos levanten de nuestros asientos, a todos, y los jóvenes pueden inspirarnos. Habrá que generar redes de voluntariado —con las debidas medidas de precaución para no contraer la enfermedad ni ser transmisores de la misma—, de apoyo emocional, de reforzamiento de la educación, de mejora en uso de los servicios de salud, de una mayor articulación para la seguridad ciudadana, para la protección de los ancianos, para el resurgir de la economía. La solidaridad responsable supone salir de nosotros mismos y de nuestras comodidades o conformismos para ponernos al servicio de otros. Más que momentos puntuales de ayuda, es asumir la disponibilidad para el servicio como estilo de vida. No es necesario gestos demasiado grandes o riesgos desproporcionados. Es que si sabe matemáticas (o cualquier otra materia), por ejemplo, tomar el temario de su hermano pequeño y grabar videos creativos y bien explicados para hacer reforzamiento de clases a los niños de un curso determinado, eso ya es un gesto invaluable. Viralizar hoy la solidaridad, la información veraz, la generosidad y el compromiso con los más vulnerables es algo que los jóvenes nos pueden regalar.
Antes mencionaba los acuerdos internacionales sobre juventudes. En dichos acuerdos se expresan los derechos de los jóvenes. Conocerlos es importante. Esto ayudará a definir las tareas de incidencia política, de organización de la juventud como actores de cambio social y generadores de un país más justo y solidario para el tiempo pospandemia. Invertir el tiempo de cuarentena en articular y fortalecer las redes de solidaridad e incidencia política nos permitirá mantener viva la búsqueda del mejoramiento del sistema educativo nacional, la lucha contra la corrupción y la impunidad, la búsqueda de mejora del sistema de salud para que sea accesible y de calidad para todos, la defensa de los trabajadores y de los derechos de los migrantes, la búsqueda de soluciones creativas para mejorar la política de vivienda, de defensa al campesinado, de lucha contra la violencia intrafamiliar, contra la mujer o cualquier tipo de abuso que vaya en contra de la dignidad humana. Hay muchas redes que están generando vida y esperanza en estos días de pandemia. Viralizarlas, hacerlas visibles, puede sumar voluntades y mantener viva la esperanza. Los jóvenes en ello, a mi modo de ver, tienen un rol protagónico, hoy y para el futuro, y desde ahí pueden desplegar su compromiso ciudadano.




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Covid-19 o el desvelador silente
Cristian Peralta, SJ

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Anuncian al arzobispo Freddy Bretón como ganador del premio nacional Feria del Libro


