24/01/2019

Martirio del saber científico



Por Pascual Ramos
En los límites del saber nacional e internacional; entre lo físico/objetivo y lo metafísico/subjetivo, se mitigan acciones intelectuales, queriendo transparentar cuestiones que riñen contra principios religiosos, que por convicción de fe, se afirma creer en la existencia de un ser superior de todo cuanto existe, a quien se le llama Dios, Jehová; entre otros nombres que sirven de indicadores evidenciados en prácticas de humanismo cristiano, que delatan la realidad planteada, martirizando en cuanto a que paraliza el conocimiento científico terrícola.  
      
Los cientos de preguntas formuladas al respecto, con pretensiones de explorar en el escenario imaginario de lo sobrenatural, penden en el revolucionario pensar del cerebro de los llamados científicos,  mostrándose limitaciones que dan razón a la sentencia filosófica de Sócrates, de: “Solo sé que no sé nada”; enseñando, que cuando se logra saber algo, lo aprendido sirve para despertar el interés y la curiosidad de explorar otras cuestiones, que se observan no se dominan y que por tanto, hay que seguir indagando.   
Se analiza en https://es.wikipedia.org/wiki/Solo_s%C3%A9_que_no_s%C3%A9_nada, que: “La imprecisión de parafrasear este fragmento como «solo sé que no sé nada» radica en que el autor no está diciendo que no sabe nada, sino que hace ver que no se puede saber algo con absoluta certeza, incluso en los casos en los que uno cree estar seguro”.
  
Esta afirmación sugiere, un comportamiento de preparación continua; en áreas disciplinar e interdisciplinar de los conocimientos científicos, procurando realizar investigaciones, donde se demuestre alta calidad intelectual, protagonizada por las llamadas mentalidades geniales; que son personas con capacidades de cómo saber prevenir y resolver problemas, contribuyendo al progreso y prosperidad familiar y social; característica tomada muy en cuenta por los ideólogos de la teología de la liberación, línea religiosa que pone en práctica el humanismo cristiano.
  
El martirio de la ciencia de poder descubrir al Dios Supremo, amartilla todo conocimiento terrícola, clavando en los anaqueles de las bibliotecas de las insatisfacciones humanas, los geniales pensamientos, que siguen atrapados en el trauma de no poder demostrar el escenario bautizado como: “Gloria Celestial”’; que como entienden los religiosos, es el lugar dedicado para los hombres y mujeres de bien; a diferencia de los que se portan mal, que van a  un sitio denominado infirmo, donde gobierna un ser terrorífico, a quien se le ha dado el nombre de diablo o lucifer. 
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