Ramón Urbáez
Santo Domingo, República Dominicana

Anuncian al arzobispo Freddy Bretón como ganador del premio nacional Feria del Libro
Monseñor Freddy Bretón Martínez
Monseñor Freddy Bretón Martínez, arzobispo de Santiago de los Caballeros obtuvo el Premio Nacional Feria del Libro Eduardo León Jimenes 2020 con su obra “Los entresijos del viento”, una novela “intencionalmente eólica”, como la define su autor, que presenta en esta nueva narración su autoficción o ficción autobiográfica, según los miembros del jurado.
La obra del prelado santiagués, publicada el pasado mes de enero, fue seleccionada como ganadora de manera unánime, luego que los miembros del jurado, compuesto por los intelectuales y literatos Ylonka Nacidit Perdomo, María José Rincón y Juan Carlos Mieses, leyeran y deliberaran sobre cincuenta y cinco obras literarias enviadas por sus autores.
“A través del desplazamiento por la cartografía vital del escritor, hallamos su dispositivo narrativo que envuelve tiempos, espacios e identidades donde entrelaza imaginarios y organiza cronológicamente lo vivido”, dice el jurado en un breve documento publicado en los medios de prensa escrita.
El Ministerio de Cultura, la Dirección General de la Feria del Libro y la Fundación Eduardo León Jiménez habían anunciado el pasado día 1 de abril la posposición del acto de entrega del Premio, debido al aplazamiento de la vigésima tercera Feria Internacional de Libro y la cultura de Santo Domingo por la emergencia en que se encuentra el país por el coronavirus.
Por la misma razón, el anuncio y la entrega del Premio Nacional de la Feria del Libro se realiza sin la celebración del acto formal que estaba previsto. El ganador recibirá un premio consistente en un millón de pesos y un certificado.
Sobre la obra ganadora, el jurado afirma, además, que “reminiscencias fantásticas y oníricas se fusionan con viajes y el desarrollo de sus tareas profesionales, mientras el autor construye comunidades afectivas, examina y expone con gracia el contexto social y cultural que concurre en cada experiencia, tejiendo lazos de solidaridad espiritual.
Sobre Monseñor Bretón
Freddy Bretón Martínez es actualmente arzobispo metropolitano de Santiago y gran canciller de la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra (PUCMM), Nació en 1947 en Canca la Reyna, Moca. Ordenado sacerdote el 10 de septiembre de 1977, ejerció su ministerio en varias comunidades de las provincias de Puerto Plata y Santiago, dedicó unos 10 años de su carrera a la educación y la enseñanza, Fue vicerrector del Seminario Santo Tomás de Aquino.
Realizó estudios de Filosofía y Teología en el Santo Tomás y la Universidad Católica Madre y Maestra. En Roma fue sacerdote residente del Pontificio Colegio Pio Latino Americano y se licencio en Teología Bíblica “magna cum laude” en la Pontificia Universidad Gregoriana. Habla, además, inglés, francés, italiano y latín. Antes de ser instalado como Arzobispo Metropolitano de Santiago, fue 17 años obispo de la diócesis de Baní.
La obra de monseñor Bretón es varia y diversa. Sus títulos abarcan poesía, cuentos, relatos, ensayos, genealogía, filosofía, teología, didáctica, biografías y novela, entre los que se destacan el Libro de las huellas (Sobre la Marcha), Bandera de algún viento, Voces del Polvo, La Máscara del Tiempo, el Apellido Bretón en la República Dominicana, Entre la Voz y el Fuego, Pasión Vital, La Siesta del lagarto verde (Redición de la Máscara del tiempo), Cuerdos y Recuerdos (Memorias), Hilachas y Retazos, Mis amigas las Palabra y Obra Selecta.


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IGLESIA IMPARTIRÁ BENDICIÓN DESDE HELICÓPTERO PARA TODO SANTO DOMINGO


Santo Domingo, D.N.- Mons. Francisco Ozoria Acosta, Obispo Castrense de la República Dominicana y Arzobispo Metropolitano de Santo Domingo, enviará a dos sacerdotes, desde la Base Naval 27 de Febrero, este jueves 30 de abril a las 10:00 A.A. a impartir una bendición especial con el Santísimo Sacramento desde un helicóptero a toda la ciudad de Santo Domingo. 
El Obispo Castrense dirigirá unas palabras a todo el país y caminará en procesión junto a los capellanes con el Santísimo Sacramento desde el atrio de la Iglesia de la Base Naval 27 de Febrero hasta el Helicóptero.
El recorrido del helicóptero con el Santísimo Sacramento se realizará por los litorales Sur, Oeste, Norte y Este de la ciudad de Santo Domingo.
Al escuchar el helicóptero por tu sector te invitamos a quedarte en casa y desde ahí eleva una oración y dispón tu corazón para recibir esa bendición.
Esta actividad es auspiciada por la Diócesis Castrense y la Fuerza Aérea Dominicana.
La consigna será ¡Viva Jesús Sacramentado!

#BendicióndesdeLoAlto
#VivamosLaPascua
#SantisimoSobreRD
#Arquidiocesisd #VicariaSDOeste





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23/04/2020

Jorge Mario Bergoglio cumplió ayer 47 años de su profesión en la Compañía de Jesús


Jorge Mario Bergoglio cumplió ayer 47 años de su profesión en la Compañía de Jesús. El 22 de abril es la fecha tradicional en la que los jesuitas pronuncian sus votos definitivos, ya que ese día de 1542 hizo lo propio san Ignacio de Loyola. En esta fecha especial para el papa Francisco, Vida Nueva recuerda algunos de sus mensajes a sus hermanos jesuitas y yo quiero reproducir en este blog, ese trabajo de Vida Nueva.



1. Los refugiados, lugar teológico
Durante su viaje apostólico a Tailandia en noviembre de 2019, Francisco tuvo un encuentro con un grupo de 48 jesuitas del área del Sudeste Asiático. Partiendo de la labor del Servicio Jesuita a los Refugiados, Francisco señaló que la Compañía de Jesús ha transformado su trabajo con ellos en “un verdadero lugar teológico”. “Siempre ha habido refugiados en el mundo, pero hoy en día el fenómeno es más conocido debido a las diferencias sociales, al hambre, a las tensiones sociales y, sobre todo, a la guerra”, explicó Francisco.
2. No perder la memoria
En su visita a Japón, segundo país de su gira asiática el pasado noviembre, Francisco celebró una eucaristía con los jesuitas. “A los que el Señor nos llamó y permitió que camináramos con él por el camino de la vida nos pide no perder la memoria”, dijo durante la homilía. “Cuando uno pierde la memoria de dónde lo sacaron, pierde la capacidad de fidelidad. Y se transforma en juez de los demás. El encuentro de cada día, como jesuitas, cuando venimos a charlar con él tiene que estar cargado de memoria, de memoria agradecida”, apostilló. “No perdamos la memoria de todo lo que hizo con nosotros, con cada uno de nosotros”, animó a los jesuitas, “no perdamos la alegría que da la consolación continua y la paz del corazón en el futuro”. “Y tengamos el corazón abierto para las condiciones que nos va poniendo en el presente de cada día, para que nuestra fidelidad sea mejor fraguada”, añadió.
3. Un apostolado social
El congreso mundial que se celebra en Roma, Del 4 al 8 de noviembre, los jesuitas conmemoraron el 50º aniversario de su Secretariado de Justicia Social y Ecología. Los más de 200 participantes fueron recibidos en una audiencia privada por el papa Francisco. Bergoglio animó a los jesuitas a seguir fieles a esa esencia anclada en el Evangelio: “En los pobres habéis encontrado un lugar privilegiado de encuentro con Cristo. Ese es un regalo precioso en la vida del seguidor de Jesús: recibir el don de encontrarse con él entre las víctimas y los empobrecidos”.
4. Parte de la revolución cultural
En el mismo discurso, el Papa señaló que un mundo como el nuestro, en el que “subsiste la trata de personas, abundan las expresiones de xenofobia, la búsqueda egoísta del interés nacional o la desigualdad entre países y en el interior de los mismos”, donde “hemos maltratado y lastimado nuestra Casa común” como nunca “en los dos últimos siglos”, al mismo tiempo, es un tiempo ideal “para generar creatividad apostólica” en clave de “hondura”. Un reto que, a juicio del Papa jesuita, la Compañía de Jesús puede afrontar de un modo integral, siendo parte activa de “una verdadera revolución cultural”, nacida de “una transformación de nuestra mirada colectiva, de nuestras actitudes, de nuestros modos de percibirnos y de situarnos ante el mundo”.
5. Ayudar a la Iglesia a discernir
En una clave muy jesuítica, Francisco aprovechó también el mismo encuentro para apelar al discernimiento: “Algunos de vosotros y otros muchos jesuitas que os antecedieron pusieron en marcha obras de servicio a los más pobres; obras de de educación, de atención a los refugiados, de defensa de los derechos humanos o de servicios sociales en multitud de campos. Continuad con este empeño creativo, necesitado siempre de renovación en una sociedad de cambios acelerados. Ayudad a la Iglesia en el discernimiento que hoy también tenemos que hacer sobre nuestros apostolados”.
6. La injusticia social y el sexo
El pasado 5 de septiembre, durante el viaje a Mozambique, el papa Francisco se encontró de forma privada con un grupo de 24 jesuitas, como acostumbra a hacer en todas sus giras internacionales. “Una vez un jesuita, un gran jesuita, me dijo que esté atento al dar la absolución, porque los pecados más graves son los que tienen más carácter angelical: orgullo, arrogancia, dominio… Y los menos graves son los que tienen menos carácter angelical, como la gula y la lujuria. Uno se concentra en el sexo y, después, no se le da peso a la injusticia social, a la calumnia, a los chismes, a las mentiras. Hoy la Iglesia tiene necesidad de una profunda conversión en este aspecto. Por otra parte, los grandes pastores dan a la gente mucha libertad. El buen pastor sabe conducir su grey sin someterla a reglas que la mortifican. En cambio, el clericalismo conduce a la hipocresía. También en la vida religiosa”, espetó al ser preguntado sobre la confesión.
7. Valentía para ser mansos
Como ya es tradición, Francisco aprovechó su visita a Rumanía del 31 de mayo al 2 de junio para conversar con los miembros de la Compañía de Jesús en el país. Uno de ellos le preguntó sobre las críticas de las que son objeto los jesuitas. Así le respondió: “En un tiempo de críticas y de tensiones se requiere verdaderamente la cercanía, una cercanía mansa. Hay que estar ante todo cerca del Señor con la oración, con el tiempo transcurrido frente al sagrario. Y después, la cercanía al pueblo de Dios en la vida cotidiana con las obras de caridad para curar las heridas. La Iglesia está muy herida, y hoy está también muy herida por tensiones en su interior. ¡Mansedumbre, hace falta mansedumbre! ¡Y de verdad hace falta valentía para ser mansos! Si uno tiene una duda sincera, se puede dialogar. Pero no responder a los ataques. En el momento del ensañamiento no se puede hablar. Cuando hay persecución queda por vivir el testimonio”.
8. La gracia de la diversidad
“Que un jesuita sea diferente del otro es una gracia. Significa que la Compañía no anula las personalidades. La pregunta es, después, cómo se gestiona esta diversidad comunitariamente. Debemos tener unidad de corazones, de espíritu. Lo importante es el diálogo comunitario y la discusión fraterna que se prepara con la oración. Agradezcamos a Dios por ser diversos. Sí, a veces la diversidad es ideológica, y esta hay que combatirla. Cuando es fruto de tomas de posición ideológicas cerradas, la diversidad no sirve. La diversidad buena es la que el Señor nos ha dado y que nos hace crecer. Pero las dificultades no deben bloquearnos nunca. Hay que seguir avanzando siempre. La paz la encontraremos después más allá…”, respondía a un jesuita rumano que le preguntaba sobre la diversidad entre hermanos.
9. Llevar adelante el Vaticano II
El papa Francisco respondió a las preguntas que los jesuitas bálticos le hicieron durante su encuentro privado con motivo del viaje a esas tierras a finales de septiembre de 2018. Un seminarista le confesó que le había ayudado en su vida y que había dado “mucho” a la Iglesia. Por eso, le preguntó de qué manera puede ayudarle en su pontificado. “¡Gracias! No sé qué pedir”, contestó, para luego añadir: “Lo que hoy hay que hacer es acompañar a la Iglesia en una profunda renovación espiritual. El Señor está pidiendo un cambio en la Iglesia. He dicho muchas veces que una perversión de la Iglesia hoy es el clericalismo. Pero 50 años atrás lo había dicho el Vaticano II: la Iglesia es el pueblo de Dios. Siento que el Señor quiere que el Concilio se abra camino en la Iglesia. Los historiadores dicen que para que un concilio sea aplicado hacen falta 100 años. Si quieres ayudarme, lleva adelante el Concilio en la Iglesia”.
10. La persona, en el centro
En agosto de 2018, el papa Francisco recibió a un grupo de jóvenes jesuitas europeos en formación. El Pontífice pidió a esta treintena de jóvenes religiosos que pongan en un “lugar central” la dignidad de la persona. Un papel principal que debe se una alternativa a quienes ponen la economía y las finanzas como clave de todo, algo que el Papa ha definido como “gran pecado” de hoy. “Poner las finanzas en el centro es cruel” contra las personas, señaló; a la vez que pidió un diálogo entre “la economía, el humanismo y la espiritualidad”.






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Covid-19 o el desvelador silente
Cristian Peralta, SJ

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20/04/2020

Reflexiones bioéticas

Cristian Peralta, SJ
Covid-19 o el desvelador silente


La irrupción de una nueva enfermedad trae consigo incertidumbre y temor, especialmente si nos encontramos entre los grupos de mayor vulnerabilidad. Dependiendo de la disponibilidad de insumos médicos y de nuestra posibilidad/capacidad de protección, la amenaza afectará de manera distinta nuestro modo de comprenderla y de proponer soluciones. El COVID-19 es una amenaza que se ceba con los de edad avanzada y los que tienen condiciones de salud preexistentes (esas que repelen con tanta eficacia los seguros médicos), pero también juega a la lotería con los más jóvenes: a unos los transforma en propagadores asintomáticos, a otros les produce malestares leves y a un número más reducido complicaciones serias o incluso la muerte. No me centraré en este aspecto del tipo de coronavirus que nos confina en casa, de eso hay ya bastante literatura. En esta ocasión quiero detenerme en el carácter desvelador de la amenaza vírica que nos afecta.

Desvelar es descubrir algo oculto, sacarlo a la luz, quitar el velo. El COVID-19, entre sus tantas características, se presenta como un desvelador silente de muchas realidades que frecuentemente quedan ocultas en la cotidianidad de los sistemas económicos, políticos, sociales y culturales en los que, de una u otra manera, vivimos inmersos. Ha traspasado fronteras que han ganado en rigidez y vigilancia denunciando con ello políticas xenófobas, nacionalistas y racistas cuyos discursos se han reducido a la inconsistencia. Delata con saña a los sistemas sanitarios de los países que, habiendo descuidado la inversión en salud pública o entregado su administración al sector privado, hoy no les queda más alternativa que reconocer el valor de un sistema sanitario de calidad y accesible para todos. El virus pone en evidencia las preocupaciones reales de los investigadores científicos y de las grandes farmacéuticas que los financian. Pone de manifiesto la voracidad de un mercado global que se frota las manos con el ungüento de la especulación.

Este agente infeccioso traiciona la búsqueda de silencio cómplice del sistema económico que pone al capital por encima del ser humano. Así mismo, recrimina con dureza los descuidos en los sistemas de educación, de protección de los adultos mayores, de producción nacional, de derechos del trabajador, de vivienda, de lucha contra la pobreza extrema y la desnutrición. Reprocha la falta de liderazgo político y desnuda a sus aliados de siempre. Descubre a los individualistas, a los acaparadores, a los que buscan pescar en río revuelto a base de corrupción. Expone la desigualdad de los pueblos, atreviéndose incluso a irrumpir en los países, contrario a otras epidemias, desde las alturas de las clases con mayores recursos, esas que pueden viajar. Para utilizar una imagen y salvando las distancias, el COVID-19 se podría considerar como el denunciante más eficaz y profético de nuestros tiempos, pero para ello ha utilizado un método cruel e inaceptable, la muerte de miles de personas. Creo que sería justo preguntarle a este desvelador eficaz sobre qué saca a la luz del mundo intelectual contemporáneo a través de las reflexiones que suscita en medio de su propagación por el mundo.

La filósofa española Patricia Manrique ha advertido que la reflexión de los acontecimientos actuales requiere de tiempo. Esto para evitar que nuestra mirada maleada sobre la realidad le permita a la novedad que deseamos analizar desplegar su ser. Se sostiene en Lévinas para afirmar que el apresuramiento para decir algo termina reduciendo la otredad a la mismidad. Resulta atinada su advertencia. El inusitado flujo de opiniones y razonamientos sobre la pandemia que va surgiendo desde el mundo intelectual y el modo en que estas se acoplan al pensamiento previo particular, hablan de premura reflexiva. Manrique hace hincapié en la necesaria hospitalidad de la otredad que permite que la ideología y la yoicidad den paso a la novedad que surge de la realidad que se busca comprender. Es curioso, la prisa productiva es muy afín al productivismo capitalista al que muchos intelectuales desean contrarrestar y el afán por llenar los espacios que han quedado vacíos ante el parón de actividad contrasta con las críticas a la cultura postmoderna que emergen desde la filosofía, la antropología o la sociología contemporáneas. Veamos algunas reacciones a la pandemia desde el mundo intelectual.

Giorgio Agamben, filósofo italiano, no tardó en denunciar lo que ha sido uno de sus temas de trabajo: el estado de excepción como paradigma normal de gobierno. De aquí que tildó las medidas de aislamiento como desproporcionadas y se refirió a la epidemia como una invención conducente a la limitación de uno de los valores más importantes de Occidente, la libertad. A los pocos días, denunció la abolición del prójimo ante el paradigma del portador asintomático, que genera el temor al encuentro y, por tanto, la anulación de la acción política. El filósofo catalán Santiago López Petit se unió rápidamente al coro de Agamben denunciando el virus producido por el capitalismo para normalizar el estado de excepción.

Por otro lado, Slavoj Žižek, uno de los sociólogos más provocadores del momento, se apresuró a proclamar los golpes mortales al capitalismo y la reinvención del comunismo que surgirían a raíz de la pandemia global del COVID-19. Comunismo de la solidaridad, de la confianza, de la ciencia y del compromiso. Todo gobernado, según su propuesta, por un organismo regulador económico global. El debate no se hizo esperar. Byung-Chul Han, no es tan optimista como Žižek, piensa que el capitalismo continuará su curso, más aún con China como proveedora de vigilancia y acaparadora de la producción mundial. El capitalismo continuará, según él, porque su desaparición supondría un cambio radical de los muy asentados estilos de vida y, además, que para ello se necesitaría la voluntad de transformación de los poderes económicos mundiales, que en estas circunstancias continúan obteniendo ganancias. Eso sí, desearía un mundo donde el individualismo pierda centralidad, desde el encuentro con la negatividad del otro como ha insistido en su obra. Lo propone desde una mirada más colectivista de la realidad, denunciando las medidas absurdas como los cierres de fronteras o incluso haciendo un guiño a la cesión de privacidad, al modo oriental, para el control de futuras pandemias.

Franco Berardi también ha sumado su cuota de escepticismo a la caída del capitalismo, más aún, considera que el neoliberalismo aprovechará esta pandemia para extender sus tentáculos. Lo hará, dice, apoyado en nuevas formas de control y segregación poblacional, en otras palabras, cimentado en la biopolítica y el totalitarismo. En este sentido Judith Butler, desde la realidad sociopolítica de Estados Unidos, ha insistido en que el virus no discrimina, pero los seres humanos sí que lo hacemos. De aquí que vea el entrelazamiento entre el nacionalismo, el racismo, la xenofobia y el capitalismo como modeladores de las relaciones discriminatorias que puede suscitar la pandemia, con el nefasto resultado de la ponderación de algunas vidas como valiosas y otras no. Esta clase de virus discriminatorio que ahora se puede exacerbar en medio de la amenaza vírica que nos confina en casa, es también denunciado tangencialmente por el antropólogo David Harvey a raíz de su mirada sobre las posibilidades de subsistencia del capitalismo global.

Filósofos como Alain Badiou tienen una mirada más pesimista sobre la capacidad revolucionaria del virus dada la aterradora simplicidad de los análisis y de las propuestas que surgen a raíz de la pandemia. Observa que la complejidad de la situación actual, que entremezcla determinaciones naturales y sociales, lo económico y lo político, lo local y lo transnacional, no permite soluciones únicas o demasiado novedosas, pues frente al miedo nos aferramos a lo conocido para protegernos. Gabriel Markus y Yuval Noah Harari denuncian lo absurdo del cierre de fronteras y hacen un llamado a mirar más allá de la pandemia inmediata y para que pensemos el mundo que deseamos vivir luego que todo esto pase. Harari coloca para ello las siguientes opciones: o la vigilancia totalitaria o el empoderamiento de los ciudadanos; o el aislamiento nacionalista o la solidaridad global. Su temor es una cibervigilancia que limite la libertad. Lo dice claramente, sin confianza ni solidaridad global la pandemia no podrá ser contrarrestada con éxito. John Gray, quien considera que estamos presenciando un adiós a la globalización, ve que esta biovigilancia a manos del Estado, a los cuales los individuos estarán dispuestos a ceder terreno para su seguridad, será el modo posliberal de gobernar.

Como podemos observar, hay una preocupación de los pensadores actuales por las dimensiones políticas, económicas y sociales que podrían amenazar la libertad de los ciudadanos. Algunos con propuestas desde la izquierda y otros desde la derecha intelectual. Lo cierto es que aún es temprano para saber cuáles serán las consecuencias políticas, económicas o psíquicas a las que nos enfrentaremos. No sabemos si nuestra cultura cambiará radicalmente o pronto se reacomodará al ritmo anterior. Intelectualmente nos queda la imaginación como vacuna, como ha indicado David Grossman. Pero me atrevo a caer en lo que he alabado como crítica en Patricia Manrique y daré mi opinión.

Considero que, y esto lo digo desde una consciente y osada generalización, las preocupaciones de la clase intelectual están más ligadas a un imaginario acomodado que a una mirada profunda de la realidad que vive la gente. Buscando de manera intencionada, en los tantos artículos que surgen, las palabras: pobreza, empobrecidos, marginalidad o exclusión social, resultan ser las grandes ausentes de las reflexiones actuales. Sorprende, pues, que la palabra vulnerable solo surja en relación a aquellos que podrían sufrir mayores consecuencias por el virus, es decir, solo tiene una acepción: vulnerabilidad biológica. En el contexto latinoamericano ha surgido también alguna que otra reflexión más ligada a los tradicionales temas norte-sur o a los imperialismos poscoloniales, al menos en el ámbito filosófico, no así el teológico. ¿Será que en la premura de la opinión nos hemos olvidado de los empobrecidos? ¿Es que se nos está colando una defensa velada del liberalismo al acentuar tanto las limitaciones de las libertades individuales y colectivas? No lo sé, tampoco quiero culpar a nadie. Yo mismo me encuentro escribiendo estas líneas desde una residencia de profesores en Madrid, donde tengo un enorme jardín y, aunque tenemos a una persona contagiada con el virus en casa, la amplitud de la misma nos permite tenerla aislada y resguardarnos del peligro de contagio. Si mirara la realidad solo desde donde vivo y mis posibilidades, mi mayor incomodidad sería la de no poder moverme con libertad por las calles. Pero también veo que aquí mismo, hay personas sin hogar que lo están pasando muy mal, muchos perdiendo sus empleos o amenazados de que cuando todo esto pase no tendrán dónde vivir. Hablar de cuarentena a una familia numerosa que vive en una casa de proporciones inhumanas es todo un tormento. En muchos rincones del mundo los trabajadores inmigrantes o las poblaciones racialmente discriminadas, están siendo las más afectadas por el virus que les atrapa sin recursos, sin seguro de salud y estigmatizados por la exclusión y la desigualdad. Esta realidad está más bien ausente de muchas de las opiniones actuales.

Si se me permite imaginar una transformación global esta ha de surgir “desde abajo”, desde la integración de los excluidos de este mundo. Para ello, la clase intelectual habrá de sumarse a la función desveladora y denunciante del COVID-19 o simplemente se transformará en un mero apoyo del restablecimiento del orden anterior, donde los marginados de siempre se volverán nuevamente invisibles a los poderes fácticos de este mundo. Si el virus está mostrando la vulnerabilidad de los países ricos y su susceptibilidad, al igual que todos los seres humanos, a la muerte, no debemos olvidar que esto no es algo nuevo para los que viven en extrema pobreza en el mundo. Ellos viven con la muerte merodeando sus alrededores, ya sea por falta de acceso a los servicios básicos (agua, servicios sanitarios, etc.) o por su vulnerabilidad ante la violencia sistemática o puntual. No cabe duda que las reflexiones sobre la biopolítica o la cibervigilancia, la farmacopornografía o la psicopolítica no sean importantes, pero lo son para una minoría mundial. 

El hambre, la desnutrición, la falta de acceso al agua potable, la violencia de todo tipo, la inseguridad social y sanitaria, la corrupción, la falta de calidad de los sistemas educativos, la precariedad laboral y un largo etcétera, son el día a día de más de la mitad de la humanidad. Esto queda en flagrante evidencia con el COVID-19. Ya que la pandemia ha afectado con dureza a los países más ricos, ¿cambiarán las preocupaciones del mundo intelectual al quedar más claro que nunca que somos iguales? Creo, y quizás caiga en un juego de imaginación, que si se da alguna transformación cultural en el mundo como fruto de la irrupción de la vulnerabilidad biológica compartida, será efectiva solo si reconocemos que la mejora de las condiciones de vida de todos irá en beneficio de la humanidad entera. Ojalá, comenzando por mí mismo, que no nos olvidemos en nuestras andanzas filosóficas, de esos que, marginados por los sistemas sociales, económicos, políticos y culturales, hoy deberían transformarse en centro de nuestras denuncias proféticas y en eje de nuestras preocupaciones y acciones. Confío en que eso sí nos humanizará más. ¿Será ese el aporte que podemos dar desde la reflexión filosófica latinoamericana? Ojalá. Yo, de momento, me comprometo y pido ayuda para no olvidarme de los pobres.


